DOCUMENTOS SOBRE LA TORRE DE LA CATEDRAL DE TUDELA QUE CAYÓ EN 1676 (I): ESTADO PREVIO, RUINA Y PRIMERAS REPARACIONES.
Maite Forcada Huguet
INTRODUCCIÓN.
El domingo 21 de junio de 1676 cayó la torre de la Insigne Colegial de Tudela. Fue sustituida al poco por una nueva, la actual, más acorde con los gustos de la época y de la que, gracias a la documentación original conservada y a los numerosos estudios que la han tratado, podemos llegar a conocer hasta el más insospechado de los detalles de su construcción; sin embargo, no sucede lo mismo con la que le precedió. No solo no nos han llegado noticias de su construcción o arquitectura, tampoco sabíamos del lugar sobre el que fue levantada. De entre nuestros primeros historiadores, Juan Antonio Fernández y Joaquín Ruiz de Conejares apenas se limitaron a reproducir el relato del momento en que se produjo el desmoronamiento, y solo José Yanguas y Miranda supo aportar una supuesta novedad: que estaba en el ángulo más inmediato al palacio episcopal. Es decir, a la derecha de la Puerta del Juicio y junto al hoy Museo de Tudela-Palacio Decanal. Desde entonces, quienes nos han venido hablando de la catedral no han hecho sino asignar el mismo emplazamiento para localizar la vieja torre. No ha sido hasta las últimas publicaciones dedicadas al estudio de la catedral de Tudela cuando se ha comenzado a cuestionar el aporte de Yanguas y a apuntar que debió estar justo en el lado contrario; bien donde la actual torre o bien sobre el último tramo de la nave lateral que da a la Plaza Vieja.
Esta última idea, que es la que ha venido siendo defendida por José María De la Osa “desde siempre”, ha sido la que ha propiciado el inicio de una investigación que, finalmente, ha dado con una colección de documentos que narran lo acontecido en el espacio temporal que transcurrió en torno al derrumbe. Desgraciadamente, nos falta la “fotografía” de la escena que veían quienes redactaron algunos de estos escritos, de aquí que no resulte sencillo llegar a entenderlos en su totalidad. Aun así, este primer análisis y estudio que estamos presentando es suficiente para descubrir, además del origen de ciertas cicatrices que todavía perduran y de cómo se configuraba por entonces la catedral en el lateral que daba a la plaza, algunos de los aspectos más relevantes de aquella primitiva torre; y entre ellos, el de su ubicación. Ya desde el primero de los testimonios que más de medio siglo antes de la ruina nos informa del problema de estabilidad que presentaba la torre, se confirma la hipótesis defendida por De la Osa: que se alzaba a la izquierda de la Puerta del Juicio, sobre la esquina de la nave que da al ayuntamiento y junto a la actual torre.
Finalmente, la caída de la torre no produjo los daños que tanto temieron nuestros antepasados; y aunque la ruina fue grande, no produjo desgracias personales. A tenor del contenido de las actas municipales posteriores, las funciones de gobierno de la ciudad continuaron con normalidad salvo por una constante que se repite como tema recurrente: la necesidad de volver a contar con una campana y un reloj que sustituyeran a los destrozados con la ruina, pues eran los instrumentos que regían la vida diaria tanto del propio consistorio como de los vecinos. A parte de esto, el día a día de la mayoría de los tudelanos apenas se vio alterado más allá de lo previsible.
En este primer artículo de nuestra investigación, realizada con la colaboración de Manuel Sagastibelza y del ya mencionado José María De la Osa, vamos a ocuparnos de los documentos que llegan hasta el momento en el que se realizan las primeras reparaciones, cuando todavía se tenía en mente volver a reconstruir la torre. En ellos podremos ver también cómo la despreocupada actitud del Cabildo ante las primeras señales que evidenciaban el peligro se tornó repentinamente en desesperada ante los pequeños desprendimientos que vaticinaban que el desastre era inminente. Pero para entonces ya era tarde y no hubo tiempo ni para siquiera comenzar a preparar las obras de refuerzo proyectadas con urgencia.
Esa primera idea de reconstrucción fue descartada al poco, de aquí que a partir de este momento se cambiara el enfoque de las siguientes actuaciones y que estas se proyectaran teniendo en cuenta la construcción de una nueva torre, esta vez, exenta a la fábrica de la Colegial. Lo veremos en un segundo artículo. No obstante, antes de concluir éste haremos un pequeño aparte para desarrollar brevemente algunas de las novedades que han surgido durante la investigación y que merecen su propio espacio.
SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE AQUELLA TORRE.
El hecho de que entre la Puerta del Juicio y el Palacio Decanal existan un lienzo de muro parcialmente arruinado y otros elementos arquitectónicos que se conservan en torno a él, ha dado pie a que, desde José Yanguas y Miranda, nuestros historiadores, uno tras otro, hayan localizado la primitiva torre a la derecha de la puerta del Juicio. Sin embargo, los restos de una construcción, hoy perdida, que se vislumbran sobre el tramo noroccidental de la nave que da a la plaza, así como la ausencia de elementos de cimentación en el lugar que se venía suponiendo, ha hecho que, como ya hemos adelantado, desde la pasada década se haya comenzado a apuntar la posibilidad de que pudiera estar a la izquierda de dicha puerta y dando a la Plaza Vieja. Carlos Martínez Álava, entendiendo que estos restos serían parte de la estructura de una construcción que comunicaría el pasaje de ronda que discurre sobre la puerta del Juicio con una torre, sitúa la que cayó en 1676 en el mismo lugar que la actual:
…un segundo piso abovedado del que restan los arranques de la bóveda adosados al muro exterior de la nave central, así como un arco fajón apuntado a media altura… debió de servir de comunicación entre la torre medieval y el pasaje de ronda de la fachada occidental… Esta torre medieval se debía de alzar en el mismo emplazamiento que el actual campanario barroco.
Javier Martínez de Aguirre Aldaz, en cambio, en base a otros ejemplos semejantes en localización y solución estructural dentro del gótico navarro, deduce que estos restos podrían corresponder a la estructura que soportaba la torre:
…los arranques de nervios sobre la cubierta de la nave lateral en la esquina noroccidental, donde se dio inicio a un anexo alto que no ha llegado a nuestros días; probablemente son los restos de la torre que se hundió a finales del siglo XVII.4
A la vista de los documentos que comentaremos a partir del siguiente capítulo, hay que decir que, ya sin lugar a ninguna duda, esta última propuesta es la correcta.
Más allá de su precisa localización, solo los informes redactados tras la ruina de la torre ofrecen referencias que, aunque escuetas, permiten reconstruirla de manera muy básica. Estaba formada por dos cuerpos: el primero, que es al que pertenecieron los restos que hemos venido comentando, alojaba en su interior las pesas del reloj y se elevaba hasta la cubierta de la nave principal; el segundo, que probablemente tendría una altura similar, albergaba al reloj y a 7 campanas. La bóveda de este último se protegía con un tejado sobre tijeras de madera, por lo que ya podemos adelantar que la torre no estaba coronada por ninguna aguja.
Desde hace tiempo se viene diciendo que esta torre era románica por entenderse que una donación realizada en 1228 para la fabricación de las campanas indicaría que la construcción del correspondiente campanario estaría próxima a su conclusión.6 La lectura tiene su lógica y podría ser acertada para un primer campanario, pero no para el de la torre que cayó en 1676, porque, como bien dice Martínez Álava, los restos que subsisten son propios del gótico del XIV:
El capitel conservado en el lado izquierdo, decorado con un elefante [son dos mulos], así como las secciones de los arcos que componían su bóveda de crucería son, como las partes altas de toda la fachada occidental, plenamente góticas, pudiéndose fechar ya en el siglo XIV…
Entre estas otras obras de las partes altas que compartirían la misma datación se encontraría la torrecilla ochavada que corona el estribo derecho de la Puerta del Juicio:
La datación de la torrecilla viene dada por la aparición en las molduras de un listel característico del gótico radiante, que se difunde en el reino navarro a partir del último tercio del siglo XIII. Y también por el tipo de modillones empleados en la cornisa que separa el cuerpo cuadrado del octogonal, pues están constituidos por la superposición en voladizo de tres gruesas ménsulas de cuarto bocel. Se trata de un elemento que trae a la memoria otras edificaciones torreadas góticas navarras, especialmente la de San Pedro de Olite (con sólo dos ménsulas superpuestas en idéntico emplazamiento de encuentro entre un cuerpo cuadrado y otro octogonal) y las de diversas edificaciones del palacio de la misma localidad.
La construcción de ambas edificaciones se ha puesto en relación con una etapa constructiva llevada a cabo durante el reinado de Carlos III el Noble, y que también habría afectado a la bóveda de crucería del último tramo de la nave principal, ya que su clave fue sustituida por una en la que aparecen las armas Navarra-Evreux orladas por hojas de castaño.9 Se trata de la divisa de la orden de caballería de la Bonne-Foy creada por este monarca en 1391. Según Uranga Galdeano e Íñiguez Almech, las obras ejecutadas durante este reinado habrían tenido por objeto reparar los daños producidos en la cubierta por un supuesto fuerte incendio. Lo justifican por unos saltados de la piedra y también por la reposición de columnas empotradas en los pilares, sin traba ninguna con el núcleo de los mismos; pero si vemos las fotografías a las que nos remiten, comprobamos que se están refiriendo a los restos que venimos comentando de la torre caída en 1676, que no son reposición ninguna, sino el arranque de una nueva estructura cuya construcción se inició por entonces.
