Joaquín Romualdo Gaztambide y Garbayo (Nació en Tudela de Navarra, el 7 de febrero de 1822. – Falleció en Madrid el 18 de marzo de 1870); fue un compositor de zarzuelas.
Biografía.
Inició sus estudios de solfeo en Tudela con Pablo Rubla, maestro de capilla de la Catedral tudelana
En 1834, con tan solo 12 años, es enviado a Pamplona por su tío para estudiar piano y composición con José Guelbenzu y Mariano García. Posteriormente, para atender a su sustento, impartirá clases de solfeo y piano y tocará el contrabajo en la orquesta del teatro.
Insatisfecho con estas actividades que no llenaban sus aspiraciones artísticas, se traslada a Madrid en 1842, donde recibe clases en el Conservatorio de música María Cristina. Profundiza sus estudios de piano con Pedro Albéniz y de composición con Ramón Carnicer; en estas clases conoce a Francisco Asenjo Barbieri, con quien se relaciona íntimamente, amistad que dura toda la vida y fue fecunda para la zarzuela. Para sobrevivir toca el contrabajo en las orquestas de los teatros del Circo, del Príncipe.
En 1845 es director del coro de la compañía italiana del Teatro de la Cruz con la ayuda de su amigo Francisco de Salas. Da conciertos como pianista por provincias, en compañía del profesor de flauta Pedro Sarmiento y el célebre oboísta Pedro Soler. Perteneció también a las orquestas del Teatro del Príncipe y delTeatro del Circo, lo que le sirvió para conocer óperas y tonadillas.
En 1847 viaja a París como director de orquesta de una compañía de actores y bailarines españoles. De vuelta a Madrid (1849), y a propuesta de Baltasar Saldoni, recibe la oferta de dirigir la orquesta del Teatro Español de Madrid (1848). Dirige los conciertos matinales en que participa el afamado violinista Antonio Bazzini. Aunque escribió obras para piano y orquesta, incluyendo ballets y una sinfonía, sus principales esfuerzos en esta época estaban dirigidos al movimiento para revivir la tradición de la zarzuela. Así, pone en práctica las experiencias vividas en París con la ópera cómica y estrena su primera zarzuela, «La mensajera» -género del que fue uno de los impulsores-, cuyo éxito le anima a continuar componiendo.
En 1850 dirige juntamente con Hernando y Barbieri el Teatro de Variedades y el de los Basilios. Fue cofundador de la Sociedad Artística, que fue creada en 1851 para explotar el Teatro del Circo, participando como compositor y director de orquesta. Fue fundador, junto con Eslava, Arrieta y Barbieri, del grupo «La España Musical», dedicado a defender la ópera española
En 1856 entra como socio en la empresa del recién inaugurado Teatro de la Zarzuela de Madrid, de la que, además, será compositor y director. En 1859 viaja a París y Londres. En 1860 dirige funciones de ópera. En 1862 dirige los primeros grandes conciertos que se ofrecen en España, organizados por la Sociedad Artístico Musical de Socorros Mutuos.
El 19 de diciembre de 1863 estrena en el Teatro de la Zarzuela «La conquista de Madrid», con libreto de Luis Mariano de Larra. En 1865 es contratado como director de orquesta del Teatro de los Campos Eliseos de Madrid. En 1868 es nombrado director y presidente de la Sociedad de Conciertos de Madrid, donde estrenó la obertura de «Tannhäuser», de Richard Wagner.
En 1869 realiza una gira por Cuba y México con su propia compañía, regresando a principios de 1870 con graves problemas de salud y arruinado económicamente. Fallece a consecuencia de una grave enfermedad hepática al poco de llegar a Madrid.
Entre otras, son célebres sus zarzuelas «La Mensajera» (1849), «El valle de Andorra» (1851), «Catalina» (1854), «Los magiares» (1857)«El juramento» (1858) y «La conquista de Madrid» (1863).
La contribución de Gaztambide al renacimiento del zarzuela fue altamente significativa, pero durante el siglo pasado su trabajo prácticamente ha desaparecido de la escena. De buen gusto italianizante, a la manera de Donizetti, su música, sin embargo, hace uso de los ritmos españoles y canciones populares, y de haber sido su carrera más larga es muy posible que hubiera llegado a ser tan famoso como Barbieri.
