Historia del Paloteado de San Juan Bautista
Génesis y síntesis de un Paloteado urbano de finales del siglo XX (por Pedro Miguel Sánchez).
En la festividad del día de San Juan del año 1978 se estrenó el primero de la aún inconclusa serie de Paloteados que la Ribera de Navarra, sobre bases históricas documentales de hasta cinco siglos de antigüedad, viene recuperando en el último cuarto del siglo XX. Y decimos inconclusa porque, cuando se escriben estas páginas, en pleno carnaval de 1998, se presenta, fuera de su «hábitat» natural y como mera exhibición, el Paloteado de Lodosa, creado por los danzaris de Sartaguda y Lodosa con la ayuda de la Sociedad Muga de Tudela.
El paloteado o Dance de San Juan de Tudela da nombre a una celebración compleja y, a juicio de sus creadores, entrañable y perfecta. La fiesta cuenta con Estruendo, Diana bailada, Baile del Rosco, Cortesías de recibimiento al Santo, Procesión y Paloteado sobre un tablado que se levanta en la calle Robles Pintado. En su mayoría sus protagonistas son vecinos del tudelano barrio de Lourdes, de aquí que también se le conozca como el Paloteado del Barrio de Lourdes de Tudela.
Desde su estreno se celebra siempre el día de la festividad de San Juan, patrono de este popular y joven barrio tudelano. Pese a su apariencia urbana, el Dance de Tudela debe su éxito a ser del barrio y para el barrio. Reconstrucción, por tanto, próxima al original al cumplir una regla básica: la existencia del espectador necesario, cómplice y copartícipe.
El paloteado, además de los ocho danzantes, el Mayoral y el Rabadán, el Ángel y el Diablo, incorporó los personajes del Tarambana, especie de astuto bufón pariente de los vecinos zipotegatos, el Alcalde, encarnación del poder civil, y la Pepa, que le da oportuna y acerada réplica, como portavoz y desahogo del pueblo llano que es.
Las danzas fueron compuestas por el grupo de danzantes de San Juan Bautista de Tudela y la música se debe al ex-director de la Banda Municipal de la capital ribera, Mariano Hernández Magaña.
La serie completa consta de diana bailada, el baile del rosco (en el que además de los danzantes intervienen doce chicas), las cortesías, la danza procesional de espadas y escudos y, sobre el tablado, una primera danza de palos, otra de arcos, dos trenzados (sencillo y doble) y una segunda danza de palos con aire de jota.
La experiencia tudelana ha resultado un ejemplo a seguir dentro de la espectacular actividad revitalizadora del paloteado ribero de los años ochenta y noventa, que ha dado vida a los paloteados de Monteagudo, Ribaforada y Fustiñana, y que culmina, por ahora, con el Paloteado de Ablitas a la Virgen del Rosario.
Paloteado
El Paloteado es la expresión más característica y genuina del folklore ribero y la que mejor resume nuestro temperamento. Junto con la jota, el Paloteado constituye la esencia de nuestro acervo folklórico-cultural, pero igual se tiene la idea equivocada o incompleta de que el Paloteado es el conjunto de danzas de «golpeo de palos» y trenzados olvidando la esencia que son los dichos, diálogos y monólogos, llenos de ironía y agudeza, que dicen los personajes. Las danzas son un complemento coreográfico que sirven para resaltar y poner el punto ornamental.
La palabra «Paloteado» con que se denomina al conjunto del espectáculo no responde al contenido y significado del festejo en sí. Literariamente se refiere a las danzas de palos que los danzantes interpretan. De aquí que, al ser estas bravas y viriles, de gran impacto popular, fuese utilizada esa palabra para denominar a todo el conjunto. Sin embargo en estas auténticas representaciones teatrales tienen prioridad los recitados de verso y prosa, siendo las danzas una parte meramente ornamental. La finalidad podría ser la de divertir a las «buenas gentes» del pueblo el día de la Fiesta del Patrón.
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