«Arqueología, historia leída en la tierra»
Arqueólogo: Juanjo Bienes.
La Necrópolis Islámica. Intervención arqueológica en la Calle Herrerías de Tudela.
Intervención en un solar que hace esquina Gayarre y Herrerias 2005 – 2006
A veces, la arqueología depara sorpresas totalmente inesperadas, que aportan un preciado objeto para exponer en un museo, o un importante dato histórico para el conocimiento del pasado.
El pasado mes de Septiembre ocurrió en Tudela, uno de estos hallazgos inesperados. En el solar de una casa, de reducidas dimensiones, unos 60 m2, tuvimos la ocasión de realizar una excavación de urgencia en una obra ya comenzada y paralizada para hacer la excavación. Solo se pudo excavar en 24 m2, pues el resto ya estaba ocupado por las cimentaciones de hormigón.
En un espacio donde a primera vista solo se veía arcilla compacta, comenzaron a descubrirse huesos humanos. Una rápida limpieza de la suciedad del suelo debida a la propia obra y unos primeros rebajes en el terreno contorneando los deteriorados huesos que se apreciaban en superficie, indicaban que la posición de los cuerpos era la típica de los enterramientos musulmanes.
El problema que planteaba la identificación de las tumbas, era que la tierra que rellenaba el interior de las fosas de enterramiento no se diferenciaba en absoluto de aquella en la que se habían realizado. Era del mimo color y presentaba la misma textura y plasticidad al excavarla. La única forma de encontrar los enterramientos fue rebajar toda la excavación hasta ir encontrado los huesos, para ir después contorneando el cuerpo.
En total se descubrieron restos de 21 individuos, casi una media de 1 enterramiento por metro cuadrado. Contando aquellos que se encontraban tanto íntegros, como fragmentados, resultado, estos últimos, de la erosión natural del terreno, de la construcción de edificios o de posteriores enterramientos.
La posición de todos los cuerpos es la típica de las necrópolis islámicas. El cuerpo se coloca tumbado sobre el costado derecho, con las piernas ligeramente flexionadas y la cabeza también de costado, como si estuvieran durmiendo. La orientación del cuerpo es cabeza al oeste y pies al este, con la cara hacia el sur, el lugar hacia donde ellos creían que estaba La Meca.
Como en todas las necrópolis islámicas, los enterramientos carecen de objetos de ajuar. El cadáver se entierra desnudo, envuelto en una tela o sudario, sin que vaya metido en una caja de madera, ni acompañen al muerto anillos, pertenencias o monedas.
Los cuerpos enterrados corresponden tanto a niños como a personas adultas, viéndose una mayor cantidad de edades jóvenes y de estaturas bajas.
Sorprendente, casi espectacular, fue el hallazgo de dos fosas con enterramientos colectivos. Una con tres individuos, dos adultos y un niño, y otra con siete. La excavación de esta fosa con siete enterramientos fue muy dificultosa, pero nos ha proporcionado una de las mejores imágenes de arqueología que se hayan realizado en Tudela.
¿Por qué un enterramiento con tantos individuos, casi todos jóvenes?. Puede que no se sepa nunca y que los análisis de los huesos no lo digan, pero lo primero que viene a la mente es la posibilidad de que sean de la misma familia y hayan muerto por una epidemia. Al igual que el otro enterramiento de tres individuos.
La cronología de los restos se ha podido fechar contrastando los escasos fragmentos de cerámicas que han aparecido tanto en la tierra que acompañaba a los enterramientos, como en la tierra en la que se han practicado las fosas. Una cronología del siglo IX, quizás también siglo X, es aceptable. No sabemos si llegará hasta el siglo XII, pero en principio, parece ser que no. Ya veremos que nos depara la urbanización de la calle Herrerías, donde están apareciendo nuevos restos.
Tras la sorpresa de haber encontrado la necrópolis más antigua de Tudela, por el momento, donde nadie esperaba encontrarla, se ve que es un lugar lógico para su ubicación: extramuros de la ciudad, frente a la muralla, separándola de ella el foso, o mejor dicho barranco, que impedía su acceso directo. Se accedería a los enterramientos por la puerta que la muralla tendría en la calle Granados, donde todavía se ve el trazado en codo, en ángulo recto, que ha pervivido a pesar de que se hayan derribado sus defensas.
Los huesos de los enterramientos han sido levantados y se está procediendo a su limpieza para almacenarlos en condiciones a la espera de que algún antropólogo decida hacer un estudio de ellos.