Bibliografía
- Ángel Sagardía Sagardía. Gaztambide y Arrieta. Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra. Pamplona
Obras
- Un alijo en Sevilla – libreto: José Olona, 1 Acto (1846)
- La mensajera – libreto: Luis Olona, 2 Actos (1849)
- A última hora – libreto: J. Olona, entremés lírico-dramático 1 Acto (1850
- Las señas del archiduque – libreto: Ceferino Suárez Bravo, 2 Actos (1850)
- Escenas en Chamberí – libreto: J. Olona, capricho cómico-lírico-ballet 1 Acto (1850), en colaboración con Barbieri/Hernando/Oudrid
- La picaresca – libreto: Carlos García Doncel/Eusebio Asquerino, 2 Actos (1851), en colaboración con Barbieri
- Al amanecer – libreto: Mariano Pina, entremés lírico-dramático (1851)
- Tribulaciones – libreto: Tomás Rodríguez Rubí, 2 Actos (1851)
- Por seguir a una mujer – libreto: L. Olona, viaje 1 Acto (1851), en colaboración con Barbieri/Hernando.
- El sueño de una noche de verano – libreto: Patricio de la Escosura, 3 Actos (1852)
- El estreno de una artista – libreto: Ventura de la Vega, 1 Acto (1852)
- El secreto de la reina – libreto: L. Olona, 3 Actos (1852), en colaboración con Hernando i Castellanos
- El valle de Andorra – libreto: L. Olona, 3 Actos (1852)
- La cotorra – libreto: L. Olona, 1 Acto (1853)
- Don Simplicio Bobadilla – libreto: Manuel y Victorino Tamayo, 3 Actos (1853), en colaboración con Barbieri/Hernando/Inzenga
- La cisterna encantanda – libreto: de la Vega, 3 Actos (1853)
- El hijo de familia (El lancero voluntario) – libreto: L. Olona, 3 Actos (1853), en colaboración con Oudrid/E. Arrieta
- Un día de reinado (Reinar un día) – libreto: Antonio García Gutièrrez y L. Olona, 3 Actos (1854), en colaboración avec Barbieri/Inzenga/Oudrid
- Catalina – libreto: L. Olona, 3 Actos (1854)
- Estebanillo Peralta – libreto: de la Vega, 3 Actos (1855), en colaboración con Oudrid
- Los comuneros – libreto: Adelardo López de Ayala, 3 Actos (1855)
- El sargento Federico – libreto: L. Olona, 4 Actos (1855), en colaboración con Barbieri
- El amor y el almuerzo – libreto: L. Olona, farsa 1 Acto (1856)
- Entre dos aguas – libreto: Antonio Hurtado, 3 Actos (1856), en colaboración con Barbieri
- La alegoría – libreto: L. Olona/Hurtado, 1 Acto (1856), en colaboración con Arrieta / Barbieri
- Cuando ahorcaron a Quevedo – libreto: L. Eguílaz, 3 Actos, en colaboración con Manuel Fernández Caballero
- El lancero – libreto: Francisco Camprodón, 1 Acto (1857)
- Los magiares – libreto: L. Olona, 4 Actos (1857)
- Amar sin conocer – libreto: L. Olona, 3 Actos (1858), en colaboración con Barbieri
- Casado y soltero – libreto: L. Olona, 1 Acto (1858)
- Un pleito – libreto: F. Camprodón, 1 Acto (1858)
- El juramento – libreto: L. Olona, 3 Actos (1858)
- Un viaje aerostático – libreto: Javier Ramírez, 1 Acto (1859), en colaboración con Oudrid
- La hija del pueblo – libreto: Emilio Álvarez, 2 Actos (1859)
- El diablo las carga – libreto: F. Camprodon, 3 Actos (1860)
- Una vieja – libreto: F. Camprodón, 1 Acto (1860)
- Anarquía conyugal – libreto: Jacinto Octavio Picón, 1 Acto (1861)
- Una niña – libreto: F. Camprodon, 1 Acto (1861)
- La edad en la boca – libreto: Narciso Serra, pasillo filosófico-casero 1 Acto (1861)
- Una historia en un mesón – libreto: Narciso Serra, 1 Acto (1861)
- Del palacio a la taberna – libreto: F. Camprodón, 3 Actos (1861)
- ¡En las astas del toro! – libreto: Carlos Frontaura, 1 Acto (1862)
- Las hijas de Eva – libreto: Luis Mariano de Larra, 3 Actos (1862)
- Matilde y Malek-Adel – libreto: Carlos Frontaura, 3 Actos (1863); en colaboración con Oudrid
- La conquista de Madrid – libreto: Luis Mariano de Larra, 3 Actos (1863)
- Antes del baile, en el baile y después del baile – libreto: Manuel del Palacio/Álvarez, apropósito cómico-lírico-bailable, 1 Acto (1864)
- Los caballeros de la Tortuga – libreto: Eusebio Blasco, drama lírico-alegórico-fantástico-burlesco, 3 Actos (1867)
- La varita de virtudes – libreto: Luis Mariano de Larra, 3 Actos (1868)
El sueño de una noche de verano
Ópera cómica en tres actos
Duración aproximada: 2 horas y 20 minutos (con un intervalo)
Música de JOAQUÍN GAZTAMBIDE
Libreto de Patricio de la Escosura, en una adaptación de Raúl Asenjo
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela
El sueño de una noche de verano, de Joaquín Gaztambide, fue estrenada en febrero de 1852 en el Teatro del Circo de Madrid. Nos encontramos con una música de gran calidad y delicadeza melódica que, en su día, fue muy del agrado del público.
