A PROPÓSITO DEL QUINTO ARCO DEL PUENTE MEDIEVAL DE TUDELA
José María De la Osa López
1. PREÁMBULO
Las obras de reparación del viejo puente sobre el Ebro que comenzaron a finales de 2021 me han hecho recordar las obras de consolidación de la que fueron objetos sus pilares y cimientos entre 1985 y 1986 y que me permitieron realizar un pequeño descubrimiento de nuestra historia: que el arco del puente que se destruyó cuando la Guerra de la Independencia para impedir el paso de las tropas napoleónicas no fue el último, como se venía afirmando, sino el quinto.
Hacía tiempo que se había despertado en mí un interés por las marcas de cantero que conservaban nuestras construcciones medievales y, claro está, el puente sobre el Ebro era una de ellas. Hasta ese momento solo había podido tomar notas de las cinceladas en los arcos más accesibles; es decir, las de los cuatro primeros, que eran de tipo medieval, y las de los dos últimos, que eran de grafía más moderna. Pues bien, resulta que para acometer las obras que mencionaba, la empresa encargada colocó una hormigonera a la altura del quinto arco de tal suerte que, debido a la fuga que se producía en una de las tuberías que transportaba la masa se terminó formando un estrecho paso de hormigón que permitía caminar hasta dicho arco por el lado de aguas arriba; y, claro está, no pude dejar pasar la oportunidad que me estaba brindando esta circunstancia para aumentar mi colección.
Ya a su pie, pude distinguir al momento una serie de marcas con numeración arábiga que delataban que este quinto arco había sido reconstruido en época moderna. Intrigado por esta cuestión, me pareció oportuno observarlo también desde el lado situado aguas abajo; esto es, desde el soto de Ribotas. Armado de unos buenos prismáticos no tardé mucho en percatarme de que su clave tenía una inscripción. Aunque de primeras no la pude leer completa, los caracteres que conseguí identificar conformaban una leyenda que parecía querer decirnos que este arco había sido derribado en algún momento del primer decenio del siglo XIX.
Como no podía ser de otro modo, mi siguiente objetivo fue comprobar si la clave opuesta también tenía otra inscripción. Estaba bastante deteriorada y apenas podía verse más que a ciertas horas de la tarde, pero, sí, también la tenía. Según pude vislumbrar, decía que el arco se había construido a finales del segundo decenio del mismo siglo.
La conclusión a la que me llevó la lectura todavía incompleta de ambas inscripciones fue que su autor quiso dejarnos a modo de testimonio histórico que fue este quinto arco el que los tudelanos demolieron el 6 de junio de 1808 y volvieron a construir de piedra en 1819.
Por entonces, aunque siempre como oyente, solía asistir a las tertulias que reunían a nuestros vecinos más eruditos, por lo que no tardé mucho en compartir mi descubrimiento con quienes tenía cierta confianza, como Gonzalo Forcada, Juan José Bienes o Fernando Ibáñez. Pues bien, sería a comienzos de los 90 cuando este último me invitó a contemplar un grabado inglés de 1823 que colgaba en la pared de un despacho del colegio de la Compañía de María. ¿La razón? Que el arco que le faltaba al puente de Tudela que figuraba en él era, de todos los dibujados, el más cercano a la ciudad. Fue la confirmación de que las lecturas que había hecho de las inscripciones del quinto arco eran correctas.
Mucho tiempo después, a finales de 2007, Juan José Bienes le hizo saber Luis María Marín Royo mi pequeño descubrimiento, pues este, que en 2002 había publicado un detallado estudio sobre el puente, seguía manteniendo que el arco cortado había sido el último. Así lo recordaba el propio Marín Royo en 2008:
…Una vez terminado ya este trabajo sobre la invasión Napoleónica en Tudela… me encontré con mi buen amigo Juan José Bienes en un programa de radio… A micrófono cerrado me hizo una pregunta que me sorprendió: ¿Tú estás seguro de que el arco que se cortó fue el último pegado al humilladero y no el quinto?… le pregunté si tenía alguna base para lanzar esta pregunta: me dijo que no, que la duda sin una base científica se la había planteado otro buen amigo, preocupado por los temas tudelanos, José María de la Osa, a la vista de la inscripción existente en la clave del arco quinto, que yo mismo di a conocer en mi libro sobre el puente del Ebro…
Huelga decir que si Bienes considerara que mi propuesta no tenía ningún fundamento ni se la habría comentado. A lo sumo, entiendo que este se habría limitado a dar una explicación un tanto imprecisa sabedor de que era a mí a quien correspondía desvelar los detalles que la sustentaban. Por tanto, si Marín Royo albergaba alguna duda sobre mi afirmación, lo propio hubiera sido que se hubiese dirigido a mí para que se la esclareciera. Lo habría hecho encantado. Además, así se habría ahorrado investigar lo que ya estaba investigado y demostrar lo que ya estaba demostrado:
…aún convencido que no tenía fundamento y que no iba a hallar nada, comencé a investigar. Tuve que deshacer el camino recorrido… …Hoy, después de haber investigado y demostrado que el arco cortado fue el 5º…
Claro, volver a leer toda la documentación con la clave “quinto arco” como referencia guía resulta que descubría todas las contradicciones que implicaba repetir que el arco del puente cortado fue el más cercano al humilladero. Y no solo esto, porque resulta que ahora también cobraba fidelidad el grabado inglés del puente que hasta entonces, por la localización que daba del arco cortado, el propio Marín Royo había considerado realizado, primero, desde Traslapuente y frente al humilladero,[5] y después, sin demasiada exactitud desde el cerro de Santa Bárbara y frente a las ruinas de la iglesia de San Pedro:
…Desde siempre, creyendo que el arco del puente del Ebro cortado por los tudelanos, para que no entrasen los franceses, era el último, el más cercano al humilladero, cuando yo vi por primera vez este grabado en el año 1976, al ver que arco cortado lo dibujaba como cercano a la ciudad, pensé que el autor había hecho el dibujo, pasados los años, una vez que el puente había sido restaurado y que alguien le informó de que durante la Guerra de la Independencia se habían cortado dos ojos para que no entrasen los franceses y el supuso o imaginó que eran los de entrada a la ciudad. Después de haber investigado y demostrado que el arco cortado fue el 5º, como expongo en la «adenda» que publico al final de este libro, veo que el dibujo es mucho más exacto de lo que yo pensé…
2. LAS CLAVES DEL QUINTO ARCO
Ciertamente, Marín Royo fue el primero en publicar, en 2002, que la clave aguas abajo del quinto arco tenía una inscripción, pero, evidentemente, no el primero que la vio. Para sorpresa mía, no supo leer en ella lo que yo ya había conseguido descifrar:
Arco 5º… La piedra de la clave, según miramos aguas abajo del puente, está resaltada como dos o tres centímetros y tiene una inscripción grabada en la que se lee una leyenda incompleta de dos líneas que dice “188… / EBAT”… …clave que nos da la fecha, podemos asegurar, que está rehecho en el siglo XIX. La inscripción “188… / EBAT” nos induce a pensar, que pudo ser en ese decenio…
Luego, en el pie de la fotografía con la clave, añadía:
Después de terminado este trabajo, he podido nuevamente recorrer el puente en barca y fotografiar la inscripción existente en la piedra de la clave del quinto arco. La inscripción no está clara, y bien pudiera tratarse de una piedra reaprovechada, cuando fue restaurado.
