Tudela está considerada una de las principales ciudades islámicas del norte de la península, sobre la que han tratado muchos investigadores con mejor o peor acierto. Su situación geográfica, en la vega de los ríos Ebro y Queiles, con muy buenas vías de comunicación en el eje del mismo valle y con buenos accesos hacia el norte de Navarra y la Meseta, hacen del enclave un lugar privilegiado para el establecimiento de poblaciones y la economía de las mismas. Sin embargo, no será hasta principios del siglo IX cuando comenzará a adquirir importancia en época islámica, llegando a ser brevemente reino de taifa independiente durante el siglo XI, y la segunda población de Navarra desde su reconquista hasta nuestros días. Tras varios años de excavaciones, hemos ido comprobando que el poblamiento en el solar que ocupa la Tudela actual, estuvo ocupado desde los comienzos del primer milenio antes de Cristo, y no se interrumpe en ninguna etapa histórica.
La Tudela islámica pre-fundacional
Tudela no es una fundación exnovo de época islámica, como vemos en los restos hallados en excavaciones, aunque con escasas evidencias; existe una población hispanovisigoda que ha de ver llegar a un reducido grupo de musulmanes a comienzos del siglo VIII que tomará el poder de forma no beligerante.
3El Diccionario de la Real Academia de la Historia (1802) cita que Ayub el Lajimita se apoderó de Tudela en el año 716, conservando su nombre. Una referencia aludiendo a la obra de el-Azdí, citada por Borbón en sus cartas XII y XV de las escritas al señor Masdeu.
Sin embargo, la única fecha que siempre se ha tenido en cuenta es la de ibn Hayyan en su obra conocida como Muqtabis, en la que cita. «… el emir Al-Hakam confió a Amrús ibn Yusuf el gobierno de la frontera superior… repobló el monte de Tudela y lo convirtió en una hermosa ciudad…». Es la fecha 802 la que se estima como la de fundación de Tudela, aunque la palabra repobló también se puede aceptar con significado de construir o reparar.
La arqueología ha comenzado a dar algo de luz a una de las etapas más oscuras de la historia de Tudela. Hasta hace muy poco tiempo sólo se tenían algunos indicios de la continuidad de los niveles arqueológicos desde la época tardoantigua hasta la época plenamente islámica, consistentes en algunas cerámicas de cocina de pastas gruesas y mala calidad que aparecían revueltas en otros niveles arqueológicos más modernos, pero que evidenciaban la continuidad desde el siglo VI al IX.
Las recientes excavaciones que se han venido realizando en el Cerro de Santa Bárbara durante los año 2002-2003 han descubierto por primera vez niveles arqueológicos y urbanismo del siglo VIII. Es en este monte, situado al norte de la ciudad, cuya ladera sur está urbanizada por las calles actuales, donde se origina el poblamiento desde las etapas más antiguas.
En esta excavación se descubrieron dos habitaciones pertenecientes a una vivienda, con una planta estrecha y alargada Sin poder conocer las dimensiones completas de la vivienda, parece haber una habitación principal junto a otra muy estrecha y alargada que se utilizaría como zona de almacén, donde proliferan los silos excavados en el suelo.
Estos silos son de forma troncocónica, estrechos en la boca y anchos en el fondo, llegando hasta los dos metros de profundidad. Cuando dejan de utilizarse se rellenan de escombro y basura, siendo las cerámicas halladas en su interior de gran importancia para conocer el abandono de las viviendas
Esta vivienda se ha fechado por la cerámica más moderna hallada en el interior de estos silos y por el primer estrato de tierra que cubría las piedras de sus muros. El hallazgo de algunas cerámicas de pasta clara, realizadas con torno y formas típicamente islámicas, indica un abandono a comienzos del siglo IX. Analizando la cerámica existente en los niveles arqueológicos que se sitúan por debajo de los muros, se puede fechar la vivienda en el siglo VIII, en la primera etapa islámica.
Estos restos indican un urbanismo en ladera que se va adaptando a la fuerte pendiente del monte, un perfil que se ha ido perdiendo tras los aterrazamientos efectuados con las reformas cristianas posteriores.
El núcleo islámico primitivo, anterior al 802, estaría rodeado por una muralla, de la cual solo parece quedar un único vestigio en un corral interior de la calle San Nicolás. Hoy esta muralla ha quedado convertida en muro de aterrazamiento, junto con otras reparaciones de época cristiana. Formado por grandes bloques de piedra caliza, escuadrados, pero sin tallar, presenta una disposición de los sillares a soga y tizón, con algunas series de tizones estrechos de clara factura islámica. La piedra que se utiliza en este cerco es una caliza de mala calidad, que aparece en la margen derecha del Ebro, diferente a la de la margen izquierda, con mejor calidad.
La Tudela islámica fundacional
Pero no será hasta la fecha del 802 en que Amrús-ben-Yusuf, mandado por el emir Alhakam I, reforme sus murallas y repueble el monte, convirtiéndola en una hermosa ciudad. Ahora sabemos que existe una población amurallada anterior a esta fecha y que el verbo utilizado en las fuentes escritas, que tanto se puede usar con la acepción de edificar como de reconstruir, se refiere a este segundo significado.
