Un enigmático viajero
Cien años antes que Marco Polo sorprendiera al viejo mundo con sus viajes, Rabí Benjamín bar Jonas del país de Navarra o Benjamín de Tudela para la posteridad efectuó un periplo con visos de aventura y que aún hoy sorprende por su audacia y aportes.
Durante doce años visitó 190 ciudades de Europa y Oriente medieval, convirtiéndose en una de las primeras fuentes de la demografía judía.
En este artículo se describen las fabulosas experiencias de una de las personalidades más significativas y misteriosas del siglo XII.
Panorama de una época
Nadie podía imaginar, entre la colorida multitud de las calles de Constantinopla medieval, mezclado entre eunucos y mercenarios de todos los confines del Imperio, que aquel viajero con aspecto de rabino, de mirada entre curiosa y crítica, anunciaría como fruto de sus observaciones la decadencia del poderoso Imperio de Oriente, que estaba visitando.
Describiría en su Libro Escribir de Viajes, con estilo preciso y sintético, acerca de la lascivia y de las enormes riquezas de la orgullosa ciudad, a cuyos habitantes tildó de afeminados y carentes de fuentes para resistir. Como debían contratar mercenarios, para defenderse de las acechanzas de los turcos, tribus surgidas de las estepas de Mongolia, que tres siglos más tarde concluirían apoderándose de Bizancio y transformándola en Estambul.
Pero su interés, se centraría en la sufrida comunidad judía, obligada a vivir fuera de las murallas, en el malsano suburbio de Pera. Allí, los curtidores de pieles griegos arrojaban ex profeso sus pestilentes aguas en sus casas. Describiría a los judíos de Bizancio caritativos y buenos cumplidores de los preceptos, soportando la opresión y las ofensas resignadamente.
Así como a Bizancio, visitó otras 190 ciudades y poblaciones durante los entre 8 y 14 años que duraría su viaje. Todo lo que de Benjamín de Tudela sabemos, de su asombroso itinerario y de las descripciones de sus comunidades, lo conocemos por su Libro de Viajes, el Sefer Maasaot. Algunos lo llaman el Marco Polo judío, por las descripciones de un mundo poco o nada conocido. Fue, sin embargo, cien años anterior al gran explorador italiano.
Según declara el profesor Sergio Della Pérgola, prestigioso investigador y demógrafo de la Universidad Hebrea de Jerusalem, Benjamín de Tudela es la principal fuente con perfil científico de la demografía judía.
Pero mas allá de las admirables descripciones de su época, su interés se centró en los judíos y su situación, describiéndonos personalidades, centros de estudio, cifras de población, formas de vida, logros y dificultades.
También nos habla de los grandes acontecimientos políticos e históricos de su época. Estamos alrededor del año 1175, el momento de las cruzadas, el cisma en el papado y los conflictos de Oriente en el fin de la dinastía islámica fatimí.
Se encontraría en su recorrido, con una de las sectas fanáticas de la época, los “alhasisim”, del Líbano, rama de los chiítas, que por sus crímenes dieran origen a la palabra asesino. Liderados por un falso profeta que dictaba vida y muerte a sus fanáticos acólitos, los que embriagados con hachís, eran enviados a cumplir arriesgadas misiones de asesinatos políticos. Fueron los “alhasisim” responsables de la muerte de Ramón de Trípoli (1152), de Conrado de Monferrato (1192), de Nizam al Mulk (1092) y hasta de haber intentado la del célebre Saladino.
El viajero y su búsqueda
El libro de Viajes, Sefer Maasaot
No se conoce con precisión la fecha de inicio de su viaje. Finalizando en el año 4933 (1173 de la era común) Benjamín de Tudela realizó un viaje de entre 8 y 14 años. En el libro que dictó a un anónimo compilador a su regreso, da un pantallazo de su época centrándose en:
1) Los judíos, su ubicación, cifras poblacionales y personalidades. Estos hechos narrados en estilo sintético y preciso abarcan gran cantidad de lugares y datos.
