IV congreso de historia de Navarra
(14-17 septiembre 1998)
Mito y realidad en la historia de navarra (volumen II)1
Esteban Orta Rubio
No deja de ser llamativa la carencia de investigaciones sobre los Cristianos Nuevos del Reino de Navarra. El contraste se agiganta si la comparamos con la atracción que han sentido diversos investigadores por los judíos antes de la expulsión o conversión. La historia de las principales aljamas, las familias mas influyentes, los contactos, no solo económicos, con las otras comunidades han sido desmenuzadas y dadas a conocer en trabajos modélicos2.
Sabemos que fueron bastantes los convertidos al cristianismo en 1498 que optaron por quedarse a vivir en Navarra. Sabemos también que tras la conquista de Navarra, añoraban, en su mayoría, a los legítimos reyes Juan y Catalina, por lo que fueron represaliados3. Conocemos incluso los nuevos nombres y apellidos que adoptaron las familias que se quedaron a vivir en Tudela, apellidos que fueron colocados un siglo más tarde en el crucero de la Catedral en un lienzo motejado pronto por el pueblo como «la Manta»4.
Juzgo de gran interés para la historia de Navarra el seguir la trayectoria de estas familias durante los siglos XVI y XVII. Sin embargo, es tarea difícil y complicada. La dispersión de las fuentes, el enmarañamiento y la ingente cantidad de las mismas han desanimado y siguen desanimando a los investigadores. Pero no son estos los únicos obstáculos. La nueva comunidad de conversos se enfrentó desde el principio, como han puesto de manifiesto los estudios de Domínguez Ortiz5 para otras zonas de España, con la animadversión de amplios sectores de la población. Ello generó a su vez un movimiento reflejo de autodefensa.
Efectivamente, conforme nos alejamos de 1498 y van saliendo al escenario de la vida las sucesivas generaciones, el afán de hacer olvidar sus orígenes se acentúa. El siglo XVI trae el espectáculo de apellidos que invierten su orden, se desfiguran o incluso se cambian totalmente. A su vez, la envidiable posición económica y social conseguida por algunas familias conversas aguza el deseo de entrar en los círculos cerrados de la nobleza. Para ello se da un paso más al inventar genealogías fabulosas que se pierden en las nieblas del espacio y del tiempo.
Los cristianos nuevos y sus descendientes llenaron la vida económica, social y cultural de la Navarra de los siglos XVI y XVII. Comerciantes, artesanos o médicos en primera generación, comienzan en las siguientes a transitar por nuevas profesiones sin abandonar las antiguas. La segunda generación diversifica y amplía los campos: notarios, sacerdotes, maestros, se combinan con los dedicados al comercio o la medicina. Una tercera o cuarta recoge los frutos de las anteriores. Las amplias fortunas y las alianzas matrimoniales les han pertrechado bien para el asalto a las alturas. Así, sus hijos tienen tiempo y dinero para llegar a las universidades, ocupar las canonjías, o dedicarse a sus aficiones literarias o científicas.
Un análisis detenido de las principales familias, llevaría a descubrir la ascendencia conversa de muchos ilustres hijos de Navarra.
Los conversos de la ciudad de Tudela
El caso más llamativo lo constituye la ciudad de Tudela, convertida a finales del siglo XV en centro de acogida de numerosos judíos procedentes de Aragón o Castilla6.
Los cristianos nuevos de esta ciudad van a ir subiendo en la escala social hasta alcanzar metas nunca soñadas por las primeras generaciones de conversos. Tomemos un caso concreto: el poeta Jerónimo de Arbolancha. En él se dan las características comentadas anteriormente. En primer lugar es hijo de comerciante converso: Pedro de Bilbao, que en su testamento se confiesa: tinturero[1]. Nacido Arbolancha alrededor de 1546, la buena posición económica familiar le permite una formación adecuada y tiempo libre que dedica a la literatura: ahí están «Las Habidas». Por último, el deseo de ocultar sus orígenes le hace cambiar de apellido. Al publicar «LAS HABIDAS» no se nombrará Jerónimo de Bilbao, sino Jerónimo de Arbolanche.