Sin una base documental siempre se ha afirmado que Amrús funda Tudela hasta el cauce del Mediavilla, un pequeño cauce que recoge barrancos locales, y pocas décadas más tarde se amplía la ciudad hasta el río Queiles, triplicando su superficie. Amrús fortaleció el cerco de muralla existente anteriormente y fortificaría la zona alta del Cerro de Santa Bárbara. No sólo darle una nueva apariencia estructural, sino concederle un nuevo estatus político y económico, fue lo que impulsó a convertir Tudela en una de las medinas más importantes de la Marca Superior de Al-Andalus.
Poco más sabemos de esta medina de comienzos del siglo IX. Desconocemos el trazado exacto de la muralla y la situación de sus puertas, de las que al menos debía de poseer dos, una que daría acceso desde el puente sobre el Ebro y su contraria, la Puerta de Calahorra, en la zona oeste de la ciudad.
La primitiva mezquita se ha querido situar en la actual plaza de San Salvador, por ser un lugar relativamente llano y el hecho de que la iglesia románica que luego se construyó aquí lleve este nombre que se suele dar a las mezquitas reconvertidas en templos cristianos, tal como ocurre con la Catedral de Zaragoza o Seo del Salvador. Por el momento no hay ningún vestigio material o documental que lo avale. En caso de que fuera cierto, la muralla debería de envolverla haciendo una curvatura un tanto extraña bordeando el barranco de Mediavilla, o quedar extramuros, junto a la muralla.
La importancia creciente de Tudela favoreció la inmigración de poblaciones vecinas lo que hizo que pronto se traspasara el límite de las murallas.
La mayor parte de esta población comenzaría a situarse al exterior de las murallas, en arrabales cerca de las puertas. Estos barrios periféricos, existentes en todas las ciudades islámicas, no tenían una sólida muralla, pero la etapa de poder que vivió Tudela bajo el dominio de Musa ben Musa muy bien pudo desembocar en el nuevo amurallamiento de la medina hasta la margen izquierda del río Queiles.
La existencia de nuevas posibilidades para construir en zonas más llanas y dentro de la protección de las murallas, hará que parte de las laderas más abruptas del cerro se despueblen, a la vez que se desmantela el primitivo recinto amurallado para no dejar dividida la ciudad en dos.
La alcazaba, las murallas y el puente
El siglo IX supone el reforzamiento urbanístico de la medina, basado en tres puntos fuertes: una alcazaba que ostente el poder militar, unas murallas que den seguridad a la población y un puente sobre el Ebro que ofrezca la posibilidad de cultivo en la margen izquierda y el paso rápido hacia las zonas fronterizas con los cristianos.
La alcazaba se situó en la zona alta del Cerro de Santa Bárbara. Muy poco sabemos de ella, y las excavaciones desarrolladas en la cima del cerro han demostrado que se desmantela hasta los cimientos en el siglo XII para construir el castillo cristiano.
Para el conocimiento de la alcazaba solo podremos contar con los vestigios que aparezcan en la excavación que se realice en la zona alta del Cerro de Santa Bárbara. En la actualidad es una superficie llana ocupada en el centro por un fortín que se construye durante la última Guerra Carlista, en 1873, y donde en uno de sus ángulos se erigió el monumento al Sagrado Corazón de Jesús en el año 1942.
A comienzos del año 2001 se realizó una excavación en el fortín, que afectó a las dos terceras partes de la superficie interior. A pesar del rebaje del monte en una cota de 87 cms para hacer la explanada del fortín, lo que supuso la desaparición de buena parte de los niveles arqueológicos, y de las cimentaciones para las obras del monumento religioso, aun quedaron restos intactos de cronología árabe y cristiana, junto con algunos pozos de poste y resto de pavimentos que podían ser de etapas preislámicas pero sin una fecha concreta.
En esta excavación no apareció ningún muro de la alcazaba, pero sí la zanja que se realizó para arrancar las piedras de sus cimientos. Esta extracción se realizó de tal manera que quedó marcada toda la impronta del muro en la tierra en que estaba metido, dejando manchas de cal en el fondo y algunos resaltes en la unión de las piedras.
Es de suponer que el resto de la alcazaba ha tenido el mismo fin que la parte descubierta al interior del fortín, pero integradas dentro de los muros de la fortificación moderna se han conservado, milagrosamente, unos pocos sillares, tres, con talla almohadillada islámica, alineados con las zanjas y sin signos de haber sido reutilizados, por lo que aun quedan esperanzas de que en algunas zonas, aunque no se conserve mucha altura de muro, todavía queden estructuras sin expoliar de la alcazaba.
El nuevo amurallamiento se realiza sobre el primitivo cerco del siglo VIII, pero durante el siglo IX se realiza la expansión de la ciudad, con una nueva muralla que reaprovecha sillares de la anterior muralla, mezclando la caliza de mala calidad y piedra arenisca que sólo se encuentra en la margen derecha, con piedra caliza dura que aparece en la margen izquierda. Esto se debe a que tras la construcción del puente se explotan en mayor cantidad las canteras de la zona de Bardenas, que será la principal zona proveedora de piedra caliza desde esta época.