Además de incompleta, la lectura que hizo de la fecha era errónea, de aquí que ni siquiera llegara a sospechar que la información que proporcionaba la inscripción se refería a algo sucedido a comienzos del siglo XIX, y no a finales, como él interpretó. Extrañamente, una vez alertado por Bienes de que mi conclusión se apoyaba en la lectura de esta inscripción, tampoco fue capaz de descifrarla. Así, cuando en 2008 publicó “su descubrimiento” optó por no dar ninguna lectura.
Pues bien, según mis observaciones, lo que la inscripción de la clave aguas abajo del quinto arco dice en realidad es:
A… / 18o8 / SEBATIO (Año 1808, se batió)
A И… / 1819 / SEIZO (Año 1819, se hizo)
Así pues, según la información “sin base científica” que nos proporcionan las inscripciones de sus claves, este quinto arco del puente fue el que se demolió el 6 de junio de 1808 y se reconstruyó en 1819.
3. LA ACUARELA DE EDWARD HAWKE LOCKER
Según se indicaba en el ya mencionado grabado del puente de Tudela, había sido realizado por J. D. Harding en base a un dibujo de E. H. Locker. Pues bien, ya en plena era internet no fue difícil descubrir que tras las iniciales de este último se encontraba un tal Edward Hawke Locker. Miembro civil de la Marina Británica desde 1797, Locker era secretario de sir Edward Pellew, almirante al mando de la flota del Mediterráneo, cuando en otoño de 1813 obtuvo su autorización para poder cumplir el deseo de realizar un viaje visitando las principales provincias de España. Este comenzó el 3 de octubre en Tarragona y tuvo como primer destino la localidad navarra de Bera, donde por entonces se encontraba acuartelado el duque de Wellington con sus tropas. Al parecer, aunque el viaje estaba motivado principalmente por la necesidad de saciar su curiosidad, debió recibir el encargo de trasladarle importantes despachos. Esta primera etapa del viaje, que fue durante la que se produjo su fugaz estancia en Tudela, la hizo acompañado de un joven compatriota suyo llamado John Russel, quien, con el paso del tiempo, y ya lord, terminaría siendo nombrado primer ministro de Gran Bretaña en tiempos de la reina Victoria. Durante los 55 días que duró su tour, Locker fue tomando anotaciones y realizando dibujos a lápiz y acuarelas de los lugares que visitaba.
Pasados diez años, el interés que España volvió a despertar en Europa debido a la situación política que atravesaba animó a Locker a dar a conocer todo el material recopilado durante su viaje en una publicación que tituló Views in Spain y que fue editada por entregas en Londres entre mayo de 1823 y septiembre de 1824. Cada entrega constaba de seis grabados realizados a partir de sus dibujos y acuarelas que venían acompañados por varias páginas (título más dos páginas comentadas) en la que Locker daba cuenta de sus anotaciones respecto a cada uno de los escenarios reproducidos. En total se imprimieron sesenta grabados que muy pronto alcanzaron vida propia, pues no todas las entregas fueron completadas y/o encuadernadas una vez terminada la colección. Fue así como muchos de estos grabados terminaron llegando a España sueltos y desprovistos de los comentarios de Locker. Y entre ellos, el grabado con el puente de Tudela, lo que explica las especulaciones respecto a la identidad de su autor, la fecha en que fue realizado y sobre todo, la fidelidad de lo escenificado.
En 1984, con motivo de la conmemoración del 170 aniversario de la entrada del duque de Wellington en Madrid, la revista El Museo Universal publicó una edición facsímil de Views in Spain traducida al castellano. Con todo, la edición traducida más interesante es la que me proporcionó la información que aquí comento: la publicada en 1998 bajo la dirección de la investigadora Consol Freixa con el título Paisajes de España, pues además de contar con una introducción en la que su editora daba una completísima información respecto a todo lo concerniente al autor, las circunstancias de su viaje, el contexto militar del momento, la edición del libro, etc., se reproducían también los dibujos y acuarelas originales. Por un capricho del destino, el ejemplar de Views in Spain que el hijo de Locker hizo encuadernar recogiendo el material original y otras informaciones relacionadas, terminó parando en el archivo histórico de Barcelona, que es donde fue localizado por esta investigadora.
Entre los comentarios que Locker hizo de su visita a Tudela, el que reproduzco a continuación despejaba todas las dudas respecto a localización del arco cortado de su acuarela:
…Las calles están mal construidas y son estrechas, salvo la que conduce a un hermoso puente de piedra sobre el Ebro. Uno de los arcos (cercano a la ciudad), que fue destruido al comienzo de la guerra y restaurado en madera, había sido derribado recientemente por el general francés Clausel, en su retirada desde Logroño…
Aunque Locker apenas indicaba en sus comentarios las fechas en las que se produjeron sus visitas, algunas de las informaciones que proporcionaba permitían situarlas de manera más o menos precisa. En este sentido, dar con los originales resolvió muchas de las incógnitas, porque los dibujos incluían una anotación indicando la fecha. Pero esto no sucedía con las acuarelas, como era el caso de la de Tudela. Así, la visita a Tudela se venía situando entre el 13 de octubre, fecha en la que el biógrafo de lord Russell nos dice que éste y Locker abandonaron Zaragoza y el 17, cuando, según constata Consol Freixa, ambos contemplaron las murallas de Pamplona. Pues bien, preparando la documentación gráfica de este artículo he dado con la edición digitalizada que el archivo barcelonés permite consultar y descargar “on line”. Es así como he visto que, además de la acuarela del puente sobre el Ebro, Locker también realizó un boceto a lápiz con una vista de Tudela desde un punto que identificó como “from the field of Battle” (desde el campo de Batalla) y que fechó el 15 de octubre. Como Locker y Russell llegaron a Tudela esa mañana e hicieron noche ya en Arguedas, hay que concluir que la acuarela del puente fue realizada el mismo día que este dibujo.
La comparación del grabado con la acuarela original descubre las habituales licencias de los grabadores de la época para dar un aire más romántico a los paisajes que reproducían, si bien es cierto que en este caso resultan bastante comedidas: aumenta ligeramente la altura de las elevaciones bardeneras y puebla con más árboles los campos de Traslapuente; no interpreta correctamente el pilar del puente que precede al arco cortado, pues lo transforma en un edificio; asimismo, dibuja claramente una cruz sobre la torre de uno de los edificios dibujados entre las ruinas de la iglesia de San Pedro y el puente, cuando en la acuarela de Locker apenas se distingue un pequeño apéndice sobre el tejado. Aunque este es similar al de la torre de la iglesia de la Magdalena, el resto de su arquitectura evidencia que se trata de una construcción diferente. Además, ni los tejados que la rodean ni su localización es compatible con esta idea. Marín Royo apuntó la posibilidad de que pudieran ser construcciones supervivientes del antiguo convento de San Nicasio que debió estar por esta zona, pero es muy poco probable, pues ya para 1603 se había trasladado adonde actualmente se encuentra el mercado de abastos. Si llegó algo al siglo XIX no debió ser mucho, porque un registro del libro de cuentas de 1683 se refiere a una construcción existente en la zona como “corral de San Nicasio el viejo”. En cualquier caso, en el plano de Tudela que Juan Antonio Fernández dibujó en 1784 no se identifica ningún edificio entre los allí representados.