La cronología de los restos se ha podido fechar contrastando los escasos fragmentos de cerámicas que han aparecido tanto en la tierra que acompañaba a los enterramientos, como en la tierra en la que se han practicado las fosas. Una cronología del siglo IX, quizás también siglo X, es aceptable. No sabemos si llegará hasta el siglo XII, pero en principio, parece ser que no. Ya veremos que nos depara la urbanización de la calle Herrerías, donde están apareciendo nuevos restos.
Tras la sorpresa de haber encontrado la necrópolis más antigua de Tudela, por el momento, donde nadie esperaba encontrarla, se ve que es un lugar lógico para su ubicación: extramuros de la ciudad, frente a la muralla, separándola de ella el foso, o mejor dicho barranco, que impedía su acceso directo. Se accedería a los enterramientos por la puerta que la muralla tendría en la calle Granados, donde todavía se ve el trazado en codo, en ángulo recto, que ha pervivido a pesar de que se hayan derribado sus defensas.
Los huesos de los enterramientos han sido levantados y se está procediendo a su limpieza para almacenarlos en condiciones a la espera de que algún antropólogo decida hacer un estudio de ellos.
La Necrópolis Islámica. Intervención arqueológica en la Calle Herrerías de Tudela.
La intervención arqueológica en la Calle Herrerías de Tudela, comenzó con el precedente de los enterramientos islámicos hallados en el nº 23 de la misma calle en el mes de Septiembre de 2005.
Para comprobar que esta necrópolis se extendía también por la calle, se levantó con pala excavadora el pavimento frente a los números 19 y 20, ya que frente al nº 23 no se podía hacer por estar la grúa de la obra para esa vivienda.
Los restos humanos aparecieron muy someros, llegando a encontrarse el más cercano al pavimento, a tan solo 27 cms. Esto se debe a que durante el proceso de creación de la calle, ya en el siglo XVII, se cambian las rasantes, quitando tierra de esta zona.
Esto ha hecho que los enterramientos más superficiales se hallen muy alterados e incompletos. A ésto hay que sumar las roturas provocadas por múltiples zanjas y pozos: pozos ciegos, canales, alcorques de árboles, tuberías y cableado moderno; sin contar las roturas que también se han infligido con las fosas de los propios enterramientos, durante las inhumaciones.
Al realizar una zanja para la recogida de aguas fecales, paralela a la fachada y a una distancia de cinco metros, comprobamos que la necrópolis era más grande de lo que habíamos supuesto en un principio y de que había enterramientos superpuestos que alcanzaban gran profundidad, llegando a cotas de 1’80 m.
Se planteó, a partir de este momento, una excavación manual de todas las zanjas y del rebaje general de la calle (hasta cota de 90 cms) en toda la zona que presumiblemente ocupara el cementerio, pudiendo hacerse con medios mecánicos los rellenos modernos hasta tocar las arcillas donde se localizaban las fosas de los enterramientos. También hacer manualmente, las dos fosas para contenedores soterrados de basura, con unas dimensiones de 11 por 2’5 m., respectivamente.
Los trabajos en las zanjas, recuperando los enterramientos que se encontraban perpendiculares a su trazado, dieron los límites norte y sur de la necrópolis. Esta se extiende en una longitud de 106 m, entre los números 7 y 35 de las viviendas; 35 m al norte de la calle Gayarre, frente a la calle Bóveda, y 65 m al sur de la calle Gayarre, más los seis metros de anchura de la calle.
Hacia el Este, la necrópolis se extiende hasta el centro de la calle Herrerías, donde el barranco o foso natural frente a las murallas, la limitaría. Este límite de la necrópolis se localizó en la gran zanja para la tubería que recoge todas las aguas, realizada sobre una zanja anterior de finales del siglo XIX que ya rompió algunos enterramientos.
El borde de la zanja se localiza a 13 m desde las fachadas. En este punto los enterramientos se localizan a mayor profundidad debido a que la superficie de la necrópolis bajaría en suave pendiente de oeste a este. En el borde contrario de la zanja solo se apreciaban los rellenos modernos que colmatan el barranco o foso.
Queda sin conocer cual sería la extensión de la necrópolis hacia el Oeste, ya debajo de las casas. Dato que solo se conocerá cuando se hagan sondeos en solares que lleguen hasta las calles Carmen Baja o Alta, o en estas calles cuando se renueven las redes de alcantarillado.