Hasta hace poco pensábamos que el cerco mayor del siglo IX estaba realizado con sillares almohadillados, del que quedan dos tramos conservados en el barrio de la Virgen de la Cabeza, en la calle Padre Ubillos. El mayor de ellos se encuentra en el patio de una casa particular y se descubrió en el año 1986 al derribar unos cobertizos adosados a ella. Se conserva en una longitud de 19 m. y una altura de 9 m., pero sólo conserva el paramento exterior en una altura de 2 m., ya que el resto se ve arrancado mostrando el relleno informe del interior. También se aprecian reparaciones muy posteriores hechas con piedra mucho más pequeña.
Este muro continúa hacia el norte pero está oculto por edificaciones, aunque no con mucha longitud, pues ya no se han encontrado restos en sondeos realizados en nuevas construcciones. Su prolongación hacia el sur, fue destruida por otro propietario al hacer una edificación nueva en el año 1995.
El otro tramo de lienzo almohadillado se conserva en terreno público al final de la ladera del Cerro de Santa Bárbara, junto a la parte trasera de las casas en la calle Padre Ubillos. Tiene menor longitud y solo conserva dos hiladas de sillar tallado y otras cinco de cimentación sin tallar. Se ha arrancado mucha piedra, pero en los trabajos de limpieza se ha visto que su trazado se podrá seguir, aunque solo sea en las primeras hiladas de cimentación.
Hoy, tras haber hecho una excavación en este segundo tramo, creemos que este tipo de aparejo corresponde a reparaciones efectuadas en la muralla a finales del siglo IX. En esta excavación encontramos resto de una estructura de fortificación cortada por la de sillar almohadillado, fechable a principios del siglo IX, que podría corresponder al amurallamiento de Amrús.
La principal diferencia entre ambas estructuras es que la más moderna presenta argamasa en la unión de sus piedras, mientras que la más antigua no tiene más que pequeñas piedras calzando los bloques mayores.
Las otras zonas de muralla que se conservan, o han aparecido en excavaciones, solo muestran la cara que daba al interior de la ciudad. Otros tramos hallados en excavaciones arqueológicas solo se han documentado a nivel de cimientos o han sido renovados en etapas cristianas.
El de la calle Granados es el tramo más conocido, por haberse conservado descubierto, formando una parte del lateral de la calle que no está ocupada por viviendas. Por la diferencia de colocación de sus piedras se ven las huellas de diferentes obras de reparación, la mayor parte modernas con piedra de pequeño tamaño muy bien rejuntada y cantidad de huecos rellenados con trozos de ladrillo.
Del frente de muralla que discurría paralela al Queiles, por los actuales Paseo de Pamplona y calle del Muro, de donde le viene el nombre, hemos tenido oportunidad de verla en cinco intervenciones realizadas entre los años 1996 y 2007, por lo general mal conservada. Actualmente los restos de la muralla gozan de una protección especial y no pueden ser derribados, caso que no se dio en los dos primeros solares donde apareció, siendo desmantelada total o parcialmente.
Otros restos de menor entidad se han hallado también en excavaciones arqueológicas en la calle Herrerías. En un solar del número 10, la muralla no se conservó en el centro, sino en ambos laterales de los edificios que lo jalonaban, estando cortada e introducida en la pared de las edificaciones, conservándose en altura.
Este curioso hecho nos ha permitido conocer algo más de los alzados de la muralla, ya que la parte superior estaba construida con tapial muy duro, aunque es muy probable que se trate de una reparación. La muralla, vista en sección, presentaba una anchura de 2’50 m., mezclando sillares de gran tamaño tanto de piedra caliza como arenisca. El perfil al interior de la ciudad medieval se conservaba recto, pero el correspondiente a la fachada exterior se veía muy degradado y ruinoso, debido a que a partir del siglo XVI ya no se acometieron labores de reparación y la degradación fue progresiva, sobre todo de la piedra arenisca, hasta su destrucción durante los siglos XVII y XVIII.
Las murallas estuvieron jalonadas por torreones de planta rectangular, con muy poco desarrollo al exterior. No sabemos si esto fue así en todo su perímetro, pero las dos únicas torres que han aparecido en excavación solo se adelantaban algo menos de dos metros. Así se pudo ver en el ya desaparecido tramo de muralla que se encontró en la calle del Muro en el año 1999 y el que se aprecia junto al tramo de muralla de sillares almohadillados cerca de la calle Padre Ubillos, aunque solo con la primera hilada de cimentación. Por el momento desconocemos la longitud de los torreones y a cuanta distancia se situaban uno de otro.
Los puntos más fuertes tuvieron que ser las puertas, flanqueadas por torreones, tal como aparece la Puerta de Calahorra en el plano de Tudela de 1800 que dibuja el ingeniero Alejandro de Retz. Esta, junto con las del Puente, de Zaragoza y del Mercado o de la Morería, fueron las principales de la ciudad.