4. EL INFORME DE LOS INGENIEROS DE PALAFOX
El 1 de junio de 1808, al poco de iniciada la Guerra de la Independencia contra la ocupación de las tropas de Napoleón Bonaparte, llegó al ayuntamiento de Tudela un correo en el que José Rebolledo de Palafox y Melci invitaba a los tudelanos a que se adhirieran a la sublevación que él mismo ya lideraba en Aragón desde el 25 de mayo:
…Una misma es la causa del dolor que nos oprime: la perfidia y el engaño del gobierno francés; y unos mismos deben ser nuestros esfuerzos y nuestra voluntad para lograr el triunfo… … Si V.S.I. dispusiese obrar de común acuerdo con este reino [de Aragón] puede contar con que hallará en mí todos los auxilios que procedan contribuir al logro de los justos deseos que animan toda la nación española…
Al día siguiente, una vez abierto el pliego y leídos los impresos adjuntos que daban cuenta de la situación en Aragón y Valencia, el ayuntamiento de Tudela decidió sumarse al levantamiento y dictar un oficio para el señor Palafox aceptando sus promesas de provisión de armamento y ofreciéndole hacer todo lo necesario en defensa del rey y de la patria. La noticia fue recibida por Palafox con tanta satisfacción, que ya el mismo 3 de junio hizo llegar a Tudela una respuesta agradeciendo la magnanimidad con la que esta se había ofrecido a unirse a la causa contra los franceses.
En realidad, lo que verdaderamente motivó la alegría de Palafox fue saber que, con Tudela de su lado, había conseguido interponer un obstáculo a la más que previsible marcha hacia Zaragoza de las tropas francesas afincadas en Pamplona con el fin de frenar su sublevación. De hecho, antes que las prometidas armas, lo primero que llegaron a Tudela fueron un capitán y un subteniente del cuerpo de Ingenieros para reconocer los puntos de defensa y prescribir lo que fuera necesario para mejorarla. Lo hicieron el día 4. Tras escuchar su informe, la junta de defensa acordó ese mismo día:
…Que inmediatamente se lleve a efecto lo dispuesto por los señores ingenieros don Luis Veyan y don Manuel Tena sobre quitar todos los antepechos del puente; poner una puerta atronadera en el primer torreón, la que en caso necesario se ha de fortificar con sacas de lana; poner en dicho torreón el suelo que falta abriendo también troneras arriba; poner en el mismo estado [que el primer torreón] el torreón inmediato al pueblo; cortar la arcada de puente que le sigue; y atronerar la casa de la mejana como igualmente las inmediatas.
Sabemos por Juan Antonio Fernández que ya para 1801 el puente de Tudela había perdido el primero de sus tres torreones; es decir, el más cercano al humilladero:
…Desatino nacido de otro, cual ha sido haber quitado la misma ciudad la torre de la entrada del puente y dejado solamente dos.
Por tanto, los torreones señalados por los ingenieros solo podían ser: el “primer torreón”, el situado en el tramo central del puente, entre los arcos décimo y decimoprimero; y el “torreón inmediato al pueblo”, el situado entre los arcos cuarto y quinto. Aunque sabemos de la localización de los tres torreones por los restos arquitectónicos que todavía conserva el puente, la de este último está también atestiguada por esta noticia del 1 de junio de 1666:
…Ángel de Ychasso, Diego Salvatierra, Miguel de Salvatierra y Pasqual Navarro, maestros albañiles de la dicha ciudad… han visto con todo cuidado y atención los reparos que al presente se deben hacer en el puente del río Ebro de la dicha ciudad… y, según su entender, se deben hacer los siguientes: primeramente, en los cuatro arcos inmediatos a la ciudad que corren hasta la primera torre, se han de recibir y reparar todos los estribos y dovelas de dichos arcos en piedra cicuña…
Entonces, si el torreón más cercano a la ciudad estaba después del cuarto arco, y el arco que los ingenieros dijeron que había que cortar era el situado a continuación, queda claro que el arco del puente que estos prescribieron cortar fue el quinto.
5. LA CONFUSIÓN DE YANGUAS Y MIRANDA
Si los testimonios gráfico y escrito de Edward Hawke Locker y, sobre todo, las inscripciones de las claves del quinto arco confirman que el arco que “se batió” el 6 de junio de 1808 fue el mismo que señalaron los ingenieros, la pregunta que surge a continuación es inevitable: ¿cómo es que todos los historiadores que han tratado esta cuestión han venido afirmando que el arco cortado fue el último?
Según me hace ver Manuel Sagastibelza, el mayor responsable de esta confusión fue José Yanguas y Miranda, pues al dar cuenta de la visita de los ingenieros en su crónica manuscrita Relación de los principales sucesos ocurridos en Tudela desde el principio de la guerra de Bonaparte hasta la expulsión de los franceses de España, refirió todas sus instrucciones a un único torreón:
…En dicho día 4 vinieron a Tudela enviados del señor Palafox, D. Luis Veyan y D. Manuel Tena, capitán y subteniente de Ingenieros, al reconocimiento de los puntos de defensa y prescribir lo necesario. Al pronto dijeron que convenía poner en la primera torre del puente una puerta atronerada la que en caso necesario debería fortificarse con sacas de lana, que debía ponerse el suelo que faltaba a dicha torre abriendo troneras por la parte de arriba, quitarse todos los antepechos del puente y cortar la arcada de delante del torreón…
Bien porque no leyó bien el informe, o bien porque para él el “primer torreón” y el “torreón inmediato al pueblo” que mencionaban los ingenieros eran el mismo, lo cierto es que lo que Yanguas dejó escrito en su crónica fue que el arco que estos indicaron que había que cortar era el situado tras la “primera torre” del puente. El problema de esta referencia es que, al contrario de lo que él debía entender, los elementos defensivos de una fortificación se numeran de más lejano a más cercano; así, la primera línea de defensa es siempre la más alejada del corazón de la fortaleza. Por esta razón, donde él creyó estar diciendo “arco situado tras el torreón más cercano”, quienes, como Mariano Sainz Laborda, le leyeron una vez perdido el recuerdo de lo sucedido entendieron “arco situado tras el torreón más alejado”; es decir, el decimoséptimo arco:
…Sin terminar todavía estos preparativos se recibió el día 6 una confidencia de que los franceses se hallaban ya en Valtierra y Arguedas que puso en completa alarma a la ciudad, ejecutándose inmediatamente el acuerdo de cortar el ultimo arco del puente para evitar su paso…
Esta interpretación del comentario de Yanguas también daba a entender que el torreón más alejado de la ciudad todavía seguía en pie en 1808; luego “la torre de entrada al puente”, de cuya desaparición en torno a 1800 ya hemos visto que se lamentaba Juan Antonio Fernández, solo podía ser, según esta lectura, la más cercana a la ciudad, de aquí que Mariano Sainz también confundiera qué torreón fue el primero en desaparecer:
…Continuaron [los torreones] adornando el puente hasta el término del siglo XVIII y principios del que sigue en los que, por triste fatalidad, fueron víctimas no del tiempo o de debilidad propia de su vejez ni de accidentes imprevistos, sino de la voluntad y caprichos humanos… El primero que desapareció fue el próximo a la ciudad y acerca de este hecho véase lo que consigna Fernández en una de sus innumerables notas…
Mariano Sainz debía estar tan convencido de haber interpretado correctamente a Yanguas que ignoró, por entenderla equivocada, la información que proporcionaba una de las entradas del Diario de los sucesos de Tudela desde su fundación hasta 1852 en la que se decía que el año de 1808 se derribó y compuso el 5º ojo del puente. Sabemos que Mariano Sainz conocía esta anónima relación cronológica porque la que él incluyó en sus Apuntes Tudelanos está claramente inspirada y basada en ella. Y tan es así que, como me descubre Sagastibelza, hasta copió el mismo error que cometió su autor en la entrada siguiente al fechar en el mes de mayo –cuando fue en junio– el enfrentamiento de los tudelanos con las tropas francesas.