No es el único. Francisco de Tornamira, el astrónomo, nieto del primer Tornamira converso, Tomás, invierte el orden de los apellidos. Tomará de primero el de su madre: Vicente, relegando a un segundo plano el de Tornamira, demasiado vinculado a actividades artesanales y mercantiles.
El ascenso social de la familia Tornamira, que ha matrimoniado con sectores de la pequeña nobleza, llevará ya en el siglo XVII a la invención de falsas genealogías. Observemos detenidamente este caso. Juan de Tornamira y Soto, establecido en Zaragoza, donde se ha desplazado cierto sector de la saga, diseñará el origen francés de la familia. Noble, por supuesto: «El solar de la casa originaria de los Tomamiras es en el reino de Francia, en la provincia de Auvemia».8 Con ello pretende acallar la tradición popular que señalaba a los Tornamira como judíos provenientes de Tarazona de Tarazona.
«porque dicen que en tiempo de la expulsión de los judíos de España… habiendo de salir con los demás un judío rico, a quien habían los cristianos empeñado la imagen de Nuestra Señora del Moncayo, se la fueron a pidir y que, no queriéndola dar sin cobrar los dineros que sobre ella había dado, se volvió la ymagen milagrosamente a la misma montaña del Moncayo y que buscándola un criado del judío, ignorante de esta buelta, por la parte donde la había dexado y, no hallándola, le riñó su amo diciendo: toma y mírala, y que sabiendo este milagro se convirtió el amo y que, en el bautismo, le dieron por sobrenombre Tornamira»9
Por el contrario el orgulloso Juan de Tornamira afirma que el apellido no es sino una alusión de los espejos que llevaban en tomo al escudo «y porque los espejos en francés se llaman miralls… fue comunmente llamado Mosiur de Tornamiralls…y que con el tiempo se corrompió el nombre de Tornamiralls en Tornamira».10
A pesar de los intentos de ocultar orígenes sospechosos, sus convecinos siguen llamándolos por los nombres de siempre. Esto se hace evidente si nos acercamos a otros documentos. Mientras en los oficiales figuran los nombres que ellos mismos se han dado, los Libros de Matrícula de sus propias parroquias siguen denominándolos con los originales.
Un ejemplo. Durante años Francisco de Tornamira y Vicente, aparecerá así en el Libro de Matrícula de la parroquia de San Jaime, y a sus hijas Jerónima y Mariana las apellidan tercamente: Tornamira. Sólo en 1598, tras la muerte de su padre, Jerónima será: Vicente y Tornamira11.
Quizá porque el ambiente ciudadano les fuese menos favorable o también que el volumen de sus negocios necesitase de espacios más amplios, algunas de las más importantes familias tudelanas buscarán nuevos horizontes. He hablado de los Tornamira. Uno de ellos: Gregorio, avecinó en Zaragoza, a finales del siglo XVI tras hacerse cargo de la administración y cobro de la Bula de la Cruzada en todo el territorio del Reino de Aragón12.
Pues bien, aunque siguen manteniendo sus tierras y sus casas navarras intentan por todos los medios hacer olvidar sus orígenes. Seguirán, eso sí, enterrándose en las capillas funerarias que su familia ha fundado a lo largo del siglo XVI en Tudela, pero sólo la primera generación. Luego lo harán en parroquias o conventos zaragozanos. Al cabo de pocos decenios nadie les reprochará sus orígenes. Hasta tal punto es esto cierto que la Enciclopedia Espasa al hablar de Juan Tornamira y Soto, da crédito a sus fabulaciones: «Historiador genealogista español, de ilustre familia, establecida en Aragón. (…) El escudo de esta familia es en oro con tres bandas negras orlado con muchos espejos»13.
La Enciclopedia Aragonesa da un paso más, establece taxativamente el carácter aragonés del linaje de los Tornamira. Al tratar de Francisco de Tornamira y Vicente, el famoso cosmógrafo, sitúa el apellido Vicente como nombre y le llama así: TORNAMIRA, Francisco Vicente de. Apoyándose en Latassa dice:
«era turiasonense o procedente de familia de Tarazona, aunque en sus obras figura como natural de Tudela, ciudad en la que publicó sus trabajos»14.