Las puertas, además de estar protegidas, no deben permitir un acceso rápido al interior de la ciudad. Esto se consigue mediante dobles puertas y entradas en ángulo. La estructura de las casas ha cambiado, pero aun se mantiene el trazado de entrada en codo en el acceso desde Herrerías a Granados o desde el Muro a Verjas, ahora muy alterado por los nuevos planes urbanísticos. También se aprecia en el plano de la Puerta de Calahorra.
En la puerta del Puente, o de Leza, salvo que se trate de una reforma cristiana, tenemos un sistema de doble puerta, donde después de haber pasado la primera que da paso al puente, hay otras tres que dan paso al interior de la ciudad y a los caminos laterales de la muralla respectivamente. En caso de ataque, una vez derribada la primera puerta, se ataca desde lo alto y en el interior de la torre, mientras se intenta atravesar la segunda.
Como único elemento decorativo perteneciente a la una de las puertas, en este caso a la de Calahorra, se encuentra un sillar con parte de una roseta formada por una estrella de seis puntas rodeada por un círculo. El mundo islámico está rodeado de símbolos protectores. Esta roseta, hallada junto a la muralla descubierta en el año 1986 en la calle Padre Ubillos, pudo estar colocada en la desaparecida Puerta de Calahorra, que al igual que las de la Fortaleza de Gormaz (Soria) se encontraría colocada hacia la zona de donde vienen los vientos dominantes (Cierzo) para proteger a la ciudad de los malos genios que vienen del noroeste. El mundo islámico está rodeado de símbolos protectores contra el mal de ojo y las influencias perniciosas producidas por conjuros y genios malignos, y que son muy comunes encontrarlos en amuletos y decoraciones de la cerámica. No sería de extrañar que este símbolo estuviera protegiendo una de las entradas principales de la ciudad, precisamente por donde el viento puede traer más influencias perniciosas de los reinos cristianos del norte.
La zona más vulnerable de Tudela es la Oeste. Sabemos de la existencia de un foso que tras la conquista de Navarra en el siglo XVI se fue colmatando y pasó a convertirse en la calle de mayor anchura del casco histórico, la de Herrerías.
Tras la excavación realizada en dicha calle, durante 2005-2006, se comprobó que el foso en realidad es un barranco natural que recogía el agua de varios manantiales, muy numerosos en esta zona y de gran caudal, desaguando en el Queiles; existiendo otra vertiente que lo hacía hacia el Mediavilla. En la parte más alta de las dos vertientes se situaba la Puerta del Mercado.
También conocemos la existencia de un muro, o barbacana, adelantado a la muralla 5’60 m. y provisto de saeteras. Se localizó, muy destruido en el solar de Herrerías 10 y existe un pequeño sótano, al que se accede por una trampilla, con una saetera perfectamente conservada, bajo la entrada al Palacio del Marqués de Huarte, todo actualmente, bajo la cota del suelo. En las excavaciones de Herrerías se localizó la base de un torreón semicircular, adelantado a la barbacana en la vertiente del foso. Estaba realizado con piedras y argamasa, encofradas con tablones, una obra que tiene más parecido a las fortificaciones cristianas que rodean al castillo que sustituirá a la alcazaba.
El puente es obra musulmana, pues aparece citado en las obras de los cronistas árabes, hablando de las norias existentes bajo sus arcadas. Pero como muy bien diserta en su reciente libro L. M. Marín, debió de ser renovado completamente en la época de Sancho el Fuerte, siguiendo la crónica que de este rey hace el Príncipe de Viana. El hallazgo de marcas de cantero en zonas bajas de los tajamares, con idénticas características a las que se hallan en la catedral y algunos sillares de las murallas del castillo, parecen indicar que la obra que hoy se conserva fue renovada en época cristiana.
No hay una fecha para la construcción del puente, pero por lógica tuvo que acaecer en la etapa en que Amrús reconvierte la población en un nuevo punto fuerte. La existencia del puente movería la economía de la ciudad, permitiendo una nueva vía de comercio hacia los territorios de la margen izquierda del Ebro, implicando que el paso de mercancías genere nuevas actividades de almacenamiento, producción y transformación.
También supuso facilitar la puesta en cultivo de los campos de Traslapuente y el paso rápido de tropas con que proteger las poblaciones musulmanas cercanas a la frontera con los cristianos.
Todo el sistema defensivo de la ciudad islámica se completaba con una red de torres atalayas de vigilancia y señalización que rodeaban Tudela a un radio de varios kilómetros. Se situaban en puntos elevados del territorio y tenían comunicación visual entre sí y con un punto central en la alcazaba. Apenas quedan vestigios de estas torres, que serían muy pequeñas, ya que misión no es la de albergar una pequeña tropa, sino la de hacer señales para comunicación.
Sin embargo, dejan de utilizarse muy rápidamente, pues en el siglo X están casi todas abandonadas, según indica la cerámica árabe hallada en sus proximidades. Las encontramos en La Coraza, en lo alto de la Corraliza del Molino, en Marijuán, en San Gregorio, otra pudo haber en Santa Quiteria y de otra que hubo en la carretera de Corella, ya en término de Murchante, solo queda el topónimo de La Torre.