El trabajo de excavación de la necrópolis en la calle Herrerias se prolongó desde el 3 de Noviembre de 2005 hasta el 20 de Abril de 2006.
En total se han recuperado 215 enterramientos y restos de enterramientos con conexión anatómica, más los 21 de la vivienda del nº 23.
Los cuerpos están depositados sobre el costado derecho derecho, con las piernas ligeramente flexionadas, aunque hay un buen número que presentan las piernas rectas. Esta posición de los restos evidenció que nos encontrábamos ante la necrópolis islámica de la medina de Tudela, o al menos, una de ellas.
La orientación de los restos no es idéntica en todos ellos. En la parte más antigua de la necrópolis predomina la dirección oeste-este, habiendo otros con ligero giro hacia noroeste-sudeste. Sin embargo, los cuerpos hallados en las dos zonas de ampliación de la necrópolis presentan en su mayor parte una ligera inclinación hacia el suroeste-nordeste, con respecto al eje oeste-este.
Tan solo un enterramiento presentó una disposición diferente, por encontrarse enterrado boca abajo, aunque con el cuerpo en la misma dirección, solo que con la cabeza mirando hacia el norte. Es muy probable que en vez de estar boca abajo, esté enterrado sobre el costado izquierdo y haya girado hacia delante, de todas maneras, lo enterraron al contrario que todo los demás.
Muchos enterramientos presentaban movimientos postmortem que afectaron a la posición original lateral. Estos movimientos eran simples giros hacia atrás de la cadera con tendencia a llevar al cuerpo a una posición boca arriba, movimiento que no llegaba a completarse debido a la estrechez de la fosa, quedando los restos con una ligera inclinación.
También se dieron casos, muchos menos, de giros de la cadera hacia delante. Esto evidencia que los restos no se envuelven en tierra, quedando dentro de una cámara hasta que las filtraciones de agua y barro compactan el hueco. En todos los casos, la cabeza siempre ha permanecido inamovible, en posición lateral y mirando hacia el sur.
Como se ha mencionado anteriormente, muchos restos se encuentran alterados y rotos por las obras que desde el siglo XVII se han venido realizando en la zona, aparte de procesos de erosión, propios de un área de barranco, que tuvieron que ir degradando la necrópolis desde época medieval.
Pero también hay roturas producidas en los enterramientos durante la etapa de vigencia de la necrópolis, causadas por enterramientos posteriores. Son cortes realizados al hacer la fosa para enterrar, lo que evidencia dos cosas: una necesidad de espacio para enterrar, buscando huecos entre otras tumbas y una pérdida de la señalización de los enterramientos anteriores.
Hay casos en los que la fosa rompe solo parte del enterramiento anterior, suponiendo que las señales de superficie no abarcarían toda la longitud de los restos; pero también se da el caso de fosas que rompen una gran parte del cuerpo, lo que indica que las marcas de superficie han desaparecido totalmente.
Como curiosidad, se ha dado el caso en enterramientos, de ver marcas de pico en los huesos y cráneo. El operario encargado de hacer la fosa perforó los huesos y al darse cuenta los respetó y colocó el nuevo cadáver sobre los restos del anterior, sin romperlo más.
Este hallazgo de restos anteriores al hacer las fosas para enterrar a nuevos difuntos debió de ser bastante frecuente, por lo que algunos enterramientos presentan losas de piedra para proteger los restos. Estos son los únicos restos constructivos relacionados con los enterramientos, ya que carecen de lajas laterales. Habría que pensar que en la mayor parte de ellos, la fosa se taparía con una tabla de madera.
Común a todas las necrópolis islámicas, los cuerpos se introducen en una simple fosa, directamente sobre la tierra y envueltos en una sábana o sudario, sin caja de madera y ningún tipo de ajuar o resto que pudiera dejar una vestimenta. Sin embargo, entre los 236 restos recuperados, alguno si que ha aparecido con resto de ajuar, aunque solo hayan sido simples objetos enterrados con el cuerpo.
Destaca el hallazgo de un pequeño cubilete de cerámica esmaltada en blanco que apareció junto al hombro de un enterramiento. También se han hallado dos pequeñas vasijas y una jarra de cerámica común durante los trabajos de excavación, con toda seguridad relacionadas con enterramientos aunque no se localizó el cuerpo con el que iban asociadas.
También se puede denominar ajuar el hallazgo de un cuerno junto al brazo de otro enterramiento, en una posición no casual. Otros objetos inusuales, como una taba, o una pirita, también pueden ser considerados ajuares, aunque pueden ser objeto de intrusiones por azar.