En esta recuperación de la ópera cómica participan, un director musical veterano deeste escenario, Miguel Ángel Gómez-Martínez, que considera a Gaztambide «interesante, divertido y poseedor de una extraordinaria calidad musical», y un director de escena, Marco Carniti —que trabaja por primera vez en este escenario—, que quiere hacernos disfrutar de la belleza de una obra que transcurre alegremente entre el sueño y la realidad. El libreto ha sido completamente revisado y la acción se traslada a la ciudad de Roma de los años 50. La trama nos presenta a una aristocrática dama italiana que decide subvencionar el rodaje de la primera zarzuela para la gran pantalla con el fin de llevar este género al mundo entero a través del cine.
El enigma del cadáver de Joaquín Gaztambide
Diario de Noticias 24.01.2020
Fermín Pérez-Nievas
El teatro que está a punto de inaugurarse lleva el nombre de uno de los más insignes músicos que ha dado Tudela, Joaquín Gaztambide Garbayo (compositor de la novena de Santa Ana y de numerosas zarzuelas), que murió el 18 de marzo de 1870. Pero si memorable fue su vida (ha sido más reconocido en el resto de España que en su propio pueblo) no lo fue menos el traslado de su cuerpo a la capital ribera en 1921 con la idea de construir un mausoleo que albergara sus restos. El 23 de diciembre de 1955 (34 años después) el también músico Fernando Remacha y su hermano médico José María Remacha abrieron su féretro y descubrieron unos tacones y un cuerpo de mujer. Durante 30 años se había estado homenajeando a una señora anónima. A día de hoy aún no se sabe dónde están los restos de Joaquín Gaztambide.
Homenajes
La rocambolesca historia del cadáver de Gaztambide tiene su origen en el año 1920 en Madrid. Este insigne tudelano había sido enterrado en el cementerio Patriarcal de Madrid, que se encontraba en un estado ruinoso. El Ayuntamiento madrileño iba a trasladar sus restos al cementerio de Hombres Ilustres pero el Consistorio de Tudela creyó que era el momento oportuno de traerlo a casa, construir el panteón que merecía y rendirle el homenaje que no había tenido.
El 17 de marzo de 1921 un gran desfile por las calles de Madrid despidió a Gaztambide, uno de los mejores compositores de zarzuela, incluso su cuerpo fue paseado por delante de varios teatros (Reina Victoria, Comedia y Zarzuela) y acompañado de escritores, músicos y literatos de Madrid, como Pedro Muñoz Seca que depositó una corona de flores sobre su ataúd que tenía una ventana de cristal a través de la cual se veía su rostro y su barba. Aunque había fallecido 50 años atrás el cadáver se conservaba bastante bien ya que el Museo Antropológico de Madrid lo había embalsamado tras extirparle el hígado una vez muerto por sus considerables proporciones.
Tras pasar la noche en una iglesia, fue cargado en el tren en el que llegó a Tudela el 18 de marzo, una fecha elegida para hacerla coincidir con el día de su muerte, acompañado del alcalde (Ruperto Cuadra) y autoridades como el diputado Méndez Vigo que hicieron el viaje con el ataúd. A su llegada, el cuerpo de bomberos lo depositó en la sala de espera de la estación donde habían creado una especie de velatorio y ellos fueron quienes lo vigilaron con música de Chopin hasta las 11.00 horas que se formó la comitiva que desde la estación le llevó a la catedral y al Ayuntamiento.