Esta errónea interpretación de Mariano Sainz respecto a cuál fue el primer torreón del puente en desaparecer (el cercano a la ciudad, cuando fue el cercano al humilladero) y cuál el arco del puente que se cortó en la Guerra de la Independencia (el último, cuando fue el quinto) ha sido una y otra vez repetida por los historiadores hasta que en 2008, una vez que Marín Royo supo de mi descubrimiento, releyó la documentación que ya había consultado para su estudio de 2002 sobre el puente de Tudela y se dio cuenta de que yo estaba en lo cierto.
6. LOS TUDELANOS SE ADELANTAN A CORTAR EL ARCO
Basta un simple análisis de las instrucciones dadas por lo ingenieros respecto a la defensa del puente para entender que el quinto arco solo debía volarse una vez que la vanguardia francesa hubiera conseguido tomar el control del torreón situado a mitad de su recorrido. Entonces, ante la imposibilidad de construir una estructura de paso provisional por quedar a tiro de las defensas situadas en el torreón más cercano a la ciudad, los franceses tendrían que volver sobre sus pasos y buscar un paso alternativo que retrasaría su avance hacia Zaragoza. Era lo único que se pretendía; de hecho, las armas que se solicitaron el 4 de junio a instancias de los ingenieros evidencian que estos las prescribieron pensando en un enfrentamiento localizado en torno al puente más que en uno a campo abierto:
…Acabo de tener la satisfacción de oír a los señores don Luis Veyan, capitán de Ingenieros, y don Manuel Tena, subteniente, comisionados por V.E. para reconocer los puntos de defensa de esta frontera y prescribir lo que entiendan necesario; al pronto, y con la mayor urgencia, se necesitan de 1500 a 2000 fusiles con las correspondientes municiones y piedras de chispa; y dos o cuatro cañones de batallón, o de mayor calibre, con los correspondientes artilleros…
Sin embargo, no fue esto lo que finalmente sucedió, pues el puente se cortó en cuanto se tuvieron noticias de que las tropas francesas se acercaban a Tudela:
…El arco del puente no se derribó hasta el día 6 en que con toda certeza se supo que el ejército enemigo estaba en Arguedas y Valtierra...
Según uno de los registros de la auditoría realizada en 1814 para valorar los daños causado por la guerra, la explosión también afectó a uno de los arcos contiguos, que quedó a medio derruir y hubo que repararlo. Tuvo que ser el sexto, porque al cuarto lo protegía el torreón situado entre ellos. De hecho, este debió resultar igualmente destruido a tenor de la descripción del puente que Charles Vaughan anotó en su diario cinco meses después, ya que solo mencionó la existencia –y en no muy buen estado– del situado a mitad de su recorrido:
…El puente sobre el Ebro es muy largo y estrecho, con una torre en ruinas con portillos en el centro. El pretil estaba roto y uno de los arcos destruido, habiéndose sustituido la piedra con madera…
Ni las actas de la junta de defensa tudelana ni ningún otro documento dan cuenta de cuándo y por qué se decidió actuar antes de tiempo, por lo que se podrían aventurar varias hipótesis. No obstante, lo más probable es que, tal y como se desprende de uno de los comentarios de la carta que años más tarde se remitió a Fernando VII, se debiera al temor que tuvieron los tudelanos de que los franceses se arrojaran sobre el puente cuando todavía no contaban con el armamento prescrito para defenderlo:
…en tanto que el capitán general D. José de Palafox remitía los socorros y auxilios ofrecidos para la defensa a cuyo efecto le instó la ciudad en oficio que le dirigió con fecha de cuatro de junio… …Esta suplica fue reiterada por la ciudad en una carta de la misma fecha impelida de las positivas noticias que tenia de los movimientos del enemigo; en el día seis se dispuso y verificó el corte de uno de los ojos del magnífico puente que tiene sobre el Ebro para prevenir toda invasión repentina… pero los socorros de Zaragoza no llegaban; quinientos fusiles, la mayor parte inútiles, enviados desde Tarazona fueron los únicos auxilios que se habían recibido a tiempo que ya el enemigo en número de ocho mil hombres escogidos de infantería y caballería al mando del general Lefebvre caminaban con la mayor precipitación sobre Tudela.
Y es que si los franceses rondaban ya Tudela el 6 de junio, el marqués de Lazán no se presentó con las armas prometidas hasta la noche del 7. En la carta que su hermano había remitido a Tudela el último de mayo presumía de tener provisión abundante de municiones, fusiles, cañones, obuses y morteros, pero a tenor de esta tardanza parece ser que Palafox dio prioridad a la defensa de Zaragoza y que solo una vez cubiertas sus necesidades se atendieron las de Tudela:
…Las cosas caminaban en esta situación cuando hacia la media noche del mismo día 7 llego a Tudela desde el Bocal el señor marqués de Lazán con 20000 cartuchos, 1500 fusiles y cuatro cañones de a cuatro.
Aún con todo, el hecho cierto es que los tudelanos se adelantaron un día con la destrucción del arco. Los partes que Lefebvre-Desnouettes remitía cada día a sus superiores indican que salió de Pamplona el 6 de junio y que no llegó a Valtierra hasta el 7; por tanto, las porciones de tropas francesas que se divisaron el 6 por sus alrededores no debían ser sino la avanzadilla encargada de inspeccionar el terreno antes de la llegada del grueso del ejército –5.000 soldados de infantería y 1.000 de caballería– que comandaba este general:
…Terminados sus preparativos, partió de Pamplona el 6 de junio… En la marcha a Valtierra del día 7, el general Lefebvre encontró por todas partes los pueblos vacíos y los lugareños unidos a los rebeldes. Llegado a la misma Valtierra, supo que el puente de Tudela sobre el Ebro estaba destruido, y que todas las barcas que había en este río habían sido recogidas y trasladadas a Tudela.
Así pues, lejos de perder el tiempo tratando de tomar un puente ya cortado, los franceses se pusieron de inmediato a buscar un paso alternativo. No tardaron mucho en encontrarlo:
Día 7… Resolución de la Junta [de defensa de Tudela]. Que los pueblos inmediatos den parte constantemente del número de tropas enemigas que han pasado y están pasando por el Ebro por la parte de Alfaro.
… Desde el río Aragón bajó al Ebro grandes barcas que servían de transbordadores, las colocó frente a Valtierra y cruzó el Ebro por este punto.
Según Yanguas, bajaron la barca de Alfaro y la colocaron donde estaba la de Castejón antes de que los tudelanos la quitaran. Esta pequeña discrepancia sobre el lugar por el que los franceses cruzaron el Ebro se explica por el desconocimiento que estos tendrían de la extensión territorial de cada término municipal.