El estado de conservación de los restos es bastante aceptable. Solo están mal conservados aquellos que quedaron más superficiales cuando se modificaron las rasantes para hacer la calle. Estos restos se encontraron muy fragmentados, siendo en algún caso imposible su extracción íntegra.
La tierra arcillosa y muy compacta que se ha filtrado en las fosas ha protegido bien los huesos, pero también los ha sometido a fuerte presión, fisurandolos.
A falta de todo un estudio de los restos sobre antropometría, edad, sexo, patologías, etc, para el cual no hay fecha de realización, solo se pueden reseñar algunos elementos significativos que se han visto durante el proceso de excavación.
La mayor parte de los individuos adultos rondaba el 1’60 de estatura, pero aparecieron individuos de gran altura, superando 1’70 m, incluso dos superaron 1’80 m.
También se hallaron dos mujeres embarazadas con los huesecillos del feto recogidos en la zona del vientre.
Muy significativas son las evidencias de violencia en algunos huesos. Aparte de fracturas de costillas, golpes o deformaciones que parecen proceder de la época de infancia, hay algunos cortes en huesos largos y en cráneos que no se produjeron durante procesos de excavación antiguos o actuales, sino que son producto de ataque con arma.
Aparecen perforaciones en el cráneo de forma romboidal u oval, incluso un ejemplar de cráneo presentó un corte limpio, de espada o hacha, que le hizo saltar parte del hueso. Todas estas heridas supusieron la muerte del individuo, pero también se han encontrado otras que cicatrizaron, tanto en extremidades como en cráneo.
Otro dato extraído tras la excavación de la necrópolis es la alta densidad de enterramientos que se puede cifrar en 2’5 individuos por metro cuadrado. Las dos zonas para su estudio han sido las fosas para los contenedores de basura, donde se ha llegado hasta los niveles de arcilla y grava natural, agotando los niveles de enterramiento. Aunque parezca exagerado, esta densidad se produce por tres condicionantes:
Por una parte, la alta mortandad infantil, común a todas las comunidades medievales.
En segundo lugar la aparición de superposiciones en los enterramientos y la gran cantidad de cortes de unos con otros. No se puede hablar de capas ni niveles de enterramiento, pues estos no se encuentran generalizados a una cota, sino que son superposiciones puntuales, quizás controladas por un mismo enterrador que el algunos casos llega a colocar tres cuerpos separados por cotas de medio metro.
Y en tercer lugar, una característica singular de la necrópolis islámica de Tudela, que es la presencia de enterramientos colectivos. Estos agrupamientos, desde un mínimo de dos individuos a un máximo de ocho, son una excepción en las necrópolis islámicas, ya que la norma es que cada individuo ocupe una fosa. El caso de las superposiciones si que se documenta en ciudades, como en Zaragoza, pero no el de estas fosas comunes, donde los restos se han depositado manteniendo la posición canónica.
Esta alta densidad evidencia una clara falta de espacio, razón por la cual se buscó otro emplazamiento.
El abandono de la necrópolis se evidencia por la falta de cerámicas posteriores al siglo XI tanto en los rellenos posteriores de las fosas, como de la tierra en la que están hechas, algo que debería de haberse producido si las prácticas de enterramiento hubieran perdurado hasta la conversión de los mudéjares en el siglo XVI.
La cronología de esta necrópolis viene dada por el estudio de las cerámicas halladas en la tierra intacta al exterior de las fosas, contrastada con la que se ha hallado en su interior, así como los restos de vasijas consideradas como ajuares.
De este estudio se evidencia que esta necrópolis comenzó su existencia en el siglo IX. Estaría limitada por el barranco o foso que la separaría de las murallas, accediendo a ella por la denominada Puerta del Mercado.
Entre la puerta y la necrópolis habría originalmente una distancia de 90 m en línea recta sin enterramientos, ocupada por una zona con pequeños barrancos. La falta de espacio en la necrópolis hizo ampliar el área de enterramientos hacia zonas más cercanas a la puerta, por lo que se echó tierra limpia en la zona de barrancos, sepultando pequeños depósitos de escombro y basura que quedaron bajo los nuevos enterramientos. Este proceso de ampliación se realizó nuevamente hacia los bordes del barranco o foso, a principios del siglo XI, donde la capa de tierra limpia fue menor y las fosas se realizaron sobre rellenos con escombro más sucio, con más cal y cerámicas más modernas que los anteriores.