2) Las relaciones entre los centros de poder de su época, básicamente entre el mundo cristiano y el islamismo.
3) La vida económica de los lugares que visitó sin olvidar construcciones, fortificaciones y vida cotidiana.
La época
En ese entonces, viajar representaba un riesgo y el vencer serias dificultades. Debió enfrentar la falta de seguridad, con caminos infestados de bandidos y mares de piratas. La lentitud, ya que difícilmente se avanzaba más de 60 kilómetros diarios por tierra o 150 kilómetros por mar.
Es por eso especialmente llamativa lo conciso de la narración. Eran tiempos en que las descripciones y aún las ideas pasaban por lo mitológico y a veces por lo ingenuo.
“Tenían los sucesos cotidianos formas externas mucho más pronunciadas que ahora. Entre el dolor y la alegría, entre la desgracia y la dicha, parecía la distancia mayor de lo que nos parece a nosotros”, explica Johan Huizinga:
“Todas las experiencias de la vida conservaban ese grado de espontaneidad y ese carácter absoluto que la alegría y el dolor tienen aún hoy, en el espíritu del niño. Un viaje, un trabajo, una visita iban acompañadas de mil bendiciones, ceremonias, sentencias y formalidades”.
“Todo se anunciaba ruidosamente, por medio de cortejos, gritos, lamentaciones, música”. “El mismo contraste y la misma policromía imperaban, en el aspecto externo de la ciudad y el campo, la luz y la oscuridad, el silencio y el ruido”.
“Por virtud de ese universal contraste, emergía de la vida cotidiana, fluctuantes sentimientos de ruda turbulencia y áspera crueldad, pero también de íntima emoción entre los cuales oscila en la Edad Media y la vida urbana”.
El itinerario
Por Tierras Europeas. Entre Sabios y piratas:
Partiendo de Tudela, su ciudad natal, pasando por Tarragona, llega a Barcelona, a la que describe como una hermosa ciudad plena de comerciantes de Grecia, Pisa, Alejandría y “todos los confines”. Menciona a los judíos “hombres sabios e inteligentes” y los nombres de sus principales miembros.
Narbona, la ciudad donde se estudia la Torá con Rabi Calónicos a la cabeza, junto a eruditos que difunden su mensaje a otros países. Continúa con Montpellier. Describe a los judíos de Lunel como varones sabios, estudiosos y cumplidores de todos los preceptos.
Pasa por Marsella y después de cuatro días de navegación desembarca en Génova, de cuyos habitantes menciona que su principal actividad era la piratería. En sus galerías traen el botín de sus correrías. Estaban en lucha permanente con los ciudadanos de Pisa, ciudad rival. “Construían embarcaciones llamadas galeras con las que piratean y saquean”.
Llega a Roma, la gran capital, en la que algunos judíos actuaban en la corte del Papa Alejandro. El Rabi Yejiel, joven y hermoso, que entraba y salía libremente, y era nieto de Rabi Natan el autor del “sefer hearuj” (el ordenado) monumental obra lexicográfica y diccionario del Talmud y los midrashim.
Menciona los palacios e iglesias de Roma y en particular San Pedro y los recuerdos, escondidos en una cueva, que Tito trajera de Jerusalén cuando destruyera el Segundo Templo.
De Sorrento nos habla de sus baños termales y del petróleo entonces utilizado para medicamentos y ungüentos.
Continúa hacia el sur de Italia, Nápoles, Salerno, Amaldi y Brindisi donde los judíos se dedicaban al arte de la tintorería.
La etapa del imperio bizantino
“No se ve espectáculo como este en ningún otro país”
Después de pasar por Patras, Corintio y otras ciudades y poblaciones, nos describe a los valacos, aparentemente criptojudíos. Ligeros como ciervos, viven en los montes, bajan para saquear y pillar en las tierras de Grecia.
