Excavaciones en la muralla islámica de Tudela:
Intervención arqueológica en la calle Herrerías nº 8[1]
Mª Cruz Pérez Omeñaca
Introducción
Los trabajos arqueológicos realizados en el solar de la calle Herrerías nº 8 de Tudela aún no han concluido, pues tan sólo se han realizado dos sondeos iniciales para comprobar si se conservaban restos de la muralla islámica en el interior del mismo y un vaciado parcial de escombros. Después de que se verificara con los sondeos iniciales la conservación del lienzo de muralla en el interior del solar, se procedió a un vaciado parcial, siguiendo la línea de la muralla con el fin de documentar el trazado completo y su estado. Con este vaciado parcial, se pudo reconocer toda la línea que recorre la cerca, con parte de su alzado en sillares de piedra y un torreón macizo que ya había aparecido en el sondeo 1. Los trabajos han dado como resultado una primera aproximación a las defensas medievales de la ciudad: muralla, torreón y barbacana o antemuralla.
Las obras de vaciado total del solar están a expensas de que se realice, por parte del arquitecto de la obra, el replanteo de las cimentaciones de la nueva edificación proyectada, conservando in situ los restos de la muralla[2] y de la barbacana. La documentación gráfica y fotográfica definitivas de las estructuras defensivas aparecidas en la excavación se realizarán tras el vaciado completo y la limpieza final de los restos recuperados, así como el estudio completo de los mismos.
1 Contexto Histórico
La ciudad de Tudela vivió uno de los momentos de mayor importancia política y estratégica durante el período en el que formó parte de al-Andalus, llegando a ser una de las medinas principales de la Marca Superior. Su fundación estuvo en sus inicios motivada por la necesidad de controlar militar, política y económicamente la cuenca del Ebro, siendo primordial a partir de esos momentos para la organización el territorio definitivamente incorporado al Islam.[3] Su situación fronteriza entre el naciente reino cristiano de Pamplona y el avance musulmán desde Zaragoza hizo que tuviera desde sus comienzos un marcado carácter militar, con una importante alcazaba, murallas y atalayas y torres de vigilancia en las cercanías.
El avance del ejército musulmán por el valle del Ebro apenas encontró resistencia y llevó a la toma de Zaragoza y de otras plazas de la zona en la primavera del año 714. Como indica Mª José Cervera,[4] en estos primeros años de la conquista fue esencial, tanto para ese primer avance como para el desarrollo político de los siglos posteriores, la conversión al islam de algunos jefes hispanogodos, que así conservaban su dominio territorial y su situación privilegiada. Fueron los fundadores de las dinastías de muladíes, entre los que se encontraban los Banú Qasí de Egea, los Banú Amrús o los Banú Shabrit de Huesca, que dirigieron estas tierras en diferentes momentos del período islámico. En estos primeros momentos se sabe gracias a la arqueología que Tudela tenía población ocupando la parte alta y las laderas del cerro, pero aún no había entrado a formar parte de al-Andalus.
Este terreno fronterizo que se denominará posteriormente Marca Superior, determinado por una importante función militar de defensa territorial, ha tenido un desarrollo histórico peculiar, caracterizado por una gran autonomía y gran importancia de los señores locales, a quienes el gobierno central confería amplios poderes llegando en varias ocasiones a rebelarse contra Córdoba.
Las primeras menciones de Tudela las conocemos gracias a las obras de cronistas y geógrafos árabes, siendo el más antiguo el Muqtabis de ibn Hayyan,[5] el cual nos relata que el monte de Tudela se fortificó en el año 802 de nuestra era, mientras que el cronista al-Udrí,[6] en referencia a la información que había obtenido de la obra de al-Rasis, sitúa esta primera fortificación en el año 804. En su crónica, al-Udrí nos relata cómo Amrús ibn Yusuf hizo una incursión de castigo sobre los cristianos de Pamplona, pero fue perseguido por éstos y se encastilló en Tudela. Tras la retirada de los de Pamplona, en vista de la posición dominante del castillo y de la fortaleza de sus muros, Amrús concentró en él grandes fuerzas, lo reconstruyó y aprovisionó, haciendo de la plaza de Tudela una de las posiciones clave en la línea defensiva de la Marca Superior.