Aunque lo tardío de la construcción de esta torre –dos siglos después de iniciarse las obras de la iglesia Colegial– pueda llevar a sospechar la existencia de otra anterior, que bien podría haberse arruinado sobre el tramo de cubierta posteriormente reparado con Carlos III, el hecho es que no ha llegado hasta nosotros ningún rastro o noticia de su existencia. Cierto es que Faustino Menéndez Pidal, al referirse a la clave con los símbolos de este monarca, así lo explica, pero la ausencia de referencias a ninguna fuente nos hace sospechar que la alusión a una torre caída en el siglo XIV es fruto de un malentendido. Sea como fuere, nosotros vemos que tanto la construcción del pequeño torreón como las anomalías constructivas que todavía se aprecian en la fachada occidental de la catedral están vinculadas al proyecto de construcción de la torre que nos ocupa.
Estas anomalías a las que nos referimos son dos. La primera tiene que ver con el estribo de la nave principal situado a la derecha de la Puerta del Juicio. Su costado izquierdo monta sobre el anillo exterior del rosetón en el encuentro “tangencial” de ambos. Tan es así, que algunos de los sillares evitan el solapamiento gracias a estar tallados en bisel. La segunda se refiere al arco-puente que comunica este estribo con el situado a la izquierda. Es evidente que su eje está desplazado respecto al de la nave principal. Visto desde el exterior puede dar la impresión de que es el rosetón el que está desalineado, pero si lo contemplamos desde el interior de la catedral se comprueba que está perfectamente centrado.
Puestos a buscar una respuesta a estas, en principio, injustificadas incoherencias arquitectónicas, entendemos que se explican por la necesidad de dotar de un acceso lo más cercano posible a la nueva torre. Al proyectarse esta sobre el último tramo de la cubierta de la nave del evangelio, se habría considerado oportuno la construcción de una escalera hasta este nivel de cubierta. Se trataría del caracol del estribo derecho que todavía sigue siendo el más empleado para poder acceder a la entrada de la actual Torre Nueva. Su construcción interior explicaría la primera de las anomalías, pues por cuestiones de espacio habría tenido que recrecerse. Así, el solapamiento que comentamos revelaría que esta ampliación se hizo por el lado que da al rosetón. La consecuente reducción por este lado del espacio entre los dos estribos habría obligado a reformar el arco-puente para que estructural y arquitectónicamente estuviera equilibrado. Por el diferente aspecto que todavía se observa en los sillares, parece que solo se mantuvo intacto el arranque izquierdo; el resto habría sido desmontado y vuelto a reconstruir. Finalmente, el pináculo decorativo que a buen seguro coronaba el estribo derecho se habría sustituido por el pequeño cuerpo de torre, la plataforma y la torrecilla que protege la salida del caracol al nuevo nivel de coronación.
DOCUMENTOS PREVIOS A LA RUINA.
Las primeras noticias que evidencian que la estabilidad de la torre era ya precaria las hemos encontrado en los informes de la visita pastoral que el deán Antonio de Cuellar realizó en junio de 1617. Al referirse a la capilla de San Sebastián recogen que en ella no se dice misa por el peligro de la torre. Años más tarde, volvemos a leer idéntica referencia con ocasión de la visita cursada en 1624 por el chantre Miguel de Elizondo, aunque, en este caso, al ocuparse de la torre también nos dicen que en ella hay mucho escombro y descubierto un pedazo de tejado.
Estas referencias a la capilla de San Sebastián van a indicarnos de manera indirecta la ubicación de la torre en el lugar al que nos venimos refiriendo, porque, aunque hoy desaparecida, hemos descubierto su localización gracias a la sentencia de profanación de la plaza de Santa María (Plaza Vieja) en 1622. En ella, al delimitar el espacio que va a dejar de ser sagrado, una de las referencias que se señalan sitúa la capilla en la esquina de la nave lateral que da a la plaza y a la actual calle Roso:
…dijo que debía profanar y profanó el sitio y lugar que servía de cementerio en la dicha plaza pública y lo demás que hay desde la dicha plaza, por detrás de la capilla de San Sebastián, hasta el estribo nuevo de la puerta pintada, con todo lo sagrado de aquella calle que es desde la esquina del dicho estribo, que comienza del sitio de la Puerta Pintada, hasta la entrada de la plaza en que hay 15 varas; y de la entrada de la plaza midiendo en derecho hasta frontero de las casas del señor D. Francisco de Veraiz, alcalde ordinario de esta ciudad donde de presente vive, lo que dicen es sagrado que hay 29 varas; y en largo de la plaza que son 44 varas, quedando por lugar sagrado todo el enlosado de la puerta de la dicha Iglesia Colegial de Santa María que está cubierto de tejado fuera de la dicha iglesia, que será hasta 6 varas en cuadro por cada parte… Todo lo demás que se comprende en las 15 varas de la calle que cae detrás de la capilla de S. Sebastián hasta la mitad de la dicha calle y las 29 varas de ancho y 44 de largo, poco más o menos, sin el dicho portal y lo que ocupa la capilla de Santa Isabel fuera de esto lo susodicho y lo demás de la dicha plaza y calle que fuese sagrado…
La mención al “estribo nuevo”, que no “tribunicelo”, es determinante como referencia, pues este no es otro que el pequeño contrafuerte situado a la izquierda de la Puerta del Juicio, en la esquina entre esta y la pared que continúa hasta la Torre Nueva. No hemos podido averiguar en qué momento se levantó, pero este refuerzo evidencia un dato interesante: que antes de la profanación y de las visitas que hemos visto, la torre ya sufría problemas estructurales. Una vez identificado este estribo, las medidas proporcionadas por la sentencia permiten la reconstrucción aproximada –o poco más o menos– de la superficie profanada.
Lo más interesante de esta reconstrucción es que, además de permitirnos localizar la capilla de San Sebastián, nos descubre la existencia de una franja de construcciones de poco más de 3 metros que recorre todo el muro lateral de la nave del evangelio hasta la capilla de La Dolorosa (entonces de Santa Isabel). El tramo más occidental podría corresponder a la propia capilla de San Sebastián, que de ser así tendría su cabecera extramuros de la catedral. Las dependencias que se alojaban en los dos tramos restantes los descubriremos a continuación.
A pesar de estas evidencias, la precaria estabilidad de la torre no comenzó a ser objeto de seria preocupación hasta mayo de 1676. Un informe redactado el primero de ese mes alertaba que en la nave principal de dicha santa iglesia, en la parte alta del trascoro, se cayeron unas piedras. Fue solo entonces cuando para acudir al debido pronto remedio hicieron llamar a maestros arquitectos peritos, de fuera de este reino, para que, junto con los de esta ciudad, vieran y reconocieran el daño de dicha ruina. Hecha la inspección, en el correspondiente informe destacaban que, además de otras obras, debía reforzarse la estructura de la torre:
…declararon se hicieran diversos reparos y, entre otros, unos estribos fuertes a la torre de dicha santa iglesia en la parte de plaza y calle para cuyo efecto y fabrica y su seguridad se hicieron capitulas de la forma y cómo se ha de hacerse la fábrica y reparos…
Eran tan complejas y costosas estas obras que el consiguiente proceso de subasta a remate de candela resultó infructuoso. Así, el fabriquero y los procuradores de las parroquias de Santa María y San Julián decidieron confiar estos trabajos a Juan Muñoz y Francisco San Juan –albañil y carpintero, respectivamente– quienes desde hacía tiempo ya venían trabajando para la colegiata de manera satisfactoria.
En las capitulas referentes a los nuevos estribos se detalla con precisión que estos iban a ser un refuerzo lateral de los ya existentes, que denominan estribos viejos. Primero se refieren al situado en torno a la actual sacristía de la capilla de Santa Ana, que debía reforzarse en dirección a la plaza, y después al situado en la esquina, que debía hacerlo hacia la calle, y para los cuales iba a ser necesaria la ejecución de una importante cimentación:
Primeramente, que los dichos principales fiadores han de hacer dos estribos en la dicha torre, uno hacia la parte de plaza y otro a la calle, para lo cual han de derribar la parte de galería, archivo y sacristía que corresponde al estribo viejo de la torre, y han de levantar una pared de ladrillo y eso para cerrar la dicha sacristía de los capellanes… Y en el dicho puesto desocupado, han de abrir una zanja de cuatro varas y tres cuartos de ancho, que viene a ser una vara más que el estribo viejo de la torre, y de salida hacia la parte de la plaza ha de tener una vara más que la pared de la sacristía y de galería, y de profundo cuatro varas y media o lo más que fuese, cuatro varas. Y en dicha zanja se ha de erigir un cimiento de mampostería llana, gruesa y compuesta en todo su cuerpo, así que en las partes que arrimen al terreno como en el alma de todo el estribo, el cual, para que vaya con toda seguridad, se ha de unir con el estribo viejo de la torre, del cual han de quitar de tres en tres los sillares y meter tizones una vara dentro y quitar todas las piedras movidas y poner otras de dicho estribo viejo de la torre.