Palafox no fue informado de la destrucción del arco del puente, por lo que la noticia de que los franceses estaban a las puertas de Tudela debió dejar desconcertado al marqués de Lazán. Ya no era solo que la proyectada batalla por la defensa del puente para retrasar a los franceses no iba a tener lugar, es que las armas que había traído, y los refuerzos que estaban al llegar, eran claramente insuficientes para ofrecer siquiera una mínima resistencia en un enfrentamiento a campo abierto.
Lo sucedido a continuación es de sobra conocido, por lo que no tiene sentido ahondar en ello en este artículo. Solo añadir que analizando con Manuel Sagastibelza todo este episodio del precipitado corte del puente, creemos que pudo ser esta acción el origen de las gravísimas acusaciones de traición que Palafox dirigió a Tudela cuando los franceses levantaron el primer sitio de Zaragoza. Aunque con el paso de los días bajó el tono de sus denuncias, siguió arrojando sombras de sospecha sobre unos supuestos tudelanos que habrían conspirado a favor de los franceses y a los que responsabilizaba de todos los males sufridos por los zaragozanos durante dicho asedio:
…Hecha Zaragoza el blanco de las furias francesas, talados sus campos, incendiadas sus mieses, asolados sus edificios, descantilladlas sus torres, bombardeada por enemigos implacables que querían reducirla a la desesperación; si rechazó el ímpetu de sus sitiadores, solo fue por una providencia especial y en fuerza de su valor. Luego vio a los franceses lejos de si, dio rienda suelta a su dolor y explicó su amargura doliente de que tan presto hubiese llegado el torrente de los franceses a sus deliciosas vegas sin que hubiese baluarte ni antemural que embargase sus pasos, quedando de este modo esta augusta capital sola y abandonada a sí misma y al denuedo y valor de sus ciudadanos. Y como de la repentina entrada de los franceses en Tudela la voz común no señalaba otra causa que la traición, no es extraño que Zaragoza, en el exceso de su justo sentimiento, culpase a los que se decía fueron infieles y, por la misma, causa de tantas calamidades. Pero estas voces nunca podían ni pueden recaer sobre la ciudad de Tudela sino sobre aquellos de sus vecinos que olvidados de sus obligaciones descartando la justa causa, habían favorecido la del usurpador.
Pero en realidad, estas acusaciones al proceder de los tudelanos no fueron si no la oportuna excusa con la que tanto Palafox como su hermano enmascararon ante los zaragozanos su responsabilidad en el estrepitoso fracaso de las intervenciones que dirigieron contra los franceses en Mallén, el 13 de junio, y en Alagón, el 14. Si en un primer momento Tudela no fue para ellos más que un peón que había que sacrificar por el bien de Zaragoza, dos meses y medio después decidieron que Tudela sería la cabeza de turco que mostrarían a los zaragozanos para salvar su honor personal.
7. UN ARCO DE QUITA Y PON
Ser cabecera del canal de Aragón, tener un puente sobre el Ebro y estar a medio camino entre Pamplona –la ciudad donde los franceses habían establecido uno de sus cuarteles generales– y Zaragoza –la ciudad cuyo control pretendían recuperar–, hacían de Tudela el mejor enclave para que los franceses establecieran su base logística de retaguardia. No debe extrañar, por tanto, que una de sus prioridades una vez tomada la ciudad fuera la de reparar su puente:
…Después del combate del 8 de junio delante de Tudela, el general Lefebvre dio descanso a sus tropas los días 9, 10 y 11, y empleó este tiempo en hacer componer el puente del Ebro, igualmente que en desarmar el país circunvecino. El 12 se puso en marcha dirigiéndose sobre Mallen…
Según comenta Yanguas, se fueron dejando en Tudela una crecida guarnición –llegó a ser de 3.000 efectivos– que, entre otras funciones, se encargó de habilitar tres hospitales militares para atender a los heridos que no tardarían mucho en comenzar a llegar.
Durante el tiempo que duró el primer sitio de Zaragoza, la estructura de madera con la que los franceses reconstruyeron el quinto arco soportó indemne el continuo tránsito de tropas y suministros del que fue objeto hasta que las tropas napoleónicas vieron cómo fracasaba el asedio. El 13 de agosto, el general Lefebvre recibió una carta fechada el 10 en la que el rey José I les instaba a salir de Zaragoza y tomar posiciones en Milagro, entre el Ebro y el río Aragón, por lo que la madrugada del 14 de agosto iniciaron su retirada. El 16 hicieron escala en Tudela y se tomaron unos días para aprovisionarse, reorganizar la retirada y trasladar la artillería y los últimos heridos hacia Pamplona. Aunque tropas españolas les acechaban de cerca, consiguieron frenar la avanzadilla de Felipe de Saint Marcq tras hacerles frente en Fontellas. Finalmente, abandonaron Tudela el 20 de agosto en dirección a Milagro y tras cruzar el puente quemaron su arco de madera. Lo cuenta el general Lefebvre:
…Desde la derrota de su vanguardia, cerca de Fontellas, [Saint Marcq] no se ha atrevido a enviar una sola patrulla, y las nuestras estaban casi en su campamento. Ocupo Milagro con dos brigadas y caballería… Albergo la esperanza de proveerme de sustento por algún tiempo… …Al salir de Tudela hice destruir un arco del puente: los insurgentes aún no habían entrado ayer por la tarde; pero el pueblo se había levantado de nuevo en la insurrección.
Efectivamente, todavía no había comenzado a arder el arco del puente y ya desde el ayuntamiento de Tudela se escribía al conde de Montijo, general al mando de las tropas españolas que acampaban en Borja, para poner la ciudad a su disposición y anunciarle que se habían dado las instrucciones correspondientes para volver a reconstruirlo:
Excelentísimo señor… en este momento acaban los enemigos de desalojar esta ciudad… …todavía se descubre una porción de ellos en esta parte del Ebro hacia los Montes de Cierzo dispuestos a pasarlo a vado y otros quemando el puente para hacer más segura su retirada… Aquí tiene vuestra excelencia esta ciudad que anhela el arribo de nuestras tropas y que, para en caso necesario, hemos dado las disposiciones convenientes al restablecimiento del paso del puente del Ebro…
Ese mismo día se recibía su respuesta confirmando que era de suma importancia la recomposición del puente al tiempo que informaba de su intención de presentarse en Tudela al día siguiente.
No duraría mucho la alegría de los tudelanos, pues al poco de que las tropas españolas partieran camino de Alfaro persiguiendo a los franceses, sufrieron una emboscada en Montes del Cierzo que les obligó a volver a Tudela. Días más tarde, ante el temor de ser atacados, quemaron el arco del puente y huyeron camino de Borja:
…Parece que el plan del ejército, que ascendía a unos diez y siete mil hombres, entre ellos como quinientos de caballería y cuatro mil de tropa reglada, era pasar adelante, y, en efecto, la mañana del 27 salió todo con dirección a la ciudad de Alfaro. A poco rato hubo noticias de que había tenido encuentro con los franceses. Nuestro ejército volvió todo inmediatamente a la ciudad con dos cañones de menos que le quitó una porción de caballería francesa en numero de 300 a 400 que estaban en los Montes de Cierzo. Permanecieron en Tudela nuestras tropas hasta el mediodía del 31 de agosto en que de improviso marcharon con la mayor aceleración camino de Borja después de quemar el puente del Ebro. Sin duda tuvieron noticias ciertas de que los franceses reunidos en mayor numero venían a atacarles.