Esta es la primera vez que aparece citada la ciudad de Tudela, y ya se remarca la importancia de su castillo y de sus murallas. Qué población había anteriormente ocupando esta plaza y en qué momento habían sido construidos el castillo y la muralla, es un dato que las fuentes escritas no nos proporcionan, por lo que será la arqueología la que nos pueda ofrecer algo de luz sobre esta incógnita.[7]
La primera muralla conocida que protegía en época islámica la plaza de Tudela, y que fue reconstruida en esos momentos de comienzos del siglo IX, se refería al primer recinto de la ciudad, que rodeaba el castillo y llegaba hasta el río Mediavilla, que servía de foso defensivo. La población vivía en esos primeros momentos en el interior de este cerco defensivo, en las laderas del cerro y en el entorno del castillo. La importancia creciente de Tudela y el rápido crecimiento demográfico experimentado por la ciudad, con llegada de gentes de poblaciones cercanas,[8] supuso la extensión del recinto amurallado, que para mediados del siglo IX se amplió hasta el curso del río Queiles, que era aprovechado como foso natural. Por el lado oeste el límite natural lo marcaba un barranco que está cubierto actualmente por la calle Herrerías. Esta ampliación de la medina coincidiría probablemente con los años de esplendor del dominio de Musa ben Musa, hacia mediados del s. IX. Con esta expansión la ciudad de Tudela alcanzaba un área de 23 hectáreas,[9] con espacios abiertos de jardines y huertos en su interior, como indicaban las fuentes escritas y parecen corroborar las intervenciones arqueológicas realizadas en los últimos años en Tudela,[10] en las que se han encontrado algunas zonas cercanas a la muralla donde que el urbanismo se ha podido documentar tan sólo a partir de la conquista experimentada en el siglo XII y no en los siglos anteriores, suponiéndose en estos casos que estarían ocupadas por jardines, huertos e incluso cercas para el ganado.
Pocos documentos más encontramos en época islámica que nos hablen de sus murallas, salvo para alabar su fortaleza,[11] como sucedió en los hechos acontecidos en el año 1086-1087, momentos en los que la ciudad fue sitiada por un ejército de cruzados cristianos provenientes de Francia que habían sido llamados por el rey de Castilla Alfonso VI y que, bajo las órdenes de Sancho Ramírez de Aragón, atacaron el Valle del Ebro. La ciudad no cayó en poder enemigo gracias a lo inexpugnable de sus murallas. A partir de estas fechas la conquista por los reyes aragoneses ya se presentía. Fueron años de avances y retrocesos cristianos por toda la zona, hasta que en 1119 fue conquistada Tudela definitivamente por Alfonso I el Batallador.
Ya en época de los reyes navarros la documentación (libros de cuentas, cartularios…) hace referencia principalmente a reformas y refuerzos del castillo, aunque se conocen algunos documentos que hacen referencia expresa a las murallas aportados en el trabajo realizado por Luis María Marín Royo,[12] como el que detalla que en el año 1235, un año después del fallecimiento del rey Sancho el Fuerte, en el que el pueblo de Tudela estaba en desavenencias con el rey Teobaldo I, éste envió a un senescal para tratar de limar asperezas y conseguir una tregua. En los documentos consultados se citan obras en una nueva puerta así como en la muralla. Se desconoce cuál sería esa puerta a la que se refiere el documento. En el año 1237 se llegó a un acuerdo entre el rey y el concejo de la ciudad, en el que se decidía que las murallas de la ciudad eran patrimonio real y no del ayuntamiento. Se cita también que había sido abierta una puerta cerca de la ‘brocatería’ y que las llaves de las puertas de la ciudad pertenecían al rey. En otro de los documentos también fechado en el año 1237 se llega a un convenio entre el concejo y el rey en el que este último dispensa al concejo de finalizar la barbacana que estaba realizando alrededor de la villa.[13] Este es el primer documento en el que se cita la barbacana y en este mismo documento se cita también la puerta de Zaragoza.