La procesión estaba formada por tanta gente que en aquella Tudela de 10.000 habitantes fue difícil que alguien no asistiera. Además de la corporación, diputados y cargos religiosos, marchaban también los familiares de Joaquín Gaztambide y detrás de ellos los bomberos, alumnos del colegio de huérfanos en fila de a dos, la casa de Misericordia, la policía, los serenos, los bomberos, guardia civil, banda de música, una representación del regimiento de Calatrava, representantes de la asociación de la prensa, el juez de instrucción y un sin número de instituciones y colectivos más.
En la catedral se le presentó ante Santa Ana para luego pasearlo por delante del Ayuntamiento hasta llevarlo a la plaza de Los Fueros donde a las 13.15 se le despidió y se llevó al cementerio. Muy acorde con el carácter tudelano, llama la atención que después de tanto preparativo y pompa se llegó al camposanto donde no había ningún panteón o nicho para enterrarlo por lo que la familia Garbayo debido ceder su capilla hasta que se construyera el mausoleo para su homenaje (razón única por lo que se había traído su cuerpo a Tudela).
Descubrimiento
Durante 34 años, la caja descansó en la capilla sin que nadie se preocupara del insigne tudelano hasta que el 23 de diciembre de 1955 la recién creada comisión para levantar el panteón (formada por el músico Fernando Remacha, el médico José María Remacha y el secretario del Ayuntamiento Esteban López de Goicoechea) decidieron, más que nada por curiosidad, abrir el ataúd para ver los restos.
Ante su sorpresa y la de los enterradores y curiosos que habían acudido, lo que iba a ser un trámite se convirtió en tema de polémica durante meses. En lugar del cuerpo de Gaztambide aparecieron los restos de unos zapatos de tacón que, tras un detenido análisis del médico, se dedujo que pertenecían a una mujer de avanzada edad de alrededor de 1,55 centímetros de estatura.
Ninguno de los presentes sabía qué hacer y se les pusieron los pelos de punta al pensar que podían haber construido un mausoleo a la memoria de un cuerpo que no era el del autor tudelano. Ante tal posibilidad, el grupo se transformó en comisión para investigar la desaparición de los restos de Gaztambide.
Desde ese día y durante bastante tiempo corrieron ríos de tinta tanto a nivel local como nacional y periódicos como ABC relataban a diario las peripecias de la investigación a cuyas dudas se añadió que los herederos de Joaquín Gaztambide señalaban que su cuerpo no había salido de Madrid y se encontraba sepultado con los restos de su mujer, Susana Aguader.
Investigaciones
Después de numerosas entrevistas y revisión de documentos se llegó a dos conclusiones: Que el cadáver de Gaztambide fue el que salió de Madrid y que el féretro destapado en Tudela es el que llevó los restos del compositor; testigos del traslado de 1921 así lo confirmaron. Pero, a tenor de lo hechos descubiertos, lo más extraño hubiera sido que no se produjera el extravío.
Los misterios comenzaron con el hecho de que el modelo de ataúd elegido en 1870 era el mismo que llegó a Tudela y que las sábanas que envolvían el cuerpo para amortajarlo fueron las que se colocaron en aquel año, además de encontrarse sales como las que vertió la funeraria en su entierro en Madrid. También se descubrió que la capilla donde se encontraba el músico hasta 1921 se derrumbó y había otros ocho cuerpos, por lo contrataron un guarda para velar el cadáver hasta que llegó la representación de Tudela. Fotografías de la época demostraron que la caja que salió del cementerio fue la misma que abrieron en Tudela en 1955.
Por otra parte, veinte años después de su llegada a la capital ribera, en 1941, los Garbayo movieron de nicho el ataúd de Gaztambide para colocar a otro familiar. Sin embargo, los enterradores aseguraron que colocaron una nota con la palabra «Gaztambide» para identificar la caja, con lo cual tampoco en ese momento se produjo la pérdida del cuerpo. Por último, hubo testigos que aseguraron que vieron su rostro en la caja en 1921 tanto en Madrid como en Tudela. Entonces ¿quién era la fallecida? ¿cómo se produjo el cambio? ¿dónde está Gaztambide? No hubo mausoleo y hasta ahora no hay respuestas.