Y así fue como el 1 de septiembre los franceses, con el mariscal Moncey y los generales Lefebvre, Morlot y Augureau a la cabeza, regresaron a Tudela y volvieron a reconstruir de madera el quinto arco. Aunque Yanguas no lo menciona expresamente, sabemos que fue así porque más adelante, cuando narra la repentina retirada de estos durante la madrugada del 6 de septiembre hacia los mismos puntos de donde habían venido, detalla que se marcharon sin hacer el menor daño ni aún quemar el puente como anteriormente.
Parece que entre los planes del mariscal Moncey no estaba el de controlar Tudela. Es más, podría concluirse que su idea era que la ocuparan los españoles. En este sentido, dejar el quinto arco intacto podría entenderse como una invitación a ello. Lo más curioso de todo esto es que, a tenor de la ya comentada descripción del puente de Richard Vaughan, esta vez los franceses habían reconstruido el arco con una estructura de madera que podía ser removida fácilmente en caso de acercarse el enemigo.
Los españoles debieron recelar sospechando algún tipo de ardid, porque, aunque estaban por los alrededores, no entraron a Tudela hasta el 2 de octubre; esto es, casi un mes más tarde. Fueron recibidos con todos los honores y la continua llegada de tropas fue objeto de celebraciones que parecían festejar la victoria final. Lo que nadie podía siquiera imaginar todavía es que ese día había comenzado la derrota española de la Batalla de Tudela que se disputaría mes y medio más tarde en campo elegido por los franceses, y a cuyo mando estarían los mariscales Lannes y Moncey:
…a pocos días se supo que el enemigo avanzaba contra el ejército de la derecha hacia Burgos y todo se acabó por entonces con la batalla del 23 de noviembre de 1808 en que los franceses se apoderaron de Tudela, llegaron hasta las puertas de Zaragoza, donde se encerró el general Palafox con su ejército de Aragón; y el de Castaños se dispersó para libertarse del enemigo.
Esta vez, la estancia de los franceses en Tudela se prolongó durante cuatro años y medio. El 21 de junio de 1813, día de su derrota en la Batalla de Vitoria, comenzaron a retirarse paulatinamente de España. Según Yanguas, de Tudela se marcharon de improviso y, cómo no, tras volver a quemar el quinto arco:
La explosión [la retirada] no se verificó hasta el 28 de junio de 1813, día en que sin tener el menor antecedente se reunió aquí la división del general Clausel, que vino por la parte de Alfaro, en compañía del sanguinario Mendiri, que había salido de Pamplona… y se marcharon todos hacia Zaragoza… …El ejército francés dio principio a marchar desde la mañana y para las tres de la tarde ya no había ningún soldado. Antes de partir dieron fuego al arco de madera del puente de Ebro y al convento de Santa Clara…
También fue testigo de estos últimos momentos de la ocupación francesa el teniente inglés del 18 de húsares Georges Woodberry. Su relato está narrado con el simpático tono aventurero que caracteriza su diario, de aquí su evidente exageración al describir cómo se destruyó el arco de madera:
…Caparroso, 28 de junio… …fui enviado con el capitán Woodhouse a reconocer Tudela. Recibimos órdenes de cabalgar a un ritmo de 10 km por hora. En Valtierra nos encontramos con un ayudante de campo del general [Espoz y] Mina, quien nos informó de que los franceses habían dejado Tudela esa mañana. Sabiendo que el general y el coronel Waters estaban en la vecindad, proseguimos, pero al no encontrarlos fuimos hasta Tudela. Al llegar a la puerta los centinelas franceses nos dispararon casi una docena de tiros. Inmediatamente dimos media vuelta y nos pusimos a todo galope. Fuimos perseguidos durante unos 3 km por una docena de dragones, que estaban ya montados y listos para perseguirnos por si sobrevivíamos al fuego de infantería. Nuestros caballos eran mejores y les dejamos atrás. Más adelante subimos a un terreno elevado y vimos cómo el enemigo se retiraba de la ciudad. Resultó que el ejército se había ido, pero había dejado su retaguardia en la ciudad, la cual, al marcharse, voló el puente.
Espoz y Mina se presentó en Tudela al poco de la marcha de los franceses. Dio orden de que se derribaran todas las fortificaciones y, a tal fin, el ayuntamiento emitió un bando llamando a todos los tudelanos para que el 1 de julio acudieran a la Plaza Nueva provistos de las herramientas necesarias. Según otro apunte de la ya mencionada auditoría de 1814, entre las fortificaciones que se derribaron se encontraban los dos torreones que todavía conservaba el puente en peor o mejor estado (más lo primero que lo segundo a tenor de lo ya visto).
8. LA RECONSTRUCCIÓN DEL ARCO ACTUAL
Como cabía esperar, el quinto arco volvió a reconstruirse con una nueva estructura de madera, aunque esta vez no debió de hacerse con la inmediatez de las ocasiones anteriores, porque del testimonio gráfico y escrito de Locker podría concluirse que cuando visitó Tudela el puente todavía seguía cortado. Sea como fuere, el caso es que la ruina económica que la guerra trajo a Tudela obligó a forzar la vida de este arco provisional hasta el límite de su resistencia:
En la ciudad de Tudela, a 29 de enero de 1817… comparecieron presentes José Marzal y Antonio Garbayo, maestros albañiles y veedores de edificios nombrados por la misma y dijeron que, con orden de dicho ayuntamiento, han pasado… al reconocimiento de los reparos que son necesarios hacer en las fábricas del puente del río Ebro de esta dicha ciudad; y habiéndolos visto con la debida detención… declaran: que uno de los arcos del referido puente, que se destruyó el año de 1808 para impedir el paso a las tropas francesas y provisionalmente se hizo de madera, está amenazando en el día próxima ruina, la que acaecerá si prontamente no se reedifica de piedra y se deja en el antiguo estado que antes tenía; pues, aunque se asegure otra vez con madera, será mucho el gasto que innecesariamente ocasionará y nunca con la seguridad necesaria para poder aguantar el continuo paso por él de gentes, carruajes y caballerías…
La reconstrucción en piedra del arco, así como las obras de reparación prescritas, fueron tasadas por ambos peritos en 42.000 ducados. Hecha la correspondiente solicitud al Consejo Real de Navarra, este decidió en sesión celebrada el 12 de marzo de 1817 encargar al arquitecto Juan Antonio Pagola la redacción del pertinente estudio. Tras visitar el puente, coincidió con los asesores del ayuntamiento tanto en las obras que era necesario hacer como en la urgencia de reconstruir el arco:
…por tanto, es preciso acudir a su reparación; pero lo más urgente de todo es la construcción del referido nuevo ojo que consta de cuarenta y siete pies de luz, medida de este Reyno, que por cuyo corte se halla el puente dividido en dos trozos, y de consiguiente expuesto a ser derruidas sus contiguas obras en algunas extraordinarias crecidas.