No he nombrado la Torre Monreal, que siempre se ha dado como de época árabe. Los sondeos arqueológicos que se han realizado al exterior no han proporcionado cerámicas árabes, sino cristianas de los siglos XII y XIII, y los paralelos más cercanos de lo único que queda de su obra original, que es su base cuadrada y su sótano o aljibe, los tenemos en la base de la torre principal del castillo cristiano y en las torres de defensa de frontera, en Bardenas, todas de cronología cristiana.
El urbanismo de la medina
Muy poco sabemos del urbanismo que tuvo interiormente Tudela en la etapa islámica. Hemos de partir de un concepto diferente de calles al que estamos acostumbrados a ver, ya que la calle es un mero elemento de tránsito para llegar al adarve ese pequeño callejón que se introduce en el interior de la manzana, donde desde un pequeño patio se accede a las viviendas.
No existen plazas ni espacios abiertos, creciendo la ciudad abigarradamente y en progresión, adaptando las calles a las características del terreno, allí por donde discurren los caminos que se van haciendo por el uso vecinal de viviendas y campos de cultivo.
No hay un planteamiento urbanístico. Las casas se han ido construyendo por aproximación, respetando las alineaciones y accesos de las ya construidas. En zonas llanas se pueden hacer calles rectas, en ladera hay que adaptarse a las zonas por donde discurre el agua de lluvia, que acabarán siendo calles.
En muy pocas ocasiones se han localizado estructuras de vivienda que se puedan fechar en la época islámica comprendida entre los siglos IX y XII. Esto se debe por una parte a las pocas oportunidades que se ha tenido de poder excavar en zona ocupada por viviendas en esta época, y aquellas en que se ha podido realizar algún sondeo apenas han dado restos por estar o muy destruidos en remociones de tierra posteriores o por no poder realizar una excavación en extensión.
Durante la excavación del entorno de La Magdalena se localizaron algunos muros y suelos de casas anteriores a la construcción de la iglesia. Parte de un suelo enlosado que daba acceso mediante una puerta con las jambas bien talladas, a una habitación con suelo de tierra; también había otros restos de cimentaciones formadas por grandes piedras.
Otra excavación donde se recogieron estructuras de época islámica fue la que se realizó en la actuación urbanística de la Manzana de la Rua, hoy formando la plaza Yehuda ha Leví. En uno de los sondeos realizados se localizó un sistema de recogida de aguas pluviales. Mediante una bajante perforada en piedras de alabastro se dirigía el agua hasta un pozo construido con piedras. El agua saltaba al pozo desde un pequeño canalillo en la parte inferior de la bajante, existiendo otro en la boca del pozo que hacía de sobradera cuando este estuviera lleno.
En otros sondeos, dada su pequeña dimensión, solo ha sido posible localizar pequeños fragmentos de muros, pozos ciegos, silos, y en su mayor parte, estratos arqueológicos con cerámica islámica.
La edificación normal se realizaba con cimentación y primeras hiladas de alzado construidas con mampostería unida con barro. En alzado se generalizaría la construcción con adobe o tapial, y aunque ya sería ordinario el uso de la cal y los ladrillos, la mayor parte de las viviendas utilizarían los elementos más económicos. Sólo las edificaciones más nobles, de tipo religioso, militar o civil, se construirían con argamasa y ladrillos.
Uno de los datos que está aportando la arqueología a la configuración de la ciudad islámica es el conocimiento de que no todo el solar existente al interior de las murallas esta ocupado por edificaciones. Existe una amplia extensión dedicada a cultivos agrarios y zonas ganaderas que se situaría al interior de todo el frente de muralla que corría paralelo al río Queiles. Esta extensa área comprendida entre la línea formada por las calles Carnicerías – Portal y la muralla del Queiles, ofrecía a los viajeros que venían por el camino de Zaragoza la imagen de una medina rodeada por un vergel y jardines, que no eran otra cosa que frutales, huertas y casas de campo, regadas por una curiosa red de acequias que canalizaban el agua de las numerosas fuentes existentes en esta ladera del casco histórico y que hoy, todavía discurren bajo las viviendas.
Esta red de antiguas acequias recoge el agua desde los manantiales existentes en el ángulo sudoeste de la ciudad, los mismos que discurren por el foso de la muralla de Herrerías y uno de cuyos ejemplos más conocidos está en la calle Fuente del Matadero, desaparecida bajo la actual casa de la calle Yanguas y Miranda
El casco antiguo tiene una abundante cantidad de agua subterránea que ha sido tradicionalmente extraída mediante pozos practicados en el suelo de casas y bodegas. Esto proporciona un exceso de humedad en las edificaciones que en algunos casos se ha intentado eliminar mediante antiguos drenajes. Estas canalizaciones que hoy discurren por las calles Tornamiras, Higuera y San Julián, pudieran haber sido también un intento de drenar esta agua para sanear el terreno y conseguir una mejor edificación, pero toda esta agua sigue cursos paralelos al río Queiles, cuando lo lógico sería que fueran a desaguar perpendicularmente a él.