Pódcast del articulo
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Artículo publicado en el extra de fiestas del semanario Plaza Nueva 2022
JOAQUÍN GAZTAMBIDE (1822-2022)
SEGUNDO CENTENARIO
Autor: Esteban Orta Rubio
El segundo centenario del nacimiento de Gaztambide está pasando sin apenas ruido en su tierra, por ello será bueno que le dediquemos un pequeño recuerdo. El que fuera famoso y aclamado músico español del siglo XIX -rigurosamente contemporáneo de Barbieri y Arrieta- nació en Tudela y fue bautizado en la parroquia de Santa María el 7 de febrero de 1822, con los nombres de Joaquín Romualdo. Era el primogénito del joven matrimonio formado por Juan José Gaztambide y Mª Pilar Garbayo, que tuvieron varios hijos más. Sin embargo, la muerte visitó pronto el hogar y el año de 1828 fue aciago en la vida familiar. Primero desapareció el padre que murió en febrero, con sólo 32 años, y en octubre lo hacía el pequeño Cecilio, de tres. Quedaba, pues, huérfano Joaquín, con apenas seis años, y su madre, viuda a los veinticinco. El panorama para todos se tornó trágicamente sombrío; sin embargo, encontraron apoyo en un tío paterno, Vicente, que residía en Pamplona.
Puede que desde niño apuntase Gaztambide condiciones para la música y encontrase consuelo en la misma pues fue “infantico” de la catedral de Tudela y tuvo la oportunidad de iniciarse con el gran maestro Pablo Rubla (1772-1860), que entonces dirigía la importante capilla de música. A los doce años marchó a vivir a Pamplona con el tío Vicente que lo adoptó como hijo y siguió estudios de piano y composición con Juan Guelbenzu, y contrapunto y fuga con Mariano García. Para mantenerse daba clases mientras tocaba el contrabajo en la orquesta del teatro.
TRASLADO A MADRID
Pero Pamplona le quedó pequeña y con 20 años, decidido, se mudó a Madrid donde conoció a Barbieri, cuya amistad duró toda su vida, y que tan fecunda resultó para la zarzuela española, El musicólogo Angel Sagardía, que trazó una breve biografía en el nº 31 de Temas de Cultura Popular titulado Gaztambide y Arrieta, describe su vida en la capital. Tocaba en orquestas de diversos teatros, a la vez que escribía sus primeras composiciones. Sin embargo, el tudelano había nacido para dirigir y en 1846, con apenas 24 años, fue nombrado director de coros del teatro de La Cruz y posteriormente marchó a París al frente de una compañía española. La salida a Europa le permitió contactar con la música operística, regresando a España con la intención de renovar el género lírico español, más conocido como “zarzuela”. La primera que compuso fue “La Mensajera”, estrenada en 1849, a la que siguieron otras con tan creciente éxito que animaron a construir un edificio propio de este género. Así nació el Teatro de la Zarzuela de Madrid, inaugurado el 10 de octubre de 1856; en él se representaron las numerosas obras, que sólo o en colaboración, compuso Gaztambide a lo largo de su corta vida.
Por aquellos años se casó con Susana Aguader, muchacha culta y educada, gran admiradora del talento del navarro, con la que tuvo dos hijos. A partir de este momento le vemos dedicado a la composición y a la dirección de orquestas, en las que, según las críticas de la época, ponía “su fogoso temperamento artístico, su dramático calor, su arrebatada idiosincrasia (…) Como el alma del maestro habla en sus zarzuelas, su batuta parecía hablar igualmente en los conciertos”. Son, también, años de viajes por España y el extranjero, representando sus obras más famosas y populares. Nada menos que cuarenta y cuatro zarzuelas estrenó a lo largo de su vida.
Las zarzuelas dieron a Joaquín Gaztambide mucha gloria, pero no tantos beneficios económicos como esperaba. Quizá por ello, en 1869, formó su propia compañía e inició una tournée por tierras americanas. Los comienzos en la isla de Cuba fueron prometedores pero tuvo la fatalidad de coincidir con la insurrección independentista – conocida como “Grito de Yara”- y se suspendieron todas las representaciones. Buscando otros aires, se trasladó a México, pero los disgustos y el clima tropical le habían dañado ya el hígado. Tuvo que suspender la jira y regresar a España, gravemente enfermo y arruinado económicamente. A pesar de los esfuerzos médicos, falleció el 18 de marzo de 1870, a los 48 años. A su muerte, el insigne compositor era Comendador de la Orden de Isabel la Católica y Caballero de la de Carlos III, además de ser miembro varias academias artísticas.