Tras la conquista de Navarra por parte de la corona castellano-aragonesa en 1512, para evitar el intento de reconquista por parte de los reyes Catalina y Juan de Labrit, el cardenal Cisneros, que era regente de Castilla, mandó destruir los castillos y defensas de Navarra en 1516. Parece ser que la orden fue cumplida en Tudela por el coronel Villalba. El castillo y su recinto murado ya no fueron reconstruidos, pero según continúa relatando Luis María Marín Royo, algunos documentos conservados en el archivo municipal de Tudela[14] informan de que el rey Fernando el Católico había concedido a Tudela en 1515 sus derechos reales del dinero proveniente de homicidios y medios homicidios de la ciudad y la merindad, para arreglo y mantenimiento de las murallas. En el año 1518 la ciudad de Tudela suplica a Carlos V que mandase reedificar las murallas derruidas por orden del virrey de Navarra el duque de Nájera.[15] Se conocen algunos documentos más, fechados en los años 1520, 1544, 1545, 1574 y 1590 en los que, por diversos motivos, se citan las murallas de la ciudad o algunas de sus puertas, con lo que cabe pensar que la destrucción ordenada por el duque de Nájera no fue tan grave y demoledora como siempre se había supuesto.
En algunos planos antiguos de la ciudad puede verse que, en algunos tramos, en el siglo XVIII aún podían verse las murallas, que habrían sufrido varias reparaciones a lo largo de la historia.
Contamos con una descripción pormenorizada del recorrido de la muralla realizada a mitad del s. XVIII por Díaz Bravo,[16] en la que nos la detalla y cita el nombre de los propietarios de las casas por donde pasaba.
Aquí nos vamos a centrar en el segundo cerco de muralla que circundó la ciudad de Tudela desde mitades del siglo IX hasta que en el siglo XVII se amplió la ciudad saliendo de sus límites y cruzando el río Queiles. A esta segunda fase de las murallas corresponden también las diferentes puertas, cuyos nombres nos han llegado gracias a la documentación. Estas puertas citadas son: la del puente, la del mercado, la de Calahorra, la de Zaragoza, la de Albazares y la de Velilla en la morería.
Este lienzo de muralla en el que vamos a centrar este estudio se construyó, como ya ha sido indicado con anterioridad, lo más probable en época de Musa ben Musa, que trajo gran esplendor a la ciudad. A mitades del siglo IX hay evidencias arqueológicas de la construcción de la mezquita mayor en la zona central del recinto que estaba enmarcado por este nuevo cerco murado con lo que, por cuestiones defensivas, se construiría justo antes o se estaría construyendo a la vez esta muralla que debía de proteger los nuevos edificios y habitantes. En el caso de la mezquita Aljama no se han localizado documentos de la época que puedan aportar algunos datos de cómo era. La arqueología se ha convertido en esta ocasión en la única fuente que nos puede proporcionar información sobre la misma. Las excavaciones realizadas en la Plaza Vieja de Tudela, así como las del interior de la catedral,[17] han proporcionado unos no muy abundantes, pero sí muy ilustrativos restos de la mezquita, mostrando dos momentos en su vida como oratorio, el fundacional que ha sido fechado por los restos arqueológicos recuperados a mitades del siglo IX, y una ampliación realizada a comienzos del siglo XI.
Para la construcción de las murallas y de la mezquita fue necesaria la llegada a la ciudad de un ingente grupo de trabajadores especializados y de profesionales que conocieran las canteras de piedra de las cercanías para extraer toda la piedra que iba a ser necesaria, así como para la realización del trabajo de labra de la misma. Pedro Gurriarán[18] pone de relieve la pérdida generalizada en toda la península ibérica de los sistemas de producción de cantería que estaban arraigados desde época romana. Este autor deduce el asentamiento de un taller de cantería en Córdoba que construiría la mezquita aljama y el resto de las obras emblemáticas locales, pero que tuvieron escasa difusión en otros lugares, donde se construía principalmente con sillares de acarreo preislámicos reaprovechados de obras previas, o con uso de tapial o diferentes mamposterías.