Estas galería, sacristía de los capellanes y archivo que se debían demoler parcialmente para abrir el espacio que requería la construcción del cimiento del nuevo estribo anexo al viejo, son el resto de las dependencias que ocupaban la franja que nos ha revelado la reconstrucción del área de la plaza que dejó de ser sagrada. La sacristía y el archivo estaban en la planta baja “semienterradas” como la actual sacristía de Santa Ana, y la galería discurría sobre ellas en el piso superior. De estas dependencias solo conocíamos la existencia de la galería por una nota de 1607 recopilada por Julio Segura Miranda. Aunque no terminó de localizarla, nos decía que el Cabildo veía desde ella los festejos populares. Dos capítulas más adelante el informe continúa apuntando que:
…han de hacer un estribo de piedra campanil muy crecida y su forma ha de ser a escarpe, y ha de rematar en la imposta que está sobre el tejado de la dicha galería quedando media vara fuera de la pared de dicho estribo de la torre, y ha de ser de ancho como el viejo; y para que también tenga unión la fábrica nueva con la vieja, se han de arrancar también los sillares de dicho estribo de tres en tres hiladas por su frente y por los lados, y entrar tizones de una vara en dicha fábrica vieja del estribo y pared de la torre; y el alma de dicho estribo ha de ser de mampostería gruesa, llana, entallada y compuesta; y quitar todas las piedras movidas y quebrantadas y poner otras que hagan una la fábrica vieja y la nueva.
Ítem. A la parte de la calle y en la de la plaza han de apuntalar fuertemente y con toda seguridad, y en la parte de la calle han de abrir una zanja de dos varas de largo hacia la parte de las casas del mayorazgo de Las Cortes y de ancho otro tanto como es el estribo y una vara más; y de profundo, cuatro varas y media, o lo que fuese necesario, y se ha de macizar y fabricar de mampostería en la misma conformidad hecha, que es de piedra gruesa, entallada, llana y compuesta, uniendo el dicho cimiento con la fábrica vieja del dicho estribo de la torre, quitando y arrancando los sillares y poniendo tizones hasta la superficie de la tierra; y estos tizones han de entrar una vara adentro de la fábrica vieja de tres en tres hiladas y desde la dicha superficie, dejando su talón proporcionado, han de levantar de piedra campanil muy crecida un estribo a escarpe, en la forma que está el de la Puerta Pintada de la dicha santa iglesia, dándole un palmo más de salida; y también esta fábrica se ha de incorporar toda con el estribo viejo de la dicha torre quitando todas sus piedras de la fábrica de la torre para unirla hasta en altura de todo lo que hoy está con sentimiento según las mismas piedras lo muestran, y de ancho este estribo ha de ser como el viejo.
Ítem. Han de levantar la galería con su pared, pilar o pilares que fuesen necesarios, dejándola en la forma cuadrada que ha de tener el dicho estribo nuevo.
Así pues, parece que todo fue preparándose para iniciar lo antes posible estos trabajos de reparación y consolidación; de hecho, ya habían comenzado a arrancarse piedras del viejo castillo para este fin. Conocemos este dato por el malestar que la intervención causó en el Regimiento, pero no por la extracción en sí, que debía ser práctica habitual desde hacía años, sino por los daños que se estaban produciendo a la acequia del molino. El acta de la sesión ordinaría celebrada el 21 de mayo de 1676 recoge así su queja:
Este día, continuando su señoría el cuidado de sus propiedades, atendiendo a que es propia de la Ciudad la acequia del molino y que la limpia y conserva para que tenga corriente y mueva el molino sin embarazo, y que con ocasión de que para el reparo que se ha de hacer en la torre de la Insigne Colegial de esta ciudad, se ha arrancado mucha cantidad de piedra en la parte del castillo por la parte que afronta a la acequia del molino, y que la han arrojado toda desde la eminencia, donde la han sacado, hasta la carrera que va a Santa Cruz, la cual está pegante a la acequia del molino, con que algunas piedras han cruzado la carrera y caído a la acequia… …las partes de donde han arrancado la piedra y por donde ha corrido hasta la carrera, han quedado molidas y quebrantadas, de manera que las lluvias han de bajar lo molido y quebrantado a lo hondo y todo ha de correr a la acequia del molino deteniendo su curso y obligando a que se haga limpia para que el molino no cese, y porque este daño lo han ocasionado los que han arrancado la piedra que son Juan Muñoz y Luis García…
Pero, a pesar de todo lo que se pudo intentar hacer para evitarlo, el domingo 21 de junio cayó la vieja torre sin que estas obras de refuerzo hubieran comenzado.
LA RUINA DE LA TORRE.
La descripción de lo sucedido aquel fatídico día fue recogida en el acta correspondiente a la reunión celebrada en las casas de la Ciudad el 25 de junio de 1676 para tratar de lo ocurrido.23 El relato comienza recordando que por razón de la ruina que amenazaba la torre principal de dicha Insigne Colegial se había llevado en procesión general con la solemnidad que acostumbra en semejantes procesiones, a la gloriosa Santa Ana, patrona de la dicha ciudad y su reliquia.
Lo ocurrido a continuación quedó recogido por distintas fuentes. El acta municipal continúa la narración diciendo que al llegar la procesión a la parroquia de San Salvador, donde se hallaba el Santísimo Sacramento y se celebraba la fiesta de la Minerva, se detuvo la comitiva y se celebró el oficio, y que justo en el momento de recoger en el sagrario el Santísimo, les llegaron las noticias de que se había hundido la torre:
…pero con tal moderación y favor singular, que no había hecho daño a ninguna persona ni a otros que se temían en otros edificios y casas que porque de todo tenían noticia dejaba de referirlos.
Frente a esta descripción del derrumbe, la versión que facilitó el procurador en su carta al Consejo tenía un tono más “místico”:
…fue nuestro señor servido que el día 21 del mes de junio último pasado, entre cuatro y cinco de la tarde, habiendo precedido algunas circunstancias milagrosas, se asentó y demolió la torre de la dicha santa iglesia sin haber sucedido la desgracia de personas ni la ruina de otros muchos edificios que estaban contiguos de personas particulares, que se temió que por este lado los daños habían de ser muy crecidos, y aunque en el resto de la torre que quedó, lo está con algún sentimiento.
De modo que, por cómo describen la ruina, parece que la torre, más que desplomarse hacia otros edificios, cayó a plomo causando daños menores en el entorno y más acusados al interior y cubiertas. Y en la preparación de las fiestas de Santa Ana de ese año aún le agradecían a la patrona su intercesión ante el desastre:
…y se ponga particular cuidado en el presente año por haber experimentado conocidos milagros y beneficios a su intercesión de nuestra patrona obrados por Dios nuestro señor en la ruina que ha sucedido de la torre de la Insigne Colegial de esta ciudad.
Años más tarde, una carta de Carlos el Hechizado, II de España y V de Navarra, aporta también un interesante dato sobre cómo se produjo el derrumbe, pues dice que cayó a la parte de la capilla de San Sebastián.
En la misma acta del día 25 se va vislumbrando lo que para la ciudad, Cabildo y Regimiento supuso de contratiempo; pero, sobre todo, se destacan la intención que desde un principio hubo de reconstruir la torre y el apoyo que el regimiento mostró al Cabildo, tanto en lo que a consuelo moral se refería como de sostén económico, determinando los medios más proporcionados para la reedificación y volver a su estado la torre, disponiendo por ahora que se acabe de derribar lo que ha dejado de caer y conviene que caiga.
Pero, además, el Regimiento veía con preocupación que con la torre también habían caído su campana y su reloj, que eran de gran importancia para el normal funcionamiento de su gobierno, siendo este un tema recurrente a lo largo de los años hasta que finalmente se construyese la nueva torre.
…y para el servicio público reloj y campana de queda que sirva para este efecto y para las juntas y obras políticas y de república, porque ambas piezas, que serán joyas muy preciosas, también cayeron con la torre y todo se ha destruido y maltratado y la una y la otra eran de la Ciudad y como obra suya las habrá de volver a reedificar y poner en el estado.
Todas las sesiones del consistorio hasta ese fatídico día comenzaban de la misma manera, al toque de la campana y a la hora señalada: en la ciudad de Tudela y dentro de las casas de la dicha ciudad, dentro de su sala mayor de acuerdos, jueves día de acuerdo ordinario, sonada la campana María a pliega y concejo público…; mientras que a los pocos días del suceso escribían: y se juntaron en el dicho puesto como día de acuerdo ordinario, sin llamado de campana por estar rota aquella. Asimismo, este reloj y su campana regían la vida de los habitantes de Tudela y, como nos señalan, eran indispensables para el regimiento de los enfermos a quienes en horas señaladas del día y de la noche se les aplican las medicinas y dan las viandas. Pero también en la misma torre se hallaban las campanas que el Cabildo utilizaba para convocar a los fieles y señalar los oficios religiosos.
Esa urgencia se ve reflejada en la rapidez con la que se celebra la reunión extraordinaria del Cabildo a la mañana del día siguiente, 22 de junio, en la que se nombra a Miguel de Baquedano tesorero, Agustín de Vides, Luis de Arguedas y Miguel de Zúñiga como sus representantes en todo lo que conviniese y fuese necesario en razón de la forma y disposición que se puede tomar para la reedificación de la torre y campanas de esta santa iglesia y todo lo demás concerniente, disponiendo con la Ciudad lo que creyesen conveniente y poniéndolo en ejecución. De esta manera se reunieron estos en las casas de la Ciudad con el alcalde y regidores, procuradores de las parroquias de Santa María y San Julián y el resto de las personas del gobierno de la ciudad e inseculados, acordando que, así como el Cabildo ya lo había hecho, era obligado que la Ciudad también nombrara personas para que, junto con ellos, decidiesen y actuasen en lo que a la Ciudad le correspondiera.