Por el análisis de las cerámicas halladas en estos niveles, se deduce una perduración de esta necrópolis hasta principios o mediados del siglo XI. Posteriormente a esta fecha hay que pensar que su ubicación sería la que suponíamos como lugar de la necrópolis islámica, entre la calle Juan Antonio Fernández y la Torre Monreal.
Y en el Articulo en el Diario de Navarra del Sábado, 29 de enero de 2022
del periodista: Jesus Rubio.
Los huesos desvelan la epidemia que azotó Tudela en el siglo IX pudo tratarse de alguna enfermedad respiratoria o digestiva
Un mal de alta mortalidad en poco tiempo explicaría los enterramientos colectivos en la ‘maqbara’ de la ciudad, contrarios a la norma musulmana
Varios enterramientos musulmanes en la maqbara de Tudela parecen desvelar que la ciudad sufrió una epidemia, seguramente de carácter respiratorio o digestivo, en el siglo IX. A esa interpretación llegan la pamplonesa María Paz Patxuka de Miguel Ibáñez, experta en el estudio de los huesos y Juan José Bienes Calvo, arquelógo, en un estudio que se acaba de publicar en las actas del VI Congreso de Arqueología Medieval.
Las excavaciones de la calle Herrerías de la capital ribera desvelaron 236 enterramientos, que seguían el ritual islámico de inhumación: los cuerpos estaban colocados en posición decúbito lateral derecho(tumbados de lado), y con la cara mirando hasta el sureste, es decir, hacia la Meca. Se trataba de unamaqbara que estaba situada en el extrarradio del casco antiguo del primitivo casco urbano de la ciudad y que se ha datado entre el siglo IX y XI. Era una época en que la cultura musulmana dominaba en toda esta zona de lo que más tarde sería Navarra, como consecuencia de la conversión en el siglo VIII del señor de todo aquel territorio, Casio.
En aquellas excavaciones sorprendió la presencia de enterramientos colectivos, cuando la costumbre islámica prefiere las sepulturas individuales. Pero en la maqbara tudelana se vieron nueve grupos, con entre dos y ocho cuerpos, que habían sido cuidadosamente colocados según la tradición musulmana. Eran en total 38 cuerpos, con más hombres que mujeres, y con niños incluidos.
María Paz de Miguel y Juan José Bienes han tratado de explicar esa rareza. Ninguno de los 38 esqueletos muestra signo alguno de violencia o traumatismos, por lo que los investigadores apuntan que esas muertes fueron causadas “por infecciones de rápida evolución, que pudiesen provocar un elevado número de fallecimientos en un corto periodo de tiempo. Ese acúmulo de cadáveres les debió obligar a su inhumación de forma rápida, para lo que se usaron fosas comunes, un modo práctico de enterrar varios cuerpos en un mismo sepelio”.
Quizá una peste
Se sabe que en épocas anteriores la Península Ibérica sufrió varias catástrofes: una hambruna vinculada a la peste de 693 y otra asociada a malas cosechas en 707-709, pero los autores reconocen que se desconoce que pasó en los siglos IX y XI, cuando se usó lamaqbara tudelana, y menos en el IX, fecha más probable de los enterramientos. En todo caso, los investigadores dudan que esas muertes se debieran a una hambruna, aunque no la descartan, porque los fallecimientos se hubieran distanciado más en el tiempo y hubiese sido posible hacer inhumaciones individuales. Más probable es una enfermedad, sobre todo respiratoria o digestiva, que son “las de más rápida evolución y por tanto las que pudieran justificar un número elevado de fallecimientos aunque la comunidadfuera pequeña”.Es imposible concretar cuál fue esa enfermedad. Los autores aventuran que pudo ser un rebrote de la peste del siglo VIII, pero también la viruela, la fiebre tifoidea o paratifoidea o la disenteria amebiótica, enfermedades conocidas desde la antigüedad.
En todo caso, los investigadores reconocen que los enterramientos dejan varias incógnitas. Una, la composición de los grupos. Pudieron agruparse por vínculos de parentesco o matrimonio, pero parecen respetar la norma islámica de que los enterramientos separen hombres y mujeres. Salvo en un caso, los grupos son de hombres o de mujeres, algunos de ellos con niños. El otro enigma es la ausencia entre los cuerpos de menores de 5 años, cuando es un grupo de edad abundante en las necrópolis.
Los investigadores, conceden, esperan que mayores investigaciones permitan dar la solución.
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