Fue el historiador tudelano José Ramón Castro, quien buceando en los archivos eclesiásticos de Tudela encontró la partida de bautismo de Juan de Tomamira y Soto (1583) así como la de su padre Gregorio de Tomamira (1543). Lo publicó en su libro «Autores e impresos tudelanos»15. Constituía el primer intento de sacar a la luz, cuatro siglos después, lo que los propios interesados quisieron que estuviese oculto y enrevesado.
- 1 Págs. 107-110.
- 2 Una amplia y muy documentada visión de conjunto puede verse en J. Carrasco,
«Sinagoga y Mercado» Gobierno de Navarra, Pamplona, 1993, págs. 21-54. - 3 Beatriz Leroy «Les juif du bassin de TEbre. Témoins d’une histoire séculaire», Biarriz, 1997, J.D. Editions, págs. 169-173.
- 4 Publicados por Florencio Idoate «Rincones de la Historia de Navarra» Diputación Foral de Navarra, Pamplona, 1956, Tomo I, ptgs, 159-161, Mito y realidad en la historia de Navarra, II (Pamplona, SEHN, 1998) 107-110
- 5 Antonio Domínguez Ortiz, «Los judeoconversos en España y América» Madrid, 1971.
- 6 El tema de los judíos que se refugian en Navarra ha sido bastante tratado por la investigación en los últimos años. A destacar los trabajos de M. A. Motis Dolader y Benjamin Gampel. Una visión concisa del tema puede observarse en Beatriz Leroy. (1997)
- 7 Posiblemente Pedro de Bilbao sea el mismo que aparece en la lista de la Manta con el apelativo de «botinero». El testamento lo dictó ante el notario J. González de Uzqueta, el 20 de Noviembre de 1551. En él encontramos datos que destierran las afirmaciones de algún autor que señala a Arbolancha como hijo único. Pedro de Bilbao se casó dos veces. De la segunda mujer, María de Vitas, tuvo tres hijos: Jerónimo, Francisca y Apolonia.
- 8 Manuel Alvar encontró y publicó el manuscrito en la revista Principe de Viana, n° VII. Posteriormente José R. Castro lo utilizó ampliamente en su libro «Autores e impresos tudelanos», págs. 433-441.
- 9 J. R. Castro. 1963. Pág.438.
- 10 J. R. Castro. 1963. Pág.439. El orgullo y la fabulación de este Tornamira no tiene límites, llegando a sentenciar que según testimonios del propio Julio Cesar nadie opuso tanta resistencia a las tropas romanas como la familia Tornamira.
- 11 Archivo Parroquial de San Jaime. Libro Io de Matrículas, folios 40 a 230. Incluso en la matrícula del año 1600, al margen de su nombre aparece con letra de la época: «¡ojo! Tornamira».
- 12 J. R. Castro. 1963, Pág. 435. Este Gregorio es el padre de Juan de Tornamira, al que hemos visto como interesado inventor de genealogías.
- 13 Tomo 62. Pág. 1008. Madrid. Espasa Calpe. 1996.
- 14 Tomo XII. Págs. 3226-3227. Zaragoza. 1982. He tenido la fortuna de descubrir la partida de nacimiento de Tornamira, formalizada a dos de Enero de 1533, reseñada al folio 93 v del libro Io de bautismos de la parroquia de San Jaime de Tudela. El 16 de noviembre de 1997 publiqué un artículo en «Diario de Navarra’: «Cuarto centenario de Francisco de Tornamira. Astrónomo y matemático (1533-1597), nació, murió y fue enterrado en Tudela».
- 15 Entre las pág. 431-441 trata de seguir el linaje de los Tornamira hasta Gregorio de Tornamira, es decir hasta la tercera generación de cristianos nuevos. Aunque en ningún momento deja traslucir el origen converso de la familia, sí que publica parte del manuscrito descubierto por Albar.
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