Pagola entregó el proyecto el 1 de mayo. Constaba de un plano y de una memoria en la que se detallaba el proceso que debía seguirse para su construcción. Con el fin de no interrumpir el paso durante las obras, programó levantar el nuevo arco en dos fases o mitades, y de aquí que las primeras instrucciones se refirieran al arco de madera existente. Aunque su tablero era más estrecho que el del resto del puente, estaba posicionado en el centro; por esta razón, para poder comenzar a levantar la parte del arco correspondiente al lado de aguas abajo, antes se tenía que desplazar el paso hacia el lado de aguas arriba. Concluida la construcción de la primera mitad del arco, se desmontaría el de madera y se procedería a ejecutar la mitad restante:
La ejecución y el enlace del nuevo arco de puente ha de ser de piedra sillería labrada de aristones y de dovelaje su imposta; con el antepecho y pared de mampostería en el interior de sus enjutas; que para el intento ha dispuesto el correspondiente adjunto plano con su explicación y las condiciones siguientes:
Que por primero que se ha de principiar o practicar, es el ensanchar o extender de cinco a seis pies el paso provisionalmente para carruajes durante el primer trozo del nuevo arco de puente sobre sus tajamares, con los mismos materiales de maderamen y forma que se halla el actual, con sus tirantes, sopandas, tornapuntas y barandados. Esto es, que se han de trasladar desde la parte baja, o salida del agua, a sobre los tajamares; y verificada esta operación, se procederá a fijar la cimbra sobre la misma salida del agua en cosa de doce pies de anchura en planta, como demuestra la misma figura, que ha de ser distribuida en cerchones de dos pies y medio a tres, y estos arriostrados entre sí, y sobre ellos la tablazón.
Hecha esta diligencia con toda puntualidad y solidez que exige la gravedad del asunto, como también formada la tapia de dos filas de estacas hincadas y tejidas con vasnage, y de tierra bien macizada el hueco del centro, que vendrá a ser de cuatro a cinco pies, y hasta mayor altura que la del agua desde un tajamar al otro, para que no incomode ésta en las operaciones de la obra; e igualmente aprontados los materiales necesarios para este tiempo al pie de la obra, como es la cal, arena y piedra labrada, con arreglo a sus respectivas clases y monteas con plantillas de dovelaje y aristones, se dará principio a la obra o nuevo arco, que es algo rebajado sobre los mismos fundamentos anteriores, por hiladas horizontales por ambos lados a un tiempo, bien enlazados y cruzadas sus puntas, la que menos una cuarta, cuyos tizones, en alternativas hiladas, deben llevar dos pies y medio con tres; y además, se han de dejar igualmente las respectivas dejas, que con cuyos indispensables requisitos, y empleado en esta ejecución, mortero fino y blando de iguales partes de la cal azogada, y arena pura, menuda y mojando a tiempo de asentar toda la sillería, se continuará el arco hasta el nivel de sus tercios, como queda dicho, horizontalmente por ambos lados.
Que desde este nivel hasta clavarlo o concluir, se proseguirá por el mismo orden y método, empleando siempre el mejor dovelaje, principalmente de tizones, para este último tercio, además de sus buenas puntas y lechos cumplidos, abriendo en estos últimos ranuras para las lechadas; para este efecto recibiendo por pronto las uniones de yeso hasta que sequen aquellas.
Y bien clavado que sea la porción del arco en los mencionados doce pies de anchura, sobre poco más o menos, e igualmente macizadas con solidez sus enjutas después de la sillería de las caras de piedra mampostería con mortero, se enrasará por la parte superior de modo que puedan pasar, en cuanto a su anchura, los carruajes y demás.
Que en este tiempo se levantará el resto del arco para completarlo el todo de él, en la misma forma que el trozo anterior, a quien se le ha de enlazar bien tanto en sus hiladas horizontales cuanto en las dejas de su unión con lo demás que queda manifestado para el primer trozo, previendo que dicho arco nuevo de puente sea dispuesto construir en dos trozos para que el paso de los carruajes y demás permanezca sin interrupción alguna, así por un lado como por el otro y que por eso quedará bien la obra. En cuya forma, concluido todo el arco y sus enjutas, se colocarán la imposta con sus imbornales, o desaguaderos de aguas llovedizas, y sobre la misma se coronará con los antepechos de a cuatro pies de altura enterizos, con uno y medio de grueso con su chaflán interior; sus uniones o juntas se han de formar con dos medios círculo enteros, cual se ha de macizar con buen mortero blando y de ruejos pelados; y demás medios de su consecución, como es los andamios, cimbras, paso o camino provisional y la tagia del agua. Contados sus labores y operaciones de a toda costa, importa el nuevo arco de puente veinte y un mil y setenta reales fuertes. 21.070
El coste estimado para el resto de los trabajos proyectados fue de 26.152 + 2.500 reales fuertes, por lo que el coste total de la reparación del puente se presupuestó en 49.722 reales fuertes. El Consejo Real autorizó el gasto en su sesión de 7 de junio de 1817 y poco después el ayuntamiento sacó la obra a concurso. Sorprendentemente, ningún constructor se postuló para llevarla a cabo en su totalidad debido a lo complejo de los trabajos que debían hacerse en las partes sumergidas. De hecho, la única oferta que se recibió año y medio después solo incluía las obras a realizar por encima del cauce del Ebro:
En la ciudad de Tudela, y dentro de sus casas y sala de consultas, a 12 de febrero de 1819… …considerando su señoría la necesidad de proceder a su verificación, hizo fijar carteles en esta ciudad, en la de Tafalla y en la villa de Puente la Reina, llamando a los que quisieren hacer proposiciones; pero ninguno ha aparecido hasta hoy, en que por parte de Xavier Marzal se le han presentado a su señoría tan solo por lo correspondiente a la construcción del arco, reedificación de antepechos y encascajar el puente, dejando de hacerlo por lo respectivo a las manguardias, machones y tajamares, las cuales son como se sigue:
- Que el arco nuevo se ha de construir en todo con arreglo al plan y condiciones del arquitecto Pagola, y sus antepechos con seis guardarruedas.
- Que todos los antepechos de los cuchillos en ambos costados se han de demoler y reedificarlos de nuevo con dos hiladas de sillarejo labrados a picón, teniendo cada hilada un pie castellano de alto cuando menos, y sobre estas se sentarán las cubiertas de losa enlazadas en la forma que se halla el ojo últimamente reedificado y a su misma altura.
- Que en todos los antepechos restantes del puente se han de colocar las piedras sillares labradas que falten observando las alturas inmediatas, y además se les ha de dar un repaso general zaboyando las juntas de las piedras que lo necesiten.
- Se advierte que la reedificación de los antepechos fuera de los cuchillos se compone de 23 varas lineales en diferentes trozos de ambos costados.
- Que en todos los restantes arcos del puente se han de colocar grandes guardarruedas a imitación de los que existen nuevos, y que salgan por la parte de abajo un pie y por su cabeza medio pie.
- Que todo el puente se ha de encascajar con cascajo de las Peñuelas, formando en todo su ámbito un pie de lo más de altura sobre sus orillos.
- Que el rematante ha de desmontarse la parte saliente de los torreones derruidos hasta buscar la línea de los antepechos para dar mayor anchura al paso.
- Que las maderas que hoy existen en el arco provisional han de quedar a beneficio del rematante.
- Que las piedras para dichas obras ha de ser de las canteras de Valdetellas.