En todo momento se intentó saber exactamente tanto el tipo de obra que tenía que realizarse como su coste, y se procuró que no hubiese lugar a acuerdos entre los artífices. Tan es así, que en el mismo acta de aquél 25 de junio se informa que un regidor estaba ausente por este pretendido control de las obras de reparación:
…no concurrió el señor Francisco de Cascajares porque se halla legítimamente ocupado en guarda de un artífice que, de orden de la Ciudad, se ha traído del reino de Castilla para la vista que se ha de hacer por razón de la ruina de la torre de la Insigne Colegial en orden a ello como en lo adherente de vistas y reconocimiento que fuese necesario; atendiendo por este medio a que no haya monopolios ni se pueda comunicar con otros oficiales que han hecho otras vistas en los mismos edificios para, por este camino, tener la verdadera inteligencia así de lo que se ha de rebajar como del coste que se ha de tener en el rebajo…
Una vez más, y a pesar de estas buenas intenciones iniciales, las obras no terminaron de avanzar al ritmo pretendido. De hecho, la ya mencionada carta del “Hechizado” no era sino una queja al hecho de que en 1679 todavía no se hubiera dado una solución al problema de la torre y del resto de la colegiata:
…hará tres años se destruyó la torre, parte de las naves principales de la iglesia y que con esta ruina quedaron las paredes y bóvedas más principales tan sentidas que de no reedificarse y repararse con la brevedad posible, amenaza cumplido peligro de caerse toda la dicha iglesia, según así lo han declarado personas peritas…
DECLARACIÓN DE LA FORMA EN QUE HA QUEDADO LA TORRE DE STA. MARÍA.
Al día siguiente de la caída de la torre sus ruinas fueron inspeccionadas por distintos maestros albañiles. Tras finalizar la visita redactaron ese mismo 22 de junio un primer informe detallando en distintas capítulas los trabajos que deberían realizarse para asegurar su estabilización. Poco más tarde, el 25, también visitó las ruinas Juan Martínez, un maestro albañil de Aldeanueva que debía gozar de gran prestigio y que, seguramente, sería el artífice traído de Castilla a quien tuvo que acompañar el regidor Cascajares según acabamos de ver. Un día después, el 26, Martínez expuso su informe en la Sala Preciosa de la Colegial ante los representantes del Cabildo, procuradores de Santa María y San Julián y el gobierno de la ciudad. Aunque uno y otro informe no diferían demasiado en lo sustancial, se debió considerar más completo y competente este segundo, pues fue del que se extractaron casi literalmente todas y cada una de las capítulas que se acordaron para comenzar los trabajos de reparación. Serán las capítulas que transcribiremos y comentaremos a continuación; no obstante, también recurriremos puntualmente a las del primero cuando ayude a identificar mejor los trabajos especificados en ellas. Además, como también se conservan los informes que recogen las visitas realizadas a las obras el 9 de marzo y el 11 de diciembre de 1677, anotaremos en cada una de las capítulas cómo se encontraban los correspondientes trabajos por entonces. Todas estas obras se subastaron a remate de candela, advirtiendo de la urgencia por acometerlas inmediatamente; y ya para el 30 de ese mes, a apenas una semana de la ruina, se habían adjudicado en primera candela a Juan de Bringas. No obstante, finalmente, y sin esperar a que se cumplieran los plazos legales marcados, fue a José de Bienzobas, natural de Corella y residente en ese momento en Arguedas, a quien terminaron siéndole adjudicadas con la obligación de terminarlas en un plazo de 6 meses; plazo que, como indican las fechas de las visitas a obra, no se cumplió.
5.0. Encabezamiento.
Escrituras que se han hecho para la reedificación de la Insigne Colegial de Tudela. Capitulas y condiciones con que se ha de rebajar lo que ha quedado de la fábrica de la torre de la Insigne Colegial de la ciudad de Tudela. Para los que quisieren hablar en razón de la dicha rebaja en todo o en parte lo que han de hacer conforme las capitulas siguientes:
5.1. Primera capítula.
Primeramente, se declara que se ha de demoler todo el cuerpo de la torre adonde estaban las campanas, hasta el cortamiento del cuerpo de más abajo, excepto dos hiladas de piedra que han de quedar encima del cornisamiento. Y también se ha de demoler y desmontar el pilar que ha quedado pegante al cuerpo de la dicha torre que, como queda dicho, se ha de demoler. Y todos los despojos del dicho pilar y cuerpo de torre se han de bajar a mano a encima de la pared y después se han de echar por la esquina de la torre a la plaza de manera que no reciba golpes ni daño la pared por donde han de venir los despojos; y para que esto se haga con mayor conveniencia, se ha de demoler, ante todas cosas, la parte de galería que de presente está amenazando ruina a la parte de la plaza, que es a donde ha de venir a parar todo lo que de arriba se arrojase. Y se advierte que en el puesto donde haya de caer y dar de golpe la piedra que se eche de arriba, próvidamente y con buen gobierno se eche primero una buena cantidad de escombro menudo o arena para que no se hagan pedazos las piedras que cayesen, y en este puesto habrá personas para que luego carguen las piedras, las aparten de manera que no se maltraten y encuentren unas con otras. Y por esta orden se ha de hacer todo el rebaje, así de piedra como de madera y lo demás, en toda circunferencia [perímetro] de la torre, así por la parte que mira a la plaza como las demás partes.
En primer lugar, se plantea el derribo de los restos que han quedado de todo el cuerpo alto de la torre, donde estaban las campanas, hasta su base (ligeramente por encima del alero de la nave central) dejando un murete de dos hiladas de sillares. Finalmente, según se explica en los informes de la segunda visita de obra, se decidió dejarlo más elevado para no tener que desmontar los tirantes que, situados a este nivel, habían resistido:
…en la primera capitula que dice se ha de rebajar la torre hasta la cornisa dejando dos hiladas más arriba, se halla haber cuatro hiladas por haber consultado el oficial con los señores de la junta por razón de los tirantes que no quedaron sueltos, y ha sido más conveniencia de la obra el quedar en este estado.
Estos tirantes se debieron colocar tras detectarse los primeros problemas de estabilidad de la torre y, según los redactores del primer informe, la torre se habría caído totalmente si no fuera por los tirantes que la tienen asida desde la pared principal de la iglesia. La decisión de mantener estos tirantes mientras duraran las obras de demolición se debió a esta misma razón.
Respecto a ese pilar que había que demoler, refiriéndose probablemente al estribo viejo de la plaza, en el informe que redactó Juan Martínez quedaba dicho cómo debía hacerse:
…para demoler el pilar que ha quedado suelto encima de la torre, que es el que mira a la plaza, convendrá que se haga un andamio por la parte de adentro para que, de más seguridad y menos riesgos, se consiga demolerlo; y el andamio se asegurará echando un madero que cruce de encima de la tijera que ha quedado del tejado que cubría la dicha torre hasta la pared que carga el dicho pilar que se ha de demoler, y de dicho madero a la pared del lado de la torre se echarán algunos maderos juntos que servirán de pisadero para desmontar dicho pilar…
De esta descripción, lo más interesante es la referencia que se hace a la tijera del tejado. Sería una de las cerchas de madera que soportaba la cubierta –seguramente a 4 aguas– por encima de la bóveda de este cuerpo de las campanas. Su existencia resuelve uno de los interrogantes que se planteaban al imaginar cómo pudo ser la torre: el de si tenía aguja o no. Ahora queda claro que no.
Todos los escombros tenían que ir a parar a la plaza por la esquina de la torre que miraba a la galería y sacristía de los capellanes, por lo que primeramente había que demoler esta parte para que las piedras que se arrojasen no golpeasen en las de abajo, poniendo además especial cuidado en no maltratar los muros del edificio.
También llama la atención que en ninguna de las capitulas que describen los trabajos a realizar se hable expresamente de la torrecilla que sería gemela a la actual y que, supuestamente también, se habría destrozado con la caída de la torre. Esto nos lleva a pensar que, o bien había quedado tan destruida que no cabía hacer relación de ella, o bien ya no existía –si es que existió alguna vez– para el momento de la ruina. Observando la parte superior de la Puerta del Juicio, podemos apreciar allí donde ésta debería hallarse, las obras de remate efectuadas en las sucesivas reparaciones de cubiertas que ha tenido la catedral a lo largo de los siglos transcurridos tras el derrumbe. Ninguna otra zona de las cubiertas de la catedral ha sufrido tantas reconstrucciones como la que estamos describiendo, prueba evidente de que en toda esta parte hubo algo que desapareció y ha tenido que ser, de alguna forma restituido o reparado. Y aunque hoy en día no contemos con un testimonio que siquiera sugiera su existencia, no nos cabe ninguna duda que originalmente el estribo septentrional de la nave estuvo coronado por un pináculo.