“Las crónicas hablan en todo el Emirato de extensos programas de fortificación emprendidos por los distintos linajes con los Banu Di I-Nun en la Marca Media, los Bakríes del Algarbe, los Bayyaníes almerienses o los propios Banu Qasi de la Marca Superior”. […] “Todos estos casos responderán al prototipo del príncipe musulmán, que fortifica y dota de mezquitas a sus ciudades, en una clara muestra de propaganda y legitimación ante sus súbditos”. [19]
La cantería especializada de la que habla este autor parece haber sido algo excepcional, encontrándose talleres de canteros en muy pocos lugares, como sucedió en Córdoba, Mérida o Toledo. Este autor señala, al margen de los mencionados focos de canteros activos, un centro de cantería que se va a convertir en algo extraordinario y que se encuentra en los territorios de la Marca Superior. Se trata de un grupo de canteros que va a construir con sillería, en ocasiones almohadillada, en un número importante de monumentos realizados entre los siglos VIII y XI. Son trabajadores especializados que van a servir tanto a los intereses omeyas como a las familias locales, entre las que se encuentran los Banu Qasi, con lo que demuestran gran independencia Estos canteros se vinculan exclusivamente a este marco geográfico, a la Marca Superior, y sus obras son de gran calidad. Se desconoce tanto su origen como la causa de su desaparición en el siglo XI.[20]
Las murallas de Tudela que son objeto de esta publicación, las realizadas en la ampliación de la primera mitad del siglo IX, fueron construidas por iniciativa de la poderosa familia de los Banu Qasi, en el momento de esplendor del gobierno de Musa ben Musa y serían realizadas por uno de estos grupos de canteros especializados que trabajaban en esta área. Estos trabajos requerían de abundante personal profesional, que además conocieran las canteras de donde extraer la piedra utilizada para la construcción de las murallas, construidas principalmente en piedra caliza. Se necesitaban a su vez operarios para la extracción y desbastado inicial, personal para el transporte que se realizaría probablemente con carretas, obreros para la fabricación del mortero, los montadores…y todos ellos viviendo en la ciudad. La piedra caliza es muy abundante en la zona de la Bardena y en las bajas Cinco Villas, ya en Aragón. En la Bardena estarían las canteras más cercanas a Tudela, aunque se desconoce si se trajeron de otros lugares. También en la Bardena se conoce la existencia desde épocas antiguas de caleras y yeseras. Los muros de la mezquita mayor y sus elementos decorativos recuperados estuvieron realizados con alabastro[21]. En las cercanías hay canteras de alabastro en Ablitas-Monteagudo en Navarra, y en Aragón son conocidas las de Sástago y las de la zona de Borja.
Los sillares de la cimentación y de las hiladas inferiores de las murallas, que son los únicos que pueden ser originales debido a las diferentes reparaciones y reedificaciones, serían emirales, previos al canon oficial del califato, con tradición clásica de grandes bloques más bien cuadrangulares. El aparejo de estas primeras obras dejó de seguir el canon romano, fabricando los nuevos sillares más menudos y esbeltos, que permitirán una labra más rápida y más fácil su manipulación.[22] Estas obras emirales presentan, como indica Rafael Azuar,[23] una ruptura con los períodos y sustratos culturales anteriores y unos rasgos tecnológicos similares entre ellas, con una sillería de tamaño muy normalizado con sogas de 1,07 a 1,15 metros de largo por 0,53 a 0,60 metros de ancho y 0,48 metros de fondo y que puede ir variando hasta la normalización de tizones encontrada en Huesca y Balaguer de 0,40 por 0,40 metros. Una de las características que los diferentes autores adjudican a las obras del siglo IX, previas al califato, es la disposición esporádica de soga y tizón, no rítmica ni regularmente. La normalización atribuida al califato presenta dos o tres sillares a tizón por cada soga.