En ninguna de las excavaciones efectuadas en esta zona, como son la del Mercado de Abastos en 1986, II fase de Plaza de la Judería en 1996, calle Carnicerías en 1996 y calle Muro en 1999, 2005 y 2006, se han encontrado niveles de ocupación anteriores al siglo XII, salvo los restos correspondientes a la muralla. Una gran oportunidad se perdió cuando se vació sin ningún tipo de control arqueológico todo el subsuelo de la Plaza de la Judería, pero la inspección visual de los trabajos desde los límites de la obra y la revisión de la tierra arrojada a la escombrera, tampoco proporcionó materiales islámicos.
Todos estos factores indican que este territorio no estuvo ocupado por edificaciones hasta la repoblación del siglo XII, donde las nuevas viviendas no podrán vedar el agua de los cursos, pasando por debajo de ellas, pudiendo aprovechar el agua sobrante.
En la época de máxima expansión, durante el siglo XI, Tudela ha vuelto a poblar las laderas del Cerro de Santa Bárbara, hasta los muros de la alcazaba, que según las recientes excavaciones parecía haberse despoblado a principios del siglo IX.
La zona comprendida entre el Queiles y el Mediavilla, con una vertiente edificada y otra ocupada por las huertas, albergará en la zona más alta, el centro religioso, político y comercial de la medina. La mezquita aljama, cuyos primeros restos aparecieron en la Plaza Vieja, en la excavación que llevaron a cabo en 1993 Luis Navas y Begoña Martínez, para continuar con la excavación del interior de la Catedral, en 2002-2003, dirigida por Jesús Sesma e Inés Tabar.
Originalmente fue construida en el siglo IX durante la época de mayor poder de Musa ben Musa y coincidiendo con la expansión de la ciudad hasta el río Queiles. Esta primera edificación tuvo planta rectangular, 47’32 x 21’20 m., dividida en dos partes cuadradas: un patio exterior donde estaría la pila de abluciones y una sala de oración con cinco naves separadas por columnas.
Durante los cinco años que duró el reino de taifas independiente de Tudela, en el siglo XI, tuvo lugar tuvo lugar la reforma de la mezquita, ampliando la anchura del patio y de la sala de oración en dos naves, dando también más longitud a ésta, con unas medidas totales de 71 x 32 m. Se construyó un pórtico al interior del patio y se edificó un nuevo alminar.
Por algunos documentos conocemos que existieron otras dos mezquitas. Una junto a un lugar denominado Alhandaka, que unos autores definen como foso defensivo y otros como alhóndiga. Y otra, que algunos confunden como sinagoga y colocan en la Puerta de Zaragoza, cuando el texto indica su situación con la palabra «versus», que ha de traducirse por «hacia» y situarla en el camino o calle hacia la Puerta de Zaragoza.
Otros edificios públicos fueron los baños y los mercados, algunas de cuyas referencias nos llegan a través de documentos cristianos de la reconquista, pudiendo tratarse de obras ya cristianas, como los baños existentes cerca de la puerta de Albazares o los de San Nicolás.
Los mercados se situaban junto a las puertas o junto a la mezquita los más ricos, por tratarse de la zona de mayor tránsito social. Gonzalo Forcada ha creído ver la traza urbanística de la Alcaicería, o mercado de productos de gran valor, en la planta de la manzana existente junto a la catedral, donde hoy está el Ayuntamiento. Su planta totalmente rectangular y los callejones que darían acceso a su interior y que parecen mantener su estructura, así parecen avalarlo, aunque no disponemos de ningún vestigio arquitectónico ni documental.
Los barrios
Ya durante la etapa islámica vemos conviviendo en Tudela a las tres religiones que forman la sociedad durante toda la Edad Media: árabes, cristianos y judíos. Diversas teorías y estudios han pretendido localizar la situación de las minorías religiosas cristiana y judía sin una base documental fiable, lo que ha llevado a una localización errónea de la judería y mozarabía en época islámica.
Los musulmanes, que pasan de ser una minoría dominante a abarcar la mayor parte de la población, ocupan la ladera sur del Cerro de Santa Bárbara y las dos vertientes del barranco de Mediavilla, lógicamente la mayor parte de la ciudad. Las excavaciones que han sacado a la luz restos de época islámica, que no son muchas, no aprecian a distinguir zonas de mayor riqueza, pues no se han encontrado demasiadas edificaciones y la cerámica de lujo aparece por igual junto a la mezquita que junto a la alcazaba.
Muchas ciudades musulmanas presentan arrabales, pequeños barrios fuera de las murallas. No sabemos si Tudela los tuvo, pero de situarse lo debieron de hacer al otro lado del foso de la calle Herrerías, con acceso a la ciudad por la Puerta del Mercado. En estos barrios vivirían artesanos que se dedican a realizar actividades algo molestas, como alfareros, herreros o curtidores.
De los cristianos, llamados mozárabes, sabemos muy poco. Debieron de tener una iglesia dedicada a Santa María Magdalena, pero no es la parroquia actual. Su iglesia se nombra en un documento de 1119, año de la reconquista, deduciendo su existencia en la etapa islámica. Hay teorías que agrupan a los mozárabes alrededor de la iglesia, o que los sitúan dispersos entre la población árabe, como ocurre en Toledo.