5.2. Segunda capítula.
En habiendo descabezado la obra hasta el puesto que ha quedado, que es hasta el nivel del suelo de las campanas, se ha de ajustar una plancha de maderos por encima del tejado de la habitación del campanero hasta el torreón en forma de abuja que mira a casa del señor deán para pasar por encima de la plancha las campanas a encima de la dicha abuja, en la cual se han de acomodar en esta forma: las dos campanas grandes en los dos ángulos que hace el ochavo de dicha abuja, creciendo los pilares que hoy tiene el tejadillo que está hecho; y se advierte que estas campanas se han de poner sin yugos para que no embaracen el levantar las que se pondrán todo lo que el tejado diese lugar de alzar. Y los aires que hoy tiene cerrada la correspondencia la dicha abuja se han de abrir de frente, que no queden más de los cuatro pilares de las cuatro esquinas y en los otros medios cuatro pilares o pies de madera para que dejen salir la voz de las campanas. Las otras tres campanas pequeñas se han de acomodar en las tres ventanas de la dicha abuja y la otra quedará para puerta para el uso de la campana del reloj que se ha de acomodar en dicha abuja teniente. Lo primero, se ha de echar un madero por el medio del suelo de dicha abuja, de suerte que no ocupe la puerta de la escalera, que salga de las paredes forales de dicha abuja un pie a cada parte, y echar por encima el cornisamiento de dicha abuja otro madero igual que haga paralelo con el que va dentro para que sirva de solera a tres maderos que han de volar adonde se ha de armar el aposento del reloj. Para que estos maderos sirvan de pisadero del puesto del reloj, se han de ensamblar en las soleras a media madera cosiéndolas con clavos que pasen los dos maderos; y asimismo, se han de echar por la parte de abajo, desde la pared de dicha abuja, sus contrapuntas con espigas arriba y carcelados por la parte de abajo para mayor seguridad. Y hecho esto, hacer encima un suelo de medios maderos bien clavados para el uso del reloj, y cerrar los aires de él un tabique de ladrillo jarrado para aliviar el peso, echando sus pies derechos de madera con estibes o clavos arriba y abajo todo lo que le pareciese conveniente al maestro que lo ejecutase, haciéndoles a los pies canales donde entren los tabiques, para que algún aire no los ofenda. Y por aquella parte tienen lugar las pesas para su caída, para las cuales, si hallasen conveniencia, hacer un cañón de tabique como una chimenea, desde el paredón que está sin acabar de la iglesia para que no se vea y guardarse las sogas de las aguas. Las tres campanas se podrán poner con sus yugos, y la que hoy está en alto puesto se podrá dejar a bando por ser pequeña y no ofender a la obra, y las dos grandes se asegurarán de un lado en el pilar que se ha de hacer sobre la esquina de dicha abuja y del otro haciendo rompimiento en la pared de dicha abuja, que será meter un taquete de madera dentro de la pared donde cargue el barrón de dicha campana.
Posiblemente esta sea la capitula más sorprendente y reveladora de todas ellas por la valiosa información que aporta. Por un lado, tenemos el asunto de las campanas y, por otro, el acomodo del reloj de la Ciudad. Respecto a las primeras, conocíamos por las actas municipales que la campana María, junto con el reloj, había caído con la torre, pero nada se decía del resto de las campanas que también albergaba la torre. Ahora que sabemos que seis de ellas se mantuvieron en sus puestos, queda claro que el derrumbe de la torre se debió, principalmente, al desmoronamiento de gran parte de la pared que daba a la plaza, que es donde estarían el reloj y la campana de la Ciudad. Debido al buen estado de las supervivientes, no tardaron en encontrar un nuevo alojamiento para ellas: la torre de la “abuja” o aguja. Es decir, la torre de la Auxa según nos confirma esta noticia:
…los señores de la junta nombrados por ambas comunidades eligieron el colocar la campana del reloj en el torreón de esta santa iglesia, en la parte que se dice Auxa…
Según Jesús Martínez Escalada, esta torre sería la del crucero,43 pero como se concluye de lo dicho en esta capítula, la torre de la Auxa era la situada a la derecha de la Puerta Pintada. Por entonces tenía cerradas sus cuatro ventanas –que deberían abrirse– y un tejadillo soportado por cuatro pilares. Este se habría construido por debajo del de la aguja para resguardar de la lluvia el resto de la plataforma. Entre ambas cubiertas debió de quedar cierto margen de espacio, de aquí que quisieran recrecer los pilares del tejadillo en la medida de lo posible con el fin de que las campanas se pudieran instalar lo más alto que se pudiera; asegurándolas, por un lado, cada una a su pilar y, por el otro, rompiendo la piedra de la aguja por donde se introduciría el barrón del que colgaría cada campana.
Distribuidas las campanas como se describe, había que construir un espacio para el reloj y sus pesas. Se optó por ampliar la plataforma de la Auxa con un voladizo anclado a ella que debía tener su propio tejadillo y suelo de madera, y que había de cerrarse en dos de sus caras con paredes ligeras. Asimismo, también tenía que construirse bajo este apusentillo el caño por el que tenían que discurrir las pesas del reloj, que debía hacerse de obra y a modo de chimenea invertida.
Las cicatrices que esta estructura dejó en la torre de la Auxa nos permiten localizar hacia cuál de sus lados se hizo esta ampliación. Nos estamos refiriendo a la hilera de huecos que la recorren por todo el lateral que da al Palacio Decanal y que también lo hacen en el paredón que está sin acabar de la iglesia: son los puntos en los que se ancló la estructura que sirvió para cerrar el caño por el que discurrieron las pesas resguardadas de las inclemencias meteorológicas. La importancia que se dio a esta estructura explica la especial atención que se le prestó durante las correspondientes visitas de obra. En la primera, la de marzo, los inspectores anotaban lo siguiente:
Más en la segunda capitula que dice el mudar las campanas al puesto que se han mudado, hallan que faltan de poner unas tornapuntas en los maderos que vuelan para el apusentillo que esta el reloj, y en el mismo apusentillo está a la mano derecha un tabique desplomado. Este tabique se ha de deshacer y hacerlo de nuevo y lucirlo por las dos partes, y el suelo del dicho apusentillo ladrillarlo muy ajustado para que no suban los aires y hacer la chimenea o caño de ladrillo yeso por donde suben las pesas como esta capitulado, y este caño quede desahogado para que suban y bajen las pesas del reloj sin ningún inconveniente porque el caño que está hecho de madera no es suficiente… …Mas el tejado que esta sobre el reloj se halla que esta con muy poca pendiente. Declaran que al dicho tejado se le dé el pendiente necesario dejándolo conforme arte.
Finalmente, en la segunda visita darían por buenas las modificaciones realizadas por el constructor. En lo referente al caño de las pesas, por entender que, aunque de madera en vez de yeso, se había hecho el doble de largo de lo proyectado y, con ello, también el recorrido de las pesas, lo que consideraron muy adecuado:
En el caño de las pesas del reloj, que dice ha de ser de yeso y ladrillo, se halla hecho de maderas de labrar y que este baja doblado y más de lo que tenía obligación, por razón que la capitula dice que se haga el caño hasta el paredón y quedaban las pesas muy cortas haciéndolo así, y por esta razón se ha bajado hasta donde está hoy con que se computa el uno por el otro y hallamos haber cumplido con esa capitula…
Hemos podido conocer con más detalle cómo era este caño por la descripción que de él hizo Joseph Ezquerra cuando, años más tarde, tasó lo que habría costado la instalación del reloj en aquel apusentillo:
…se hicieron al tiempo, y de presente se hallan hechos, unos cañones de madera para que las pesas estuviesen defendidas de los temporales y hoy se conservan con unas abrazaderas de madera en que hubo asistencia de maestros oficiales y maniobrantes…
Volviendo a la segunda visita de obra, con lo que siguieron sin estar conformes los inspectores fue con la pendiente dada al tejado de la nueva plataforma. Debió de ser un fallo de proyecto, porque asumían los cincuenta reales que iba a suponer rehacerlo con la nueva pendiente.
Antes de pasar a la siguiente capítula conviene detenernos en otra de las novedades que también nos descubre la actual: que en el casetón sobre el que debía construirse una pasarela para trasladar las campanas de la torre arruinada a la torre de la Auxa era donde estaba la vivienda del campanero. De modo que este no vivía en la torre como se podría deducir, sino que tenía habilitada su vivienda sobre la cubierta de la nave central. Esta construcción en ladrillo cubría todo el ancho de la nave central en su último vano, incluyendo la puerta de acceso al torreón desde las cubiertas. Seguramente, la vivienda se trasladó a esta dependencia a raíz del deterioro que, como se ha visto, hacía tiempo que acusaba la torre. Durante la primera visita de obra, al hacer una relación de lugares donde se habían acumulado escombros, se dice que se halla algunos escombros que están en la cocina en el desván del tejado donde está el torno. Este torno debía utilizarse para subir, o bajar, pequeñas cargas hasta, o desde, el casetón. Estaría instalado al otro lado de la trampilla habilitada junto a la clave con las divisas de Carlos III. Ya sabemos, pues, la razón de su existencia.
Tras la construcción de la Torre Nueva el campanero volvió a residir en su interior, por lo que esta dependencia habría vuelto a ser destinada para su anterior uso. El casetón fue demolido durante los años sesenta del siglo pasado y el recuerdo de su existencia todavía sigue sorprendiendo a los tudelanos que no lo conocieron.