Es importante reconocer también el nuevo sistema de medida islámico, que se difiere del anterior sistema de medida romano. Alejandro Jiménez[24] documenta en al-Andalus dos codos diferentes, el codo común o mamuní de 24 dedos y el codo rassasí de 30 dedos. Sus dimensiones ya habían quedado definidas por Félix Hernández en 47,14 cm. para el codo común o mammuní y en 58,93 cm. para el rassadi. Este último tiene una clara equivalencia clara con el sistema romano equivaliendo a dos pies romanos. Las dimensiones de la mezquita de Tudela y de la última fase de la de Zaragoza, como apunta este mismo autor, son traducibles a codos mamuníes de 47,14 cm. siendo su pie equivalente de 31,43 cm.
- Antecedentes arqueológicos de la muralla
Como ya ha sido explicado con anterioridad, el primer recinto, el considerado fundacional, rodeaba el castillo y llegaba hasta el río Mediavilla, que servía como foso defensivo.
Para este primer trazado de muralla, en el límite con el trazado del río Mediavilla, tan sólo se ha conservado en la actualidad un fragmento de lienzo de la muralla hoy convertido en muro de aterrazamiento, en un corral de la familia Bienes Calvo, en la calle San Nicolás.[25] La zona que, por su factura parece más antigua, presenta grandes bloques de caliza con sogas de hasta 1,03 metros de longitud y tizones más abundantes de dimensiones más variadas (0.17, 0.43, 0.32, 0.24 metros entre otros). El resto de muro, aunque sí que respeta el trazado original fundacional, presenta obras de diferentes momentos y de difícil adscripción.
De este período fundacional de principios del siglo IX no se ha localizado ningún otro vestigio arqueológico, ni en excavaciones, ni en los alzados conservados en las construcciones actuales. Es de esperar que en futuras obras urbanas puedan localizarse más restos de la misma.
Figura 2.
De esta muralla que rodea el cerro y la alcazaba se localizaron en el barrio dela Virgen de la Cabeza,al pie del cerro de Santa Bárbara dos fragmentos de lienzo de muralla, que son descritos por los diferentes autores como pertenecientes a la ampliación de mitades del siglo IX. El primer fragmento de muralla se sitúa junto a la vía de subida al cerro, en la calle Padre Ubillos y fue descrito por Basilio Pavón Maldonado en 1986.[26] Conserva una longitud aproximada de 5,90 metros y mostraba 3 hiladas de sillares con pseudoalmohadillado, bajo las cuales hoy pueden observarse 2 hiladas de zarpas de cimentación. La altura de las hiladas es de 0,40-0,43 metros y las longitudes de los sillares varían entre 0,40 y 0,71 metros. Calcula una anchura de unos 2 metros y al interior describe el relleno o núcleo de fábrica compuesto de piedras más pequeñas y cantos unidos con argamasa.
En el año 1986 se descubrió al fondo del patio de una casa ubicada en la calle Padre Ubillos número 4 al derribar unos cobertizos, un importante fragmento de lienzo de 19 metros de longitud y 9 metros de altura.[27] Tan sólo conserva el paramento exterior en una altura de 2 metros con similares características al tramo anterior, con hiladas de 0,44 metros y longitudes variadas entre 0,61 y 0,31 metros. El resto del alzado está arrancado mostrando el relleno interior de la muralla. La continuación de este lienzo de muro seguiría hacia el norte oculto por las edificaciones, aunque en algunos sondeos realizados posteriormente no se ha podido localizar, estando desmontada en esos casos completamente. Su prolongación hacia el sur fue destruida en las obras de reforma de la vivienda número 2 de la misma calle en el año 1995.