HOMENAJE EN TUDELA
Los honores oficiales no solucionaron la penuria económica en que quedó su familia tras el fracaso y la ruina americana. La situación de la viuda e hijos debió ser preocupante y quizá pidieran ayuda a su tierra navarra. Décadas después el problema subsistía y Tudela quiso celebrar una velada musical – hoy diríamos festival- en homenaje al gran tudelano y a beneficio de su hija y nietos. Se constituyó una comisión organizadora, presidida por el laureado poeta Alberto Pelairea, la cual se dirigió al ayuntamiento, pidiendo que “como representante del pueblo que fue cuna de tan esclarecido artista, se digne patrocinar la idea y conceder para el acto la banda municipal”. La corporación accedió gustosa. Además alquiló un palco por el que pagó cien pesetas, pero – cosa curiosa – no lo ocupó sino que lo cedió a los organizadores para su venta. El lugar elegido fue el llamado pomposamente “Teatro Principal”, un achacoso edificio inaugurado en 1833, situado en la confluencia de Herrerías con la calle Yanguas Miranda y que muchos años antes, en 1853, había acogido también las funciones a favor de la familia del aquel valiente Pedro Resa, el Roso, que murió por enfrentarse a un lobo rabioso.
La prensa local se volcó para animar el ambiente. El historiador Mariano Sainz publicó en El Anunciador Ibérico una sentida biografía, que más tarde recogió en su libro Apuntes Tudelanos. Y Alberto Pelairea escribió un cálido poema animando a acudir al teatro; lo tituló GAZTAMBIDE y comenzaba así:
Fue de la catedral infante un día,
En la noble ciudad que fue su cuna,
Y en alas del talento y la fortuna
Fue príncipe, después, en la armonía.
Luego murió. Cesaron en el mundo
De escuchar de su musa el dulce acento,
Y del insigne autor de El Juramento,
Sólo quedó el olvido más profundo.
Y aún hubo más. Llegó un aciago día,
Que solo al recordarlo da tristeza,
En el cual, despiadada la pobreza,
En torno de sus hijos se cernía…
El domingo 23 de febrero de 1902 tuvo lugar la velada con un atractivo programa donde se mezclaron las romanzas y sinfonías más populares del músico, con obras de teatro y poesías alusivas. Participaron todas las entidades de la ciudad y fue un completo éxito popular, artístico y crematístico. Incluso, el Orfeón Pamplonés, prestó el retrato que lucía en una de sus salas. El Anunciador Ibérico (26-2-1902), periódico tudelano, describía así el acontecimiento:
“El teatro presentaba un aspecto brillantísimo. Se hallaba artísticamente adornado con sabina, formando bonitas hondas que cubrían los antepechos de los palcos, en cada una de las cuales podía leerse el título de una obra de Gaztambide. El retrato de éste destacaba en el antepecho del palco presidencial rodeado con crespones negros y una gran franja de los colores nacionales, en la que se leía en gruesos caracteres HONOR A GAZTAMBIDE, cubría el frontis de gradas y paraíso.
Las obras puestas en escena fueron fielmente interpretadas por los señores Pelairea, Endériz, Martínez, Bona y Serna, que recibieron muchos y merecidos aplausos. La parte musical, a cargo del sexteto del Sr. Castellano y de la banda que dirige el Sr. Vallejo, fue ejecutada con gran maestría bajo la batuta de ambos maestros, y el público premió con aplausos la labor de los músicos.
Los señores Rueda y Condón cantaron las romanzas con voz sonora y afinada, y también para ellos hubo buena cosecha de aplausos.”
Además de lo conseguido en taquilla, hay que añadir las donaciones de particulares, del Ayuntamiento y de la Diputación Foral, que aportó 250 pesetas. Descontados los gastos, quedaron de beneficio 1.208,80 pesetas; cifra importante en la época, si tenemos en cuenta que el periódico del que extraigo estos datos, costaba sólo cinco céntimos. Los palcos, se vendieron a 10 pesetas y las entradas individuales iban desde 1,50 del patio de butacas, hasta los 50 céntimos de la general.
Tudela, ha recordado siempre a su ilustre hijo. Un coro, el teatro principal y una calle emblemática, la popular “Carrera”, llevan su nombre: Joaquín Gaztambide. Tampoco él olvidó a su tierra, ni tampoco a Santa Ana, para quien escribió una novena, composición sacra que sigue cantándose en la catedral en los días que preceden a las fiestas patronales.
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