5.3. Tercera capítula.
Ejecutado lo que arriba se declara se dejará la obra en el tejado que queda dicho por la parte de arriba y se ha de demoler la bóveda baja de la torre antes de demoler la bóveda alta; y la dicha bóveda baja se ha de demoler haciendo algún genero de andamio por encima y se podrá asegurar sobre un tirante que cruza la dicha torre echando, a cartabón, unos maderos del tirante a la ventana que está sobre el arco que divide el hueco de la torre y el trascoro, y hecho el andamio se podrá con palancas ir golpeando algunas piedras primera por primera con toda consideración para que no caiga de una vez y no reciba detrimento lo conjunto.
La siguiente fase de las obras consistía en demoler la bóveda de crucería más baja; es decir, la de la cubierta de la nave lateral sobre la que se alzaba la torre. Los trabajos debían realizarse sobre un andamio que se tenía que suspender por encima de la bóveda desde uno de los tirantes que, situado más arriba, había sobrevivido a la ruina. A su vez, este tirante se debía apuntalar con tornapuntas de madera apoyados en los “marcos” de la ventana alta de la nave principal. En la capítula correspondiente del primer informe se detalla que los cruceros estaban muy demolidos y desunidas todas sus piedras, amenazando ruina y sin remedio alguno, de aquí todas las precauciones tomadas. Por otro lado, en el acta de la visita que el deán Ignacio Álvarez de Montenegro realizó a la Colegial en julio de 1676 se dice que visitó todas las capillas y altares menos las capillas de la Madre de Dios del Rosario, la de San Sebastián y la de San Babil debido a que con la ruina de la dicha torre están deshechas y llenas de escombros. Estas capillas eran las que estaban situadas bajo el crucero que se trata en esta capítula.
5.4. Cuarta capítula.
Acabada de demoler la dicha bóveda baja, se ha de subir a la de arriba, y por la misma orden y discreción se ha de demoler las [ilegible], primero hasta el tercio dejando solo unos arcos y, demolidos, podrán cortar un arco y que caigan juntos, advirtiendo que antes que caiga la bóveda de arriba se han de cortar los dos tirantes que están debajo de ella para que no den los golpes encima y con los golpes detrimento la obra.
Demolida la bóveda de la nave se debía hacer lo propio con la del cuerpo de la torre que estaba sobre ella; esto es, la del cuerpo bajo. El acta de la segunda visita de obra recoge que el constructor también ha cumplido, pero es evidente que no lo hizo del todo, porque han sido los restos que quedaron sin demoler los que han marcado el punto de partida de esta investigación. Para la instalación del reloj en el cuerpo de campanas, en esta bóveda tuvo que abrirse en su día un hueco para permitir el descenso de las pesas. Según comenta José Javier Azanza López, las torres campanario se convirtieron en el lugar más apropiado para instalar los relojes debido a que la propia estructura de la torre hacía más fácil la instalación de la maquinaria, por cuanto las pesas del reloj mecánico necesitaban un largo recorrido para su funcionamiento, y quedaban alojadas en el interior del fuste.
5.5. Quinta capítula.
Demolidas las dos bóvedas por la orden que arriba se contienen, se ha de rebajar el segundo cuerpo de la torre que mira a la plaza dejando sin rebajar dos hiladas sobre la cornisa del puesto de abajo. Esto no se entiende en toda la torre, sino solo en el frente que mira a la plaza y en los dientes que han quedado hacia la Puerta Pintada, que también se han de rebajar hasta donde queda dicho, dejando para aquella parte a plomo los dientes. Y por la parte que cae sobre la colateral, que está un arco sobre el tejado, se ha de demoler de suerte que el arco no se toque de él, sino que se corte por encima de él diagonalmente para que el empuje de la iglesia no quede desamparado en el ínterin que se pone por ejecución el modo como se ha de proseguir.
Una vez rematado el derribo de toda la parte alta y de las dos bóvedas correspondientes, se debía proceder al derribo del cuerpo bajo de la torre -el de las pesas- dejando de nuevo dos hiladas de sillares en la base, pero únicamente en las paredes que miraban a la plaza y hacia la calle, pues en el lado que daba a la hoy capilla de La Dolorosa todavía permanecía en pie el recio arco de descarga que soportaba ese lado de la torre. Este solo se debía arreglar cortando su cuerpo superior en diagonal para que actuara como contrafuerte de la nave principal.
De las dos caras de la torre que había que desmontar, debía de preocupar particularmente la que daba a la calle por haber quedado gran parte de ella en pie pero en una situación de equilibrio inestable, de aquí que fuera la única a la que se refirieron tras la segunda visita de obra:
…en la quinta capitula que dice de rebajar ha cumplido en rebajar el paredón que está arrimado hacia la puerta pintada y no necesita de quitarle más.
5.6. Sexta capítula.
Habiendo demolido toda la dicha obra, como va dicho, y descombrado, se han de cerrar los huecos de los arcos que miran de la iglesia a la torre para el uso y servicio de la iglesia, las cuales se podrán cerrar de una parte de piedra de la de los despojos de la obra asentadas con cal; y los cimientos de dichos paredones han de ser de cuatro pies de anchos y profundos lo necesario; y de superficie arriba, hasta la mitad de la altura, han de ser de tres pies y medio de grueso. De allá a arriba, de tres pies para el seguro de la iglesia.
Tal debió de ser el miedo de que a la caída de la torre le siguiera el de las naves de la Colegial que, con el fin de reducir al mínimo este riesgo mientras continuaran los trabajos de reparación, decidieron macizar los dos arcos de las naves que habían sufrido el peso de la torre. Y aunque en la capítula se dice que este cierre tenía por objeto que la iglesia pudiera continuar en uso, el espesor proyectado para los paredones evidencia que su función era estructural. El constructor no debía tenerlas tampoco todas consigo, porque en el acta de la segunda visita de obra se dice que ha cumplido y aun le ha dado medio pie de grueso más en los dos paredones y es en beneficio de la obra.
Los restos de sus cimientos fueron encontrados durante las excavaciones arqueológica efectuadas entre 2002 y 2006. Como el zuncho no estaba trabado al cimiento del pilar que compartían ambos arcos, los arqueólogos intuyeron que, de una manera u otra, su construcción podría estar relacionada con algún problema derivado de la torre levantada, según ya sospechaban, sobre estos arcos. Ahora sabemos que esta intervención fue posterior a la caída de la torre:
…por último señalar que los cimientos del pilar nº 7 se hallaron arriostrados a las zapatas de las pilastras de las paredes septentrional y occidental de la iglesia mediante sendos muros. Los tirantes constan de sólidas fábricas de mampostería de 1.40 m. de anchura y hasta 1,70 m. de alzado, que se presentan adosados, no trabados, a las cimentaciones. Estas construcciones podrían ponerse en relación con los problemas que llevaron a la ruina/reparaciones de los tramos cuarto y tercero de la nave del Evangelio, a causa del derrumbe de la torre original del templo. Ésta se situaría junto a la fachada principal, a los pies de la nave del Evangelio.
5.7. Séptima capítula.
Las luces que están sobre los arcos de las capillas de los colaterales, que son cuatro, dos en cada parte que es en el trascoro y en la capilla del coro inmediata, se han de macizar de yeso y ladrillo dejando en cada una, una luz lo que convenga, y ha de ser todo del grueso de la pared su macizo; y sobre la Puerta Pintada se ha de macizar de la misma suerte dejando la luz que convenga para la mayor seguridad de la iglesia.
Se trata de otra capítula que igualmente aporta novedades ciertamente interesantes. Por la misma verdadera razón de la capítula anterior, también se decidió macizar, si bien dejando una mínima entrada de luz, tanto el rosetón como los ventanales altos correspondientes a los lados norte y sur de los dos últimos tramos de la nave principal.
Para la primera visita de obra el cierre se había ejecutado, si bien con un tapiado de menos espesor que el proyectado. Durante la segunda visita se comprobó que el constructor seguía sin cumplir, alegando, como justificación, que lo había hecho así para que hiciera juego con las demás ventanas; es decir, para que su estructura se viera del mismo modo que se veía en el resto de los ventanales de la iglesia. Dieron por bueno su argumento, pero no por ello se libró de que se le descontara la parte proporcional del trabajo no realizado. Asimismo, también comprobaron que dos de los ventanales se habían cerrado por completo. Entendiendo que la luz que entraba era suficiente, los inspectores dieron por completada la capítula. A pesar de lo que leeremos a continuación, al menos uno de estos ventanales se mantuvo tapiado hasta la restauración realizada por Príncipe de Viana durante los años sesenta y setenta del siglo pasado según se observa en una fotografía de Uranga.
Todavía no hemos dado con el dato, pero en un momento dado se terminaron tapiando también la mayoría de los ventanales de la catedral. Según consta en la memoria del proyecto de restauración de la catedral redactado por el arquitecto Julián Arteaga en 1885, por entonces estaban tapadas ya en una porción importante. Poco después, en septiembre de 1888, se recibió un informe de los arquitectos inspectores de la zona norte de España aconsejando que, a la mayor brevedad, se hiciese un presupuesto para abrir las ventanas altas tabicadas. Arteaga dibujó los planos de cada una de ellas e hizo el correspondiente presupuesto. Fue aprobado en mayo de 1889, pero por distintas vicisitudes las obras se retrasaron cuatro años.