Sigue a Tebas, “la gran ciudad”, con dos mil judíos que eran los mejores artesanos de Grecia, haciendo vestiduras de seda y púrpura.
Llega a Constantinopla, en donde reinaba Manuel el Emperador. Se deslumbra ante al poderío y la fastuosidad, las iglesias con columnas de oro y plata y el Hipódromo donde se celebraban combates de fieras anualmente. Estaban en guerra permanente con los turcos.
Por vía marítima, visita Chios, Samos, Rodas y Chipre. A dos jornadas de Antioquia se encuentra con la ya descripta tribu de las “al hasisim”.
Continúa por Beirut y Sidon, donde describe a los drusos como un pueblo depravado que “posee a sus hermanas y el padre a su hija”, tildándolos de torpes.
Por la tierra prometida
¿Pudo Desplazarse Libremente?
Entra por el Norte, llegando al puerto de Acco, punto de ingreso de los peregrinos. Pasa por Haifa. En Cesárea, se encuentra con cerca de doscientos judíos tintoreros, y a los “shomronim” samaritanos (secta judía cismática) que habitaban en la ciudad de Schjem (Nablus), centro de su ritual, cercana al Monte Guerizim.
A la Jerusalem de aquel entonces, la describe en detalle. Pequeña y fortificada, con tres murallas, estaba ocupada por los cruzados. Se emociona frente el Muro Occidental (Kotel Hamaraví), en donde los judíos acudían a rezar. Habla de los cementerios, que eran destrozados para utilizar sus piedras en la construcción. Doscientos judíos la habitaban, al pie de la Torre de David.
En Belén, describe el mausoleo de Raquel, hecho con once piedras, según fueron los hijos de Jacob que constituyeron las tribus (excluye a los levitas que no poseían tierras).
Descubre en Hebron, la cueva de Majpela, la tumba de los patriarcas, a la que se accedía bajando a través de una serie de cuevas.
En Iafo, encuentra un único judío y en Ashkelon a los caraítas (secta disidente del judaísmo).
De Tiberíades nos menciona las aguas termales y su visita a la Tumba del Rabino Iojanan Ben Zacay y a la de Iehudá Halevi el gran poeta tudelano, de la misma ciudad que Benjamín de Tudela.
Algunos estudiosos se asombran de la libertad de movimientos que disfrutó en una época de gran intolerancia hacia los judíos.
La ruta del medio oriente
“El Arte de los Encantadores”
Llega a Damasco, tierra de huertos y vergeles, con su gran mezquita y esplendor circundantes.
Innumerables localidades son descriptas a continuación, manteniendo los datos sobre cantidades de judíos, nombres de sus autoridades rabínicas y principales características arquitectónicas y económicas de las poblaciones.
De Persia nos habla de Pumbedita, la sede la los compiladores del Talmud babilónico. En Bagdad, del enorme palacio, y de su rey que no deseando mantenerse del erario público, tejía esteras que luego vendía como forma de sustento. Una vez por año, desfilaba montado en una mula frente a su pueblo, con su fino turbante de oro y piedras preciosas cubierto por un paño negro, como diciendo “ved todo este honor lo cubrirá un día la tiniebla de la muerte”.
Referente a la comunidad judía, describe sus academias y las veintiocho sinagogas que funcionaban. El sepulcro del profeta Ezequiel era un lugar de peregrinaje. El santuario estaba repleto de libros provenientes del Primer y Segundo Templos. El que no tenía hijos donaba allí sus libros.
Se encuentra en el desierto, con tribus judías indómitas, llamadas los jebar. Estaban en guerra con los ismaelitas y al parecer constituían un reino poderoso y organizado. Con coloridos relatos describe a estas tribus que despertaron su admiración. Eran fieles cumplidores del shabat. Fueron forzados a aliarse al reino persa bajo la amenaza de represalias contra los judíos que vivían en ese poderoso imperio.