El segundo cerco de muralla es el que amplía el recinto murado hasta el río Queiles, cerrando por su lado oeste en la actual calle Herrerías. En relación con esta estructura defensiva sí que contamos con varios restos recuperados en excavaciones arqueológicas realizadas desde el año 1996 hasta la actualidad en la ciudad de Tudela. Estas intervenciones arqueológicas han sido realizadas en cumplimiento del PEPRI (Plan Especial de Protección y Reforma del Casco Antiguo de Tudela), como ha sido especificado en la nota 1 y que obliga a realizar sondeos y/o seguimiento arqueológico en las obras realizadas en el casco antiguo de la ciudad.
En la calle Granados, calle que se une con la actual de Herrerías, se localiza el tramo de muralla más conocido, pues se encuentra descubierto, como lateral de la calle en el lado que no está ocupado por viviendas. Se aprecian distintos trabajos y módulos de sillares en la piedra, con diferentes reparaciones en el muro. Es difícil establecer cuáles son las que pueden ser originales, aunque hay un tramo donde se aprecian tizones de gran tamaño. Las hiladas están entre 0,40 y 0,47 metros y las longitudes son de 0.48, 0.60, 0.62 metros.
Otro resto de lienzo de muralla conocido de antiguo se encuentra en el sótano del palacio del Marqués de Huarte, en la calle Herrerías. Este fragmento de muralla se encuentra bajo el suelo a la entrada del patio del palacio y está documentada también una barbacana cuya capacidad defensiva venía reforzada por una saetera o tronera. De los restos defensivos localizados en este palacio no hay fotografías ni informes, pero se sabe que pueden ser vistos si se accede a dicho sótano.
Contamos con algunos otros fragmentos de muralla recuperados gracias a las excavaciones arqueológicas y que han aportado muchos más datos sobre el recorrido y características del muro islámico que cercaba y protegía la medina.
El primero de los restos de muralla recuperados se localizó en la calle Paseo de Pamplona, en la obra conocida como Fase II de la Plaza de la Judería.[28] En esta obra, realizada en el año 1996, se localizaron 16 metros de longitud de la muralla, en la cara que daba al interior de la medina. La cara externa de la muralla se conservaba bajo la línea de la calle, con lo que pudo verse su anchura completa tan sólo en alguno de sus tramos en su alineación superior. La altura máxima de lienzo excavado en la obra fue de 1,45 metros. Se pudieron contar tras la excavación tres hiladas de muralla y el arranque de la cuarta. La anchura media de la muralla era de 2,20 metros y está formada por dos paños exteriores realizados en sillares de piedra caliza con un núcleo interior de cascotes de piedra unidos con argamasa de cal y arena. Los sillares están bien escuadrados y no muestran almohadillado exterior. El aparejo está dispuesto en hiladas regulares entre 0,40 y 0,53 metros de altura y las longitudes varían con medidas como 0,30, 0,45, 055, 0,58 metros, con sogas y tizones sin disposición alternante ni proporcional. El conjunto urbanístico aledaño a la muralla estaba conformado por los restos de 10 habitaciones y una calle, que fueron datados, según los restos arqueológicos recuperados, unos en el siglo XII, tras la conquista cristiana de la ciudad y otros a partir de la segunda mitad del siglo XIII. Estos restos de muralla fueron desmontados casi en su totalidad, dejando un fragmento del lienzo de la misma que se encuentra en el alzado del interior del garaje subterráneo del edificio construido.
