Con ocasión de la campaña del conquistador Muza (Musa b. Nusayr) desde Zaragoza, Ebro arriba, un noble godo llamado Casius hizo acto de sumisión al califa al-Walid, abrazó el islamismo bajo su protección, entró en la clientela de los Omeyas y, probablemente, conservó así el mando de las tierras que gobernaba en nombre del rey Rodrigo. De él recibió su linaje el nombre con que la Historia le conoce: los B. Q.
Al cabo de medio siglo esa familia de conversos empezó a intervenir en las guerras civiles de al-Andalus. A Fortún, hijo de Casius, le había sucedido su hijo Muza. En el 788 con ocasión de la lucha entre los dos hijos de Abderramán I, Sulayman e Hisam, el nieto de Casius tomó partido por el segundo, venció a los yemeníes y entró triunfante en Zaragoza. Pero fue asesinado por un liberto del jefe enemigo. Los soberanos de Córdoba favorecieron a sus leales, y un hijo de Muza b. Fortún, llamado Mutarrif, gobernaba en Pamplona a fines del s. VIII. Si bien los pamploneses se alzaron contra él y le dieron muerte el 798.
Muza ben Fortún: El «Tercer rey de España». Antes del 803 tomaron el poder en Navarra los Arista. En esa fecha comenzaron a agitarse los B. Q. en el valle del Ebro. Hijo de Muza b. Fortún fue el gran caudillo Muza, el futuro Tercer rey de España. Era hermano uterino de Iñigo y Fortún Iñiguez de Navarra.
La vieja amistad, sellada con vínculos de sangre, entre los Arista y los Muza, hizo a ambos partícipes en la lucha contra los condes Eblo y Aznar, enviados en el 824 por Ludovico Pío para someter a los vascones. Las buenas relaciones entre los muladíes del Ebro y Córdoba debieron perdurar algunos años. Muza mandaba la vanguardia del ejército musulmán, que combatió en la Cerdaña y en Narbona. En los combates contra los francos, dio muestra de singular bravura. Envidias y recelos le ocasionaron una grave querella con uno de los principales generales de la hueste cordobesa y la desavenencia llevó a Muza a alzarse otra vez en rebeldía. Se inicia así una larga contienda entre los B. Q. y los Omeyas que duró alrededor de 20 años. Ejércitos de Abderramán II atacaron a Muza con frecuencia. Cuando la resistencia era imposible éste capitulaba, obtenía el aman (perdón) y seguía gobernando Tudela en nombre del emir.
En el 844 los normandos penetraron por el Guadalquivir hasta Sevilla. La situación en Andalucía llegó a ser peligrosa y el emir solicitó auxilio de su cliente Muza. Su bravura y talento hicieron maravillas. Atacó y derrotó a los normandos quedando, a su regreso a la frontera superior – Aragón-, como la figura política más importante. Acompañó a Muhammad en su expedición contra Toledo, que terminó en la victoria de Guadacelete. Combatió al rey de Asturias y a los condes catalanes, penetrando en tierras de Alava y Castilla y llegando cerca de Barcelona. Se adueñó de Tarrasa. Dominó en Huesca, señoreó el Valle del Ebro hasta Monjardín y Montejurra y su hijo Lope fue cónsul en Toledo. Su audacia y poder no encontraron fronteras. A mediados de siglo, Muza había alcanzado un poder sin igual en las tierras hispano-musulmanas; con razón se hacía llamar el Tercer rey de España.
Su estrella comenzó, sin embargo, a declinar. Se atrevió a edificar el castillo de Albelda desafiando al rey Ordoño I, que gobernaba desde el país vasco hasta Galicia. En el 859 Ordoño atacó a Muza y le derrotó en monte Laturce (Clavijo) y mientras Muza escapaba herido, Ordoño entraba en Albelda. Al año siguiente las tropas de Córdoba atravesaban las tierras de Muza sin que éste opusiera resistencia. Su fin estaba próximo. En el curso de un ataque a Guadalajara fue herido de gravedad, muriendo antes de regresar a Tudela.
Los sucesores de Muza: Fin de la estirpe. Sus hijos heredaron sus dominios, pero no su talento ni su autoridad. La boda del nuevo rey de Asturias, Alfonso III el Magno, con una princesa navarra enlazó familiarmente a la dinastía asturiana con los B. Q. del Ebro (no olvidemos la hermandad entre Muza e Iñigo Iñiguez, el fundador del reino de Pamplona). La amistad que existió entre los B. Q y Alfonso III en un principio, fue rota más tarde. El 882 el hijo de Lope, el que fuera cónsul en Toledo, Muhammad, sorprendió a sus parientes, se adueñó del poder, se acercó a Córdoba y atacó al rey cristiano. No se avino a entregar a sus familiares al emir y, acosado por los condes de Alava y Castilla, pidió la paz a Alfonso III. No aceptó éste tratar con quien había traicionado a sus amigos y en consecuencia, el jefe de los B. Q. combatió en adelante en dos frentes, contra Córdoba y contra Oviedo. En algún momento llegó a apoderarse de Toledo. En el 891 obtuvo una gran victoria frente al rey de Asturias. Pero alarmado por la instalación en Zaragoza de un miembro de la familia rival de los Tuchibíes (Tuyibíes), la combatió Con furia; durante el cerco encontró la muerte en el 898. Había sido un digno sucesor de su abuelo, el gran Muza.