Viaja a Persia. En Susa, encuentra el sepulcro del profeta Daniel escribiendo: “Cuando el gran emperador Sanyar, vio cómo el gentío trasladaba el féretro de Daniel de una orilla a otra orilla del río preguntó qué era aquello y le dieron cuenta de la guerra que entre los pobladores de ambas orillas de la ciudad se libraba, por el honor de tenerlo. Dijo: no es correcto hacer tal desprecio del profeta Daniel. Suspendedlo del puente en la mitad del río con cadenas de hierro”.
También relata la historia del falso mesías David el-Roy.
Continúa hasta el extremo oriente mencionando a China y luego a India y las excelentes especias y el trueque que practicaban con las sedas, la púrpura y el lino. Menciona en detalle la recolección de las perlas, que era monopolio del rey, bajo la administración de un funcionario judío.
En el puerto de Cawlan, se encuentra con judíos de tez negra, “buenos observantes de los preceptos y de la Torá de Moisés y poca cosa del Talmud y la Halajá”. Acota sobre el intenso calor de la zona que los obligaba a hacer sus actividades al anochecer.
Refiriéndose a los habitantes de la zona, los critica: “cuando sale el sol con grandes ruidos hombre y mujeres queman incienso, tal es su camino de torpeza”.
Desde Libia, pasando por Asuán llega a El Cairo. Observa la ansiedad con que eran esperadas las inundaciones del río Nilo, como fuente de riego y los ingeniosos métodos utilizados para pescar, haciendo grandes zanjas donde los pedes quedaban atrapados al retirarse las aguas.
De Alejandría describe el maravilloso Faro y a los tres mil judíos que la habitaban. La importante comunidad, se halaba dividida entre los Eretz Israel y los Eretz Babel. Estos últimos seguían el ritual de Sefarad al que Benjamín de Tudela era adherente. Los Eretz Israel leían la Torá en ciclos de tres años.
Se asombra ante las grandes ruinas de la época faraónica y las relaciona con la esclavitud del pueblo judío en Egipto.
El regreso
“Yo Conduciré a los Judíos y los Reuniré”
Por mar, llega a Palermo (Italia) donde reinaba Guillermo, el bueno (1154-1189). Continúa hasta Alemania, Ashkenaz. “En estas ciudades hay eruditos y comunidades, aman a sus hermanos y están en paz con sus prójimos y lejanos. Si les viene un huésped se alegran con él: D´s recuerde nuestro destierro y levante el honor de su Mesías, entonces cada cual dirá yo conduciré a los judíos y los reuniré”.
Pasa por Praga, menciona a Kiev y entra en Francia “Sarfat”. En París, habla de los eruditos dedicados día y noche al estudio de la ley judía, fraternales y amistosos.
Finaliza su libro con el deseo: “D´s nos bendiga y se apiade de ellos”.
Conclusiones
El audaz viaje emprendido por Benjamín de Tudela, durante alrededor de 14 años y en plena Edad Media, más allá de los peligros y penurias que debió superar, plantea enigmas.
¿Fue solamente el interés por las comunidades? ¿Pudo haber sido un informe estratégico, o pudieron haber sido las observaciones de un traficante de piedras preciosas como algunos estudiosos sugieren?.
Lo cierto es que su libro constituye la base de la demografía judía moderna y trasunta una pasión por lo judío.
En los albores de la humanidad el hombre viajó por supervivencia, luego por motivos místicos, o tras los grandes mitos, o para conquistar territorios. Después vino la investigación hasta llegar a lo que hoy se conoce como viaje de placer. ¿Habrá sido el viaje de Benjamín de Tudela la búsqueda de sí mismo?
Mauricio Stamati
De la revista judía independiente «La luz»
Adiós río Ebro, regresaré aunque solo sea para morir en tus orillas
Monumento en Tudela
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