- Que el arco ha de estar concluido para fin de agosto próximo, y las restantes obras para San Miguel de septiembre siguiente.
- Que han de ser vistas, y reconocidas por los peritos que la Ciudad quiera nombrar, y a satisfacción de estos.
- Que todas estas obras las hará por la cantidad de 29.765 reales fuertes.
- Que el rematante recibirá progresivamente conforme se vayan venciendo las rentas de dicho puente, ya en arriendo o ya en administración, contando desde el día 1 de enero próximo pasado, hasta el completo pago del importe del remate.
- Que el rematante dará fianzas a satisfacción de Vuestra Señoría para el cumplimiento de la contrata.
Y considerando su señoría que estas proposiciones recaen precisamente sobre las obras de mayor urgencia, y cuya ejecución no se puede retardar, reservándose como se reserva proceder a las que ya están en tiempo más oportuno, resuelve administrarlas y que sobre estas se encienda candela con el veinteno ordinario…
Ya fuera antes o después del día de San Miguel, la inscripción de la clave del lado de aguas arriba nos confirma que las obras de reconstrucción del quinto arco finalizaron aquel año de 1819. Junto con la de la clave de aguas abajo, estas inscripciones fueron el punto final con el que un anónimo cantero quiso rendir su pequeño homenaje a la historia de este ojo del puente medieval de Tudela para que en el futuro no olvidáramos que fue este, y no otro, el sacrificado para defender la ciudad. Desde entonces, siempre han estado en ese mismo lugar y aunque sus trazos siguen desdibujándose, nos han permitido traer a la memoria lo que el paso del tiempo había borrado de nuestro recuerdo.
ADENDA: EL OTRO PAISAJE TUDELANO DE LOCKER
Leyendo las palabras que Edward Hawke Locker dedicó a Tudela, es evidente que, salvo el puente y la calle que le llevó hasta él, la ciudad no le gustó nada. Las calles le parecieron estrechas y mal construidas; de la catedral dijo que su arquitectura era pesada, que no tenía nada de curioso y que la torre nueva solo la estropeaba. Sin embargo, su paisaje sí que debió de resultarle atractivo:
…La vista de la entrada es muy hermosa. La población está situada en la confluencia del Ebro y el pequeño río Queiles, en medio de extensas huertas, plantaciones de olivos y de viñedos, que producen un vino tinto como el de Borgoña, muy apreciado. Todo el valle está profusamente cubierto de árboles y contiguas a la ciudad vimos algunas hermosas alamedas. Sobre la llanura se alzan los cerros parduscos en masas irregulares y el terreno es muy abrupto, cortado por barrancos. A una distancia de seis o siete leguas hacia el sur vimos el Moncayo, alzando su cresta hacia las nubes….
Y tan es así, que el dibujo que ya hemos dicho que realizó “desde el campo de batalla” fue de los pocos que hizo a doble página. Y no solo esto, porque resulta que también fue el primero de sus paisajes en ser grabado sobre piedra. Antes incluso de que naciera la idea de publicar Views in Spain recogiendo el resto de sus dibujos y acuarelas; de aquí que no fuera incluido entre sus páginas.
Fue Juan José Bienes quien tras mostrarle el dibujo nos puso a Sagastibelza y a mí sobre la pista que me llevó hasta este grabado, y es que los trazos del edificio representado en el centro le recordaron a los del que protagonizaba un grabado que Esteban Orta incluyó en su libro sobre viajeros que habían visitado sobre Tudela y la Ribera. El paisaje que muestra es más reducido que el recogido en el dibujo, pero, sí; a pesar de las numerosas licencias que esta vez sí se permitió tomar el grabador, la base es el dibujo de Locker. De hecho, fue titulado igual y al pie de la izquierda se informa de que está basado en un dibujo suyo. Es tan difícil reconocer algo de Tudela en él que Orta calificó el grabado como “fantástico” por lo fantasioso de la vista recreada. Está fechado el 1 de enero de 1823; esto es, varios meses antes que el primero de los grabados incluidos es Views in Spain.
A pesar de las discusiones que han surgido entre quienes hemos estudiado el dibujo original, hay que concluir que ese “campo de batalla” desde el que Locker tomó el apunte se refiere a un lugar situado en torno a las faldas de Santa Quiteria:
…[el general Ferrás] envió a su brigadier mayor a que nos mostrara el campo de batalla, a una milla de la ciudad, donde el general Castaños fue derrotado en 1808… …Vimos muchos huesos de los muertos esparcidos aún por el suelo.
El edificio situado tras la loma que oculta gran parte de Tudela es la catedral, solo que con cuatro agujas en lugar de las dos que realmente tiene. Los edificios situados al fondo a la derecha deben ser los conventos de San Francisco y de las Clarisas. La construcción que se ve a continuación en un plano más cercano podría ser la torre de Monreal. A la derecha del todo, las tres columnas dibujadas como si fueran “ruinas romanas” son identificadas con una leyenda que dice “gibbet”; es decir, horca o patíbulo. El río que se indica a este lado sería el Ebro; sin embargo el señalado en el lado izquierdo serían el Queiles o, más probablemente, el Mediavilla. Probablemente, la catedral oculta la torre de la iglesia de la Magdalena; así, las elevaciones situadas a su izquierda se corresponderían a las iglesias de San Jorge y de San Nicolás, y a los conventos localizados al oeste de la ciudad. La investigación sigue abierta.
AGRADECIMIENTOS A Manuel Sagastibelza Beraza (MSB), por animarme a publicar esta investigación y ofrecerse a ayudarme en su redacción, y también por todo el aporte documental que ha enriquecido enormemente lo que en principio iba a ser un artículo mucho más modesto. Y asimismo, a Blanca Aldanondo Otamendi (BAO) por sus increíbles fotografías de las claves del quinto arco; no creo que en sus archivos exista un motivo fotografiado con tanta variedad de ángulos para cazar esos esquivos rayos de luz que a los demás se nos escapan. JOSÉ MARÍA DE LA OSA Operario de fábrica de profesión, es un aficionado a la historia y el arte de Tudela desde su juventud. En 2014 cursó estudios de Historia del Arte en Aula Mentor del Ministerio de Educación. Miembro fundador del Centro de Estudios Merindad de Tudela, ha colaborado en numerosas campañas arqueológicas de su ciudad. Hace 25 años creó el sitio web ciudadtudela.com dedicada desde entonces a la difusión de todo lo relacionado con la historia de Tudela. RESUMEN Aunque hoy sabemos que el arco del puente que los tudelanos cortaron para impedir el paso de las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia fue el quinto, y no el último, este artículo desvela las claves que permitieron corregir un malentendido que pervivió entre nuestros historiadores durante el último siglo. Asimismo, se narra la pequeña historia de este arco desde su destrucción el 6 de junio de 1808 hasta su reconstrucción en 1819. RÉSUMÉ Même si aujourd’hui on sait que l’arc du pont que les tudelans ont coupé pour empêcher la traversée de troupes napoléoniens pendant la Guerre d’Espagne fut le cinquième arc, et pas le dernier, cet article dévoile les clefs qu’ont permis de corriger un malentendu qu’a perdurée entre nos historiens pendant le siècle dernier. Par ailleurs, on raconte la petite histoire de cet arc depuis sa destruction le 6 juin 1808 jusqu’à sa reconstruction en 1819. |
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