Su hijo Lope b. Muhammad heredó la audacia y la bravura de su estirpe. En vida de su padre había dado ya pruebas de su arrojo, combatiendo contra diversos caudillos del Valle del Ebro y atacando al conde de Barcelona Wifredo el Velloso, quien vencido y herido por él, murió días después. Edificó el castillo de Monzón sobre el Cinca y el de Balaguer en tierras catalanas, y también en vida de su padre marchó hacia Andalucía, atacó y tomó la fortaleza de Cazlona e intentó pactar con Ornar (´Umar b. Hafsum). Al recibir la noticia de la muerte de su padre volvió al Valle del Ebro. Reconoció teóricamente la soberanía de ´Abd Allah y combatió con decisión a Alfonso III, venciéndole en Tarazona. Este éxito aseguró su autoridad en Toledo, cuyo gobierno encomendó a su hermano Mutarrif y prosiguió la lucha contra el rey Magno. Sitiaba éste Grañón, cuando Lope b. Muhammad penetró en tierras de Alava, conquistó el castillo de Bayas, al N del Ebro y obligó al soberano de Oviedo a abandonar el sitio de la plaza (904). Poco después atacaba al conde de Pallars y al año siguiente sitiaba Zaragoza.
Sus triunfos y su audacia iban a ocasionar su pérdida en plena juventud y la ruina definitiva de su estirpe. El rey de Oviedo se alió con el conde de Pallars para dar un golpe de estado en Pamplona y llevar al trono una dinastía sin contacto con los renegados del Valle del Ebro. El golpe de estado triunfó en el 905 y Sancho Garcés ocupó el trono de Navarra. Tal vez el rey Magno logró al mismo tiempo que los toledanos se alzaran contra el pariente de Lope que gobernaba la ciudad y que le asesinaran. El último miembro de los B. Q. reaccionó con su habitual temeridad y violencia. Penetró en Navarra irritado y desafiante. Intentó levantar frente a Pamplona una fortaleza, pero Sancho le tendió varias celadas. Cayó en ellas el bisnieto de Muza y pereció luchando el 29 sep. 907.
Había terminado la historia triunfante de los Banu Muza o B. Q. Su hermano ´Abd Allah procuró en vano recoger la herencia de la estirpe. Al-Tawil, señor de Huesca, se apoderó de Barbastro, Alquézar y de la Barbotania y más tarde de Monzón y de Lérida. El tuchibí que señoreaba Zaragoza entró en Ejea. Los toledanos reconocieron como caudillo a Lope b. Tarbisa probablemente amigo de Alfonso III. Sancho Garcés se afirmó en Pamplona y los últimos descendientes de Casius y de Muza vivieron en la sombra.
Los B. O. habían dominado en realidad el Valle del Ebro durante casi un siglo. Fueron exponente de la reacción de los muladíes contra sus dominadores orientales. Esas rebeliones en Tudela, Toledo, Mérida, Andalucía, etcétera, perturbaron la historia española del s. IX, debilitando, a veces hasta la impotencia, el poder de los emires cordobeses. Los caudillos muladíes nunca llegaron a aliarse entre sí, lo que facilitó el avance cristiano. El dominio del Ebro por los Muza y su hostilidad, salvo fugaces alianzas, al reino de Asturias, contribuyeron al nacimiento de Castilla. Amenazadas y atacadas en sus fronteras las tierras orientales del mismo, hubieron de vivir más de un siglo en lucha permanente, lo que no pudo menos de influir en la forja de la personalidad de la comunidad histórica que en ellas habitaba. Mientras el rey Magno llegaba hasta Coimbra en el 878 y hasta el Duero, con la repoblación de Zamora en 893, todavía a principios del s. X veía entrar en Alava las huestes de Lope b. Muhammad b. Lope b. Muza, los nombres del último vástago de la estirpe del conde visigodo Casius.
BIBL. : BARRAU-DIHIGO, Recherches sur I’histoire politique du royaume asturien, «Rev. Hispanique», París-Nueva York 1921 : C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, La auténtica batalla de Clavijo, «Cuadernos de Historia de España». IX, Buenos Aires 1948; ÍD, Alfonso III y el particularismo castellano, lb. XIV, Buenos Aires 1950; E. LEVI PROVEN~AL, Historia de la España musulmana, en Historia de España, dir. R. MENÉNDEZ PIDAL, IV, Madrid 1950; ÍD, Problemas de la historia navarra del siglo IX. Príncipe de Viana, 74-75, Pamplona 1959.
HILDA GRASSOTTI.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
Blog del autor de la trilogia de los Banu Qasi
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