En cuanto al rosetón, se ha venido afirmando que resultó destruido con la caída de la torre. Estando resguardado como estaba por el gran arco-puente de la Puerta del Juicio, no había forma de visualizar cómo pudo suceder esto, pero, bueno, era lo que se decía. Pues bien, un comentario recogido en el acta de la segunda visita de obra sugiere que no sucedió así. Al referirse al tapiado del rosetón nos dice que el fabriquero también ha cumplido en haber cerrado la vidriera de encima la puerta pintada. No teniendo, pues, noticia alguna de dicha destrucción, la referencia que se hace a esta lumbrera denominándola vidriera debe entenderse como una confirmación de que rosetón y vidriera sobrevivieron a la caída de la torre. Evidentemente, para poder proceder a los correspondientes tapiados se habrían desmontado antes las vidrieras de todos los ventanales; pero en el caso del rosetón, también la compleja estructura radial con el fin de facilitar el tapiado.
Partes del rosetón original fueron encontradas por José Ramón Castro Álava y Francisco Fuentes Pascual en el jardín del claustro. Sirvieron de referencia para reconstruir el nuevo rosetón que desde 1969 luce la catedral y algunas de ellas fueron incluso reutilizadas. Hasta entonces, el espacio del rosetón se mantuvo tapiado salvo en un pequeño óculo central. Durante las mencionadas excavaciones arqueológicas de la década pasada también aparecieron más restos reaprovechados en los muros de la cripta descubierta en la hoy capilla Penitencial del Santo Cristo de la Misericordia.
5.8. Octava capítula.
Se declara que un pedazo de cerración que esta sobre la Puerta Pintada, que tiene unos frontispicios de ladrillo que sirven de cerrar los aires del aposento del campanero, se han de demoler hasta los sobre arquillos de las ventanas que están debajo, que son de ladrillo; y hecho el demolimiento se ha de volver a cerrar de un asta de ladrillo y conviene que se haga así por razón de un pedazo de puente del tejado que carga sobre ello y se ha de recibir el puente del tejado.
5.9. Novena capítula.
Un enladrillado que esta de presente encima del tejado de la vivienda del campanero, porque ha de quedar para el uso de las campanas, se ha de deshacer haciéndole tejado y lo demás necesario.
5.10. Décima capítula.
Asimismo, se ha de cerrar lo que fuese necesario de la parte de la pared de la torre que se ha de rebajar hasta el tejado, y la cerrazón se ha de hacer de una asta de ladrillo a plomo con disposición que el tejado llegue a ella para la habitación del campanero.
En la primera visita a obra hallan que están cerradas, pero no están acabadas ni perfiladas conforme arte y se deben perfilar; y en la pared de la plaza arrimado a ella están dos maderos puentes del tejado apuntalados que, según ordenan, se han de recibir haciendo un pilar de ladrillo y eso cargándolo sobre el estribo de piedra que está a la parte de adentro.
El alcance de estas tres últimas capítulas sobre la casa del campanero situada, como ya se ha dicho, sobre la cubierta del último tramo de la nave principal, no son fáciles de descifrar con un mínimo de precisión debido a que nos falta la “fotografía” de cómo era entonces, pues las realizadas durante el siglo pasado antes de su demolición muestran una construcción que no parece corresponder del todo con el edificio que intuimos en las capítulas. En cualquier caso, se refieren a obras a realizar para adecentar las paredes exteriores del casetón y para prepararlo para soportar la pasarela por la que se iban a trasladar las campanas desde los muros arruinados de la torre hasta la torre de la Auxa.
Aquí termina la relación de obras que se proyectaron con urgencia para estabilizar las fábricas de la Colegial y posibilitar que, en la medida de lo posible, la vida de todos los afectados pudiera seguir desarrollándose con normalidad. Tal y como se dice en la primera memoria que se redactó al día siguiente de la ruina, fueron obras que se hicieron teniendo en mente la intención de reconstruirla:
Y en lo demás principal de la fábrica de crucero grande y pequeños no se reconoce al presente ningún daño y si se descubriese cuando se hiciese lo sobredicho se advertirá para aplicar el más pronto remedio reservándolo a la segunda vista; todo lo cual es necesario y útil para quitar el embarazo y ruina que amenaza y aliviar toda la demás torre que queda y paredes de la iglesia principal reservando para su tiempo el modelo y planta que se ha de tomar y la forma de derribar el torreón y todo lo demás que fuese necesario y se hubiese de ejecutar en el dicho edificio.
Una vez ejecutadas estas capítulas se proyectaron otras obras de reparación y estabilización, pero pensando ya en construir una torre diferente e independiente que se alzaría, ya no sobre la fábrica de la Colegial, sino sobre la misma plaza que durante tantos años había estado presidida por aquella vieja torre que, como testigo silencioso que fue, hasta su desaparición no ocupó un lugar significativo en la historia de la catedral de Tudela. Las veremos en la segunda parte de nuestra investigación.
Y no olvidemos que fue hace casi 350 años cuando todo este relato se inició y que fueron aquellos antepasados quienes lo escribieron, desgranando los aspectos más pormenorizados de aquel momento. Antepasados que, antes y después de los hechos narrados, con esmero y rigor levantaron actas de todo cuanto ocurrió en la ciudad y lo guardaron y archivaron con celo extremo, de forma que nos legaron un inmenso recurso que ha perdurado hasta nuestros días y gracias al cual podemos llegar a conocer un poco más de nuestra historia.
6 .ADENDAS.
6.1. La visita del deán y la calle de la Pastelería Vieja.
Las noticias de la caída de la torre no tardaron en llegar a oídos del deán Ignacio Álvarez de Montenegro, quien, tras anunciar su inminente visita tanto al Cabildo como al Regimiento, se presentó en Tudela sin que hubiera llegado al mes el tiempo transcurrido desde el siniestro. El acta levantada durante la visita comienza en el mismo instante en que esta se puso en marcha. Al parecer, toda ella se cursaba siguiendo un protocolo en el que estaba prestablecido hasta el recorrido que debía seguir desde que abandonaba su residencia. De aquí que el escribano recogiera la excepción que se produjo en aquella ocasión ofreciéndonos, al mismo tiempo, una escueta descripción de cómo habían quedado los aledaños de la torre tras su caída:
…y salieron por las puertas principales del dicho palacio y por la calle que llaman de la Pastelería, que por razón de la ruina de la torre de la Insigne Colegial, no se podía pasar a la plaza por la calle ordinaria. Fue el dicho acompañamiento por la dicha calle de la Pastelería y por la Rúa dio la vuelta la Plaza pública hasta llegar a la puerta principal de la dicha iglesia Insigne Colegial de Santa María de la dicha ciudad, que cae a la dicha plaza, adonde estaba en el pórtico de ella un sitial, prevenido con su alfombra-almohada el sitial y almohadas de damasco carmesí, y el Cabildo de canónigos racioneros y capellanes de la iglesia y los vicarios y clérigos de las otras parroquias, en forma de procesión con la cruz levantada salieron a recibir al dicho deán.
Dejando de lado las muestras de pompa y boato, resulta de interés el recorrido alternativo que siguió la comitiva por estar cortada con cascotes de la torre la calle por la que deberían haber avanzado normalmente. Si para solventar este inconveniente se tomó un desvío por la calle que llama de la Pastelería, identificar qué calle era esta nos ayudará a calibrar el alcance del siniestro. Teniendo en cuenta que por aquél entonces la puerta principal del palacio decanal era la que hoy es entrada del museo de Tudela, las únicas alternativas posibles a la calle ordinaria que desde dicho punto lleva a la plaza, son las actuales calle Roso y calle del Juicio. De modo que, si fue por la primera, esto indicaría que los escombros llegaron hasta la Puerta del Juicio, y si fue por la segunda, entonces es que estos no fueron más allá de los pies de la torre.
En base a un comentario recogido en el acuerdo por el que la calle Tres Casas pasó a denominarse calle Tornamiras, Martínez Escalada situó la calle de la Pastelería Vieja en esta misma calle:
…el Ayuntamiento en el año 1860 tomó el acuerdo de rotular la calle con el actual nombre de “Tornamiras”; el acuerdo dice: «Poner el nombre de Tornamiras a la hasta ahora conocida por “Tres Casas”, antes llamada “Pastelería Vieja».
Evidentemente, la memoria debió jugarle una mala pasada a quien recordó el primer nombre de la calle, porque de ningún modo pudo ser la actual calle Tornamiras la tomada como desvío por la comitiva del deán. Afortunadamente, consultando las notas de mi padre, Gonzalo Forcada Torres, he dado con una ficha en la que, basándose en un protocolo notarial de 1778 del Archivo Municipal de Tudela a propósito del arrendamiento de una casa, y para cuya localización se mencionan las casas con las que linda, situó la calle de la Pastelería Vieja donde la actual calle del Juicio.
Así, pues, ya podemos saber que las ruinas de la torre no alcanzaron la Puerta del Juicio y que el recorrido que siguió la comitiva fue: calle del Juicio, calle de la Rúa, calle de la Cárcel Vieja y Plaza Vieja, hasta llegar al sitial tan engalanado que le aguardaba bajo el porche de la puerta norte de la Colegial.
