La almazara es el lugar donde se obtiene el aceite a partir de la aceituna u oliva. Proviene del árabe al-ma’sara. Sin embargo, este nombre cambia según donde nos encontremos. En Navarra, Aragón o La Rioja, este sitio es más conocido como Trujal.
Según José Luis Acín Fanlo en su ‘Etnología de las Comunidades Autónomas’, en Navarra al molino de aceite se le llama Trujal, que proviene de torculare como el verbo trujar, prensar. La forma navarra antigua sería trullar. Además, de forma moderna, también se darían los nombres, trujalar, para obtener aceite, y trujalador, para el propietario u operario que trabaja en el molino de aceite.
Durante siglos el modo de extraer el aceite de la oliva básicamente era de la misma manera, evolucionando desde lo más arcaico al industrial moderno actual.
Este artículo estará centrado en el siglo XIX que es cuando se conocen y quedan restos más o menos intactos.
En Tudela había varias almazaras según restos que quedaban a la vista o que salieron en excavaciones arqueológicas, como en la placeta de San Miguel.
Uno de los restos estaba en medio del el Liceo
En un solar de la calle Portal, aún se pueden ver restos de un trujal, varias capillas y lo que parece un horno, donde se calentaría el agua para hacer el proceso de prensado más eficaz.
En un corral junto al Liceo, había otro más pequeño, se desmontó y dejaron sus piedras a un lado en el cubrimiento del Mediavilla a la espera de a ver que se hace con ellas.
En un solar detrás de San Jorge salió una almazara muy completa, con las piedras y sistema de prensado intacto. Se decidió desmontarlas y volver a montar en la nueva plaza de Gerardo Martínez Pérez, el mítico humorista ‘Señor Tomás’.
¿Y cómo se hacía el prensado?
Habitualmente, las olivas llegaban a la almazara donde debían ser molturadas muy pronto para evitar la fermentación (máximo 48 horas). Por supuesto, antes de pasar a molerse, la aceituna debía limpiarse y clasificarse, apartando las dañadas.
La pasta ya molida salía por un canal que lo acumulaba en un depósito.
Una vez realizada esta operación, la pasta resultante se repartía por encima de unos discos de esparto (capachos) que eran apilados uno encima de otro e introducidos debajo de un larguero que podía pasar de los 10 metros, el de Cabanillas, que aún está intacto, tiene 16 metros.
Se balanceaba como un columpio, usando el peso para exprimir donde se separaba la parte oleaginosa del orujo (hueso y tejidos vegetales).
En el otro extremo había un husillo que dando vueltas hacia un lado u otro subía o bajaba el larguero.
En la última fase, el agua (alpechín) que queda mezclada con el aceite se separaba por decantación natural en grandes tinajas, aprovechando la diferente densidad. Finalmente, se almacenaba en depósitos.
Almazara de Cabanillas
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