No tiene ninguna base sostenible el estudio de J. M. Lacarra sobre la situación de los mozárabes en la calle San Julián, por ser una zona donde no hay calles sin salida o adarves, y también por estar cerca de la iglesia de Santa María la Blanca.
Hoy las excavaciones en esta zona indican que en lo que hoy es calle de San Julián, no había viviendas en la época islámica y toda esta zona se urbaniza a partir del siglo XII. Por otra parte la iglesia de Santa María la Blanca que para unos pasa por ser el templo de los mozárabes y para otros el proyecto inacabado de una primitiva catedral, sería el nombre dado a la mezquita que en 1120 se reconvierte en iglesia cristiana y como tal se utilizará hasta que comiencen las obras de la nueva iglesia colegial.
La existencia en la calle del Portal, antes llamada en esta zona de Los Lagos, de unas dependencias anexas al claustro de la catedral, con unas grandes arquerías y capiteles, ha dado pie a esta creencia. Estas dependencias tuvieron acceso desde una portada de piedra que todavía existe cegada en la calle, siendo una especie de lonja donde se almacenarían los productos procedentes de donativos y diezmos que recibiría la iglesia.
Recientes documentos estudiados por L. M. Marín parecen localizar a los mozárabes en torno al barranco de Mediavilla, cerca de las murallas y lindando con el barrio judío.
De los judíos sabemos poco más. Por su condición de grupo más cerrado en sus tradiciones, se agrupan ellos mismos en un único barrio. Se conoce la existencia de una judería vieja porque su situación se nombra en un documento cristiano muy posterior y porque en 1170 se trasladan a un nuevo emplazamiento. Una aproximación nos la da un documento de 1177 en el que nombra la existencia de una sinagoga junto al Orto de Santa María, campos de cultivo propiedad de la colegiata que antes fueron de los musulmanes.
Estudios realizados a mediados del siglo XX por J. M. Lacarra, analizando la trama urbana sitúan la judería en el espacio comprendido por la nueva Plaza de la Judería, y las calles Verjas, Benjamín de Tudela, La Vida, La Parra y Cortes, limitando con las murallas y con acceso directo desde la Puerta de Zaragoza. Las calles situadas al oeste, que en un principio fueron dadas como mozárabes fueron pasando a ser también de la judería en posteriores publicaciones por otros autores, sin ninguna justificación.
Realmente las tesis mantenidas originalmente por J. M. Lacarra (1950) no tienen una base fuerte que las sustente. La presencia de adarves se puede apreciar en otras partes de la ciudad, con tanta o más intensidad como en ésta. Solamente la presencia de la sinagoga junto al orto de Santa María, teniendo cuidado de no confundirlo con el claustro, puede poner la Judería Vieja entre la Catedral y las murallas del río Ebro, quizás más hacia la vertiente del río Mediavilla que hacia la del Queiles.
Nuevamente vuelvo a citar aquí los estudios que está realizando L. M. Marín, donde encuentra documentos que hablan de la existencia de un barrio de los judíos junto a los mozárabes, lindando con la zona de Huerto del Rey. Según estos documentos, la judería vieja se encontraría un poco más al norte de la zona que sitúa Lacarra, hacia las calles Cortes, Magallón y Huerto del Rey.
La necrópolis
La existencia del cementerio musulmán se presuponía localizarlo frente a las murallas del sur de la ciudad, al otro lado del río Queiles, donde son frecuentes los hallazgos de huesos en sus laderas y la tradición oral actual cita grandes cantidades de enterramientos hallados al hacer los bloques de pisos en toda esa calle. Además en el Archivo Municipal se guarda un protocolo de Juan Español, 1530, que cita los fosales de los moros cabo la Torre de Monreal.
Fue en septiembre de 2005 cuando se localizaron los primeros restos de otra necrópolis islámica, en la calle Herrerías, prolongándose los trabajos de excavación hasta Abril de 2006.
Ocupa en la calle una extensión de 1.400 m2, sin que sepamos el área total, ya que desconocemos el límite del cementerio por su lado Oeste. En su época se extendería frente a las murallas de la medina islámica, estando separado de ellas por el barranco o foso natural.
En total se recuperaron 236 enterramientos, con diferente grado de integridad. La posición de todos ellos es la de decúbito lateral derecho, recostados sobre su lado derecho, lo que hace que el cuerpo y la cabeza queden mirando, originalmente, hacia el Sur o Sudeste, ya que la orientación de los cuerpos en su mayor parte Oeste-Este. Solo uno presentó una disposición totalmente contraria, apareciendo boca abajo, aunque bien pudo ser que lo enterraran sobre el costado izquierdo y el cuerpo girara hacia delante. En todo caso la cabeza siempre quedaría mirando hacia el Norte.
Ya en la fase de uso de la necrópolis, se ha creído ver una falta de espacio que obligaría a ampliar en dos ocasiones su superficie, hasta su abandono y elección de otro lugar.