6.2. El altar de la capilla de San Sebastián.
A tenor de la descripción sobre el estado en el que quedó la capilla de San Sebastián tras la caída de la torre –desecha y llena de escombros–, cabría suponer que su altar compartió idéntico destino. Pues bien, las descripciones que de él se hicieron durante la visita cursada por el deán Miguel de Santa Fe Azpilcueta en 1609, más de medio siglo antes de la ruina, permiten, además de hacernos una ligera idea de su composición, confirmar que la figura de quien lo presidió ha llegado hasta nosotros. Por alguna extraña razón, durante aquella visita el deán inspeccionó la capilla en dos ocasiones, el 29 de julio y el 15 de diciembre, de aquí que fueran dos las descripciones del retablo recogidas en las actas:
Visitose el altar de San Sebastián. Retablo antiguo de pincel. Ara fija. Mandose volverla y emparejarla como las demás. Tiene un ara más fija. Delante altar de lienzo pintado.
Visitose el altar y capilla de S. Sebastián. Es del regidor Fernández. Retablo de pincel dorado y la imagen de S. Sebastián de bulto. Ara fija. Frontal de guadamecí. Tres mapas. Hay una capilla. Lámpara de devoción.
Esa imagen de bulto que se menciona en la segunda descripción del altar no es otra que la del San Sebastián que actualmente se exhibe en el Museo de Tudela-Palacio Decanal en el mirador del primer piso que da al hall de entrada. Fue estudiada no hace mucho por Mª Carmen Lacarra Ducay con ocasión de su exposición en Fernando II de Aragón, el rey que imaginó España y la abrió a Europa, y de cuyo catálogo extractamos estos pasajes:
…hermosa imagen de bulto redondo en alabastro policromado… …esta imagen pertenece estilísticamente al estilo del conocido en los contratos notariales como Maestro Ans o Ans Piet Danso… documentado en Zaragoza por su trabajo al frente de las obras del retablo mayor, desde el 24 de abril de 1467 hasta 1478, año posible de su muerte… …pudo haberle sido encargada por don Pedro Ferriz, que fue deán de Tudela, obispo de Tarazona entre 1464 y 1478 y cardenal el último año de su vida. Noticias dadas a conocer por Martínez de Aguirre informan de que… cuatro testamentos de vecinos de Tudela, redactados entre enero de 1485 y mayo de 1488, en los que se dejan fondos para la realización del retablo de San Sebastián para la catedral. Ello permite suponer que la imagen del Maestro Ans ocuparía el centro de un retablo completado con tablas pintadas, efectuadas posteriormente, para embellecimiento de la capilla.
La calidad del retablo no le pasó desapercibida al deán Cuellar durante su visita del 20 de junio de 1617, pues, además de apuntar que en la capilla de San Sebastián no se decía misa por el peligro de la torre, al describir la devoción que en Tudela se le profesaba al santo recordaba que contaba con un insigne retablo ante el que se celebraba cada año la misa solemne y procesión por ser voto de la ciudad.
Tras la caída de la torre, o poco antes de ella, la imagen debió trasladarse a la capilla de San Jerónimo (hoy capilla Penitencial), pues según Julio Segura Miranda esta capilla terminó siendo denominada capilla de San Agustín y Santiago, San Jerónimo, San Sebastián y Santo Cristo de la Tercera Orden.62 En la misma obra, y a propósito del retablo de San Sebastián, este historiador tudelano también decía que en 1650 se pagó a diferentes artistas por desmontarlo, retocar y volver montar. De ser así, habría que pensar que la capilla volvió a abrirse al culto tras la ejecución de algún tipo de obra de estabilización de la torre, pero los detalles que proporcionaba a continuación nos hacen sospechar que el retablo restaurado pudo ser otro, pues cuando dice que fue llevado a la capilla de San Jerónimo explica que provenía de una capillita que hubo frente a San Joaquín, actualmente San Martín. Huelga decir que si el retablo de San Sebastián se hubiera trasladado a dicho lugar, las informaciones de la ruina ya no hubieran situado esta capilla bajo la torre.
6.3. El campanero… y la campanera.
Si un personaje ha ido apareciendo repetidamente durante la investigación, ese ha sido Juan Domingo Solier, campanero de la Colegial y, por tanto, principal afectado por la caída de la torre. Comenzó a hacerse cargo del campanario hacia 1662, sustituyendo a Pedro de Gindulain, y se mantuvo al frente de él al menos hasta 1688.
Gracias a los libros de cuentas de la Catedral y de la Ciudad hemos podido saber que trabajaba tanto para el Cabildo como para el Regimiento y que por ello recibía un salario de cada uno de ellos. Para los primeros, Solier se ocupaba de los toques de campana en los distintos oficios religiosos y, más adelante, también de los toques de unción (y seguramente también de los de difuntos). Para los segundos, se ocupaba del reloj de la Ciudad y del toque de la campana María para anunciar la hora de queda y las juntas y obras políticas y de república.
Con la caída de la torre las tareas de Solier se volvieron más complejas y extenuantes. Sobre todo, porque con la pérdida del reloj, hasta que este no se recompuso seis meses más tarde, tuvo que dar todas las horas a mano con la ayuda de un reloj de sol. Con la vuelta a la normalidad, el Regimiento no se olvidó de recompensar el trabajo extra:
Joseph de Arrondo, tesorero de la dicha ciudad, pagará a Juan Domingo Solier, campanero, setenta reales, que estos se le libran por el trabajo y ocupación que ha tenido en seis meses de dar el reloj a mano, gobernándose por relojes de sol con unos cuadrantes, que fue desde que cayó la torre de Santa María, en que se hicieron pedazos la campana María y el reloj, hasta que se ha vuelto a fabricar la campana que sirve de reloj y hasta que aquel se compuso; y se le dio orden que asistiera porque no faltara a la Republica gobierno tan necesario; y se ocupaba todos los días desde las seis de la mañana hasta las nueve que es cuando se requedaba [daba el toque de queda] conforme lo declara… y la dicha cantidad se le ha librado de más de salario ordinario, que se le da por el aumento de trabajo que ha tenido en dar a mano el reloj, lo cual hizo con nuestra orden porque no faltara el gobierno de las horas… Tudela a diez de febrero de mil seiscientos setenta y siete.
La referencia al reloj de sol puede que nos haya hecho sonreír, pero lo cierto es que si el campanero tenía ya uno es porque era la herramienta que se utilizaba para poner en hora los relojes mecánicos, lo cual no habla muy a favor de la precisión de aquellos primeros relojes que tanto revolucionaron el día a día de quienes tuvieron la suerte de disfrutarlo en sus ciudades. Concretamente, el reloj de sol que usó Solier fue comprado en 1662 por el Cabildo:
…compra de un reloj de sol para entregarlo al campanero para gobernar el reloj por haberse perdido y gastado el cuadrante.
Durante un periodo de al menos tres meses las labores de campanero las tuvo que desempeñar su hija Antonia. ¿La razón? Que Juan Domingo estaba en prisión por alguna causa con la que todavía no hemos dado. El acta municipal de la reunión del consejo celebrada el 13 de octubre de 1678 lo reflejaba de este modo:
Este día, atendiendo su señoría que Juan Domingo Solier, campanero, está preso y que, por no poder asistir al ejercicio de campanero y regimiento del reloj, Antonia Solier, su hija, rige el reloj y toca las campanas en todo lo que a la Ciudad le toca, de manera que se haya servido en premio y para, durante la prisión de su padre, nombra y hace nombramiento para regir el reloj y tocar la campana en la dicha Antonia Solier, que con la dicha calidad le señala y adjudica el salario ordinario que la Ciudad paga al campanero, para que la dicha Antonia Solier lo cobre para sí, como quien lo gana, durante la prisión del dicho padre.
En diciembre de ese año, ante su inminente salida de prisión, Solier solicitaba que se revocase la asignación del salario a su hija y que volviera a realizarse a su nombre. La solicitud fue atendida y Antonia dejó de ser la campanera de Tudela.
AGRADECIMIENTOS.
A Mercedes Terrén, Técnico superior de los AET, por no cejar en la búsqueda hasta el final; a Beatriz Pérez, Archivera del AMT, por todas las facilidades dadas; a Sergio Álava, deán de la Catedral de Tudela, por permitirnos visitar las cubiertas de la catedral; y a Amaya Zardoya, Delia Blázquez y Marta Pérez, del Museo de Tudela, por su desinteresada colaboración.
Dedicado a mi padre, Gonzalo Forcada Torres.
FUENTES:
AET: Archivos Eclesiásticos de Tudela.
AGN: Archivo Real y General de Navarra.
AMT: Archivo Municipal de Tudela.
APT: Archivo de Protocolos de Tudela.
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MAITE FORCADA HUGUET
Natural de Tudela, es decoradora de profesión. Actualmente cursa
4º de Grado de Historia del Arte en la UNED de Pamplona. Es coautora
de “El «caballico de Santiago» de Tudela. Investigando su primer emplazamiento
y la identidad del caballero. Un avance”, publicado “on line”.
RESUMEN:
El estudio de una colección de documentos inéditos relacionados
con la torre de la catedral de Tudela que cayó el 21 de junio de 1676 ha
permitido, por un lado, descubrir la configuración básica de su arquitectura,
y, por otro, confirmar que fue erigida justo al lado contrario del que
tradicionalmente, se ha venido señalando. Esta primera parte se centra en
la investigación de las obras ejecutadas al poco del derrumbe de la torre
para estabilizar la ruina y reforzar la fábrica de la Colegial.
Palabras clave: Tudela, catedral, torre, 1676, Auxa, profanación, plaza.
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