Apenas se han encontrado ajuares. Se han recuperado cuatro vasijas completas o muy completas. Aparte de estas cerámicas, también podemos considerar como ajuar el hallazgo de un cuerno colocado en el codo izquierdo de otro enterramiento. Otros elementos son más dudosos, como una taba, una pirita y alguna piedra plana redonda, pudiendo ser intrusiones casuales.
La estatura en la mayor parte de los enterramientos que hemos podido medir directamente, desde la cabeza a los talones, se centra entre 1’55 – 1’65 cm, aunque estos datos tendrán que contrastarse cuando se hagan los estudios de antropometría, con los datos correspondientes de edad. Además hay muchos esqueletos incompletos, cuya estatura habrá que calcular por medición de huesos sueltos. Pero hay enterramientos completos que han superado los 1’70 m, incluso con creces, llegando a 1’80, e incluso a 1’85 m. No son muchos, tan solo nueve, pero esta cantidad se incrementará al estudiar el resto de cuerpos incompletos.
Otros elementos curiosos documentados en la excavación fueron los hallazgos de dos mujeres en avanzado estado de gestación, aunque los más llamativos son las traumatologías, sobre todo aquellas lesiones provocadas por armamento, mortales en la mayor parte de los casos: cortes en huesos largos de los brazos y en cráneos.
Por norma, los enterramientos se realizan de forma individual, en calles y con fosas muy próximas para un mejor aprovechamiento del espacio. Esto se puede apreciar en comunidades pequeñas, pero Tudela tuvo un fuerte crecimiento a partir del siglo IX que derivó en un exhaustivo uso de la necrópolis, llegando a constatarse en aquellas zonas donde hemos podido hacer una excavación en extensión, una densidad de enterramientos por metro cuadrado que podemos cifrar en 2’5.
Este gran número, y densidad, viene argumentado por tres factores. El primero es la gran cantidad de enterramientos infantiles. Otro factor es la superposición de enterramientos. Aunque en modo alguno podemos hablar de capas, ya que no hay suelos que diferencien un posible recrecimiento de la necrópolis para poder seguir enterrando. Estas superposiciones se producen por los continuos enterramientos en zonas donde se han perdido los límites de las fosas, llegando en muchos casos a realizarse cortes.
El tercer factor, y sin duda el más importante porque le confiere al cementerio islámico de Tudela una especial característica es la presencia de enterramientos colectivos que rompen la norma de una fosa para un enterramiento.
En total se han identificado nueve grupos: uno de dos, cuatro de tres, uno de cuatro, uno de seis, uno de siete y uno de ocho. Todos colocados en posición lateral con las piernas flexionadas, aunque con movimientos hacia atrás, mayor o menor acusados.
La cronología viene dada por el análisis de los materiales cerámicos que se encuentran en las arcillas donde se realizan los enterramientos, contrastados con los que aparecen en la tierra junto con los enterramientos, así como los escasos ejemplos de vasijas de ajuar depositados en ellos. Este estudio de las cerámicas y su disposición en el terreno ha diferenciado tres zonas en la necrópolis, que coincidirían con un núcleo original y dos pequeñas ampliaciones.
El núcleo original es el de mayores dimensiones. En sus arcillas compactas se encuentran cerámicas romanas y prerromanas, dispersas y rodadas, muy comunes en este estrato arcilloso en todo el casco urbano de Tudela. También aparecen fragmentos de época islámica emiral. Todos estos fragmentos colocarían el origen de la necrópolis a mediados del siglo IX, momento del desplegue urbano de la Tudela islámica.
Ateniéndonos a los hallazgos de ajuares cerámicos, la única de las tres zonas en la que aparecen, la fecha de la primera ampliación habría que llevarla hasta un siglo X avanzado, cronología que da el pequeño vasito esmaltado en blanco colocado con uno de los enterramientos. Los otros vasos de cerámicas comunes, son del siglo IX. Es en esta zona primaria de la necrópolis donde aparecen todos los casos de enterramientos en grupo.
La saturación del espacio es evidente por la gran cantidad de cortes y superposiciones existentes, por lo que fue necesario extender la necrópolis hacia el Norte, acercándola a la puerta de las murallas más cercana. Esto se evidencia porque tras los primeros enterramientos excavados en esta zona, a una profundidad de 1’40 m apareció un pequeño estrato con acumulación de fragmentos de cerámicas comunes: ollas y arcaduces principalmente. Esta cantidad de basura no aparecía en la primera zona, con arcillas más limpias. Las cerámicas de este relleno sedimentario se fecharían en el siglo IX, apareciendo ejemplares más modernos y esmaltados en la tierra de los enterramientos, pudiendo llevarse éstos hasta finales del siglo X o principios del XI.
Habría que poner límite a la necrópolis en una fecha a mediados del siglo XI, produciéndose ya un nuevo colapso, sin más ampliaciones y teniendo que buscar lugar para nuevos enterramientos, el cual debe de ser el que siempre habíamos tenido como cementerio musulmán, con una cronología de uso desde el siglo XI al XVI, hasta la integración, a la fuerza, en la comunidad cristiana, procediendo desde ese momento a enterrarse en sus parroquias correspondientes.
Imágenes Relacionadas:
Visitas: 307