La siguiente excavación arqueológica en la que se localizó otro fragmento de muralla islámica fue en la calle Muro número 5-7. La excavación fue realizada en el año 1999. En este solar se excavó un lienzo de muralla de 13,5 metros de longitud, con un torreón en su extremo noreste.[29] El torreón es de planta rectangular, macizo y tiene un desarrollo hacia el exterior de 1 metro y una longitud en el solar de 2,90 metros, prolongándose hacia el interior del edificio colindante. La muralla no coincidía, como había sucedido en el caso anterior, con la alineación de la fachada y la calle, sino que apareció prácticamente en el centro del mismo, paralelo a la calle y a una distancia de ella de 8,5 metros. En la excavación se llegó a apreciar una altura de lienzo de 2,90 metros. La anchura de la muralla estaba entre 1,90 y 2 metros, a excepción del punto donde se encontraba el torreón. El paramento de la muralla estaba formado, como en el caso anterior, por dos muros exteriores realizados con sillares de piedra caliza y un relleno interior de cascotes y argamasa de cal, gravas y arena. La cara exterior de los sillares no presentaba almohadillado. El aparejo mostraba sillares muy desiguales y algunas zonas con reparaciones de piedra con fábrica de sillarejo y con ladrillos. Los sillares más cuidados se localizaban en el torreón. El muro fue sido realizado con hiladas regulares de piedra caliza de entre 0,40 y 0,50 metros de altura con sogas y tizones sin alternancia. Las sogas llegaban hasta una longitud de 0,95 metros y los tizones eran de 0.32, 0.62, 0.55 metros. Se conservaba algo más de alzado del paramento exterior de la muralla en los laterales de los muros colindantes, añadiendo a la altura de la excavación 3 m. en el lateral noreste y 2,40 metros en el lado suroeste. En el sector exterior de la muralla agotaron los niveles arqueológicos llegando hasta una cota de -3,90 metros desde la calle Muro. Los restos de urbanismo localizados en el interior de la muralla estaban formados por 7 habitaciones. Los restos materiales recuperados pertenecían a momentos posteriores a la conquista de la ciudad, documentada en el siglo XII. La muralla localizada en esta ocasión fue desmontada por completo.
Se realizó otra intervención arqueológica en la calle Muro número 25[30] en el año 2006 en la que aparecieron más restos de la muralla islámica. Los resultados de la excavación permanecen inéditos. Se recuperó un fragmento de lienzo de muralla de 10 metros de longitud con una anchura de 2,35 metros. La muralla estaba realizada como en el resto de las ocasiones con dos muros exteriores de sillares y relleno de cascotes de piedra con argamasa de cal y arena. En su extremo este presentaba un torreón macizo, de 2 metros. de saliente y una longitud de 4 metros incompleta, pues se introducía en el edificio colindante. Los sillares del interior del torreón habían sido en parte desmontados, posiblemente para ser reaprovechados. Las hiladas tenían una altura de 0,40 metros, apreciándose en la excavación dos hiladas de sillares. El aparejo era de piedra caliza y estaba bien escuadrado, mostrando almohadillado en algunos de los sillares. Las sogas tenían longitudes de 0.70, 0.80, 0.82, 0.71 metros y los tizones eran de 0.43, 0.48, 0.50, 0.32 metros. El aparejo mostraba reparaciones con piedras más pequeñas en algunas zonas. Hacia el interior de lo que sería la ciudad, se localizaron dos niveles de relleno con materiales cerámicos del siglo IX, de la época de la construcción de la muralla, aunque no había estructuras asociadas. Las primeras estructuras localizadas estaban fechadas a comienzos del siglo XII, con estructuras de vivienda, una de ellas con un pavimento de losas de piedra y dos columnas y una calle. Se apreció la elevación del suelo de las viviendas en los siglos XIV-XV, posiblemente para evitar las humedades, y unos pozos o silos del siglo XVIII-XIX.
En la calle Muro número 1 se realizó un seguimiento arqueológico en el año 2007. En esta intervención arqueológica se localizó un lienzo de muralla de 4 metros de longitud y 0,70 metros de altura. Se podían apreciar 2 hiladas de sillares, la superior se veía completa y mostraba unos 0,37 metros de altura. La anchura de los sillares oscilaba entre 0,35 y 0,60 metros. La muralla presentaba una anchura total de 1,90 metros. El solar se quedó sin construir y aún se encuentra así.
Ese mismo año se realizó otra intervención arqueológica en la calle Muro número 45. En esta ocasión se trataba, como en la anterior intervención, de obras en un solar de pequeñas dimensiones. Se recuperó un lienzo de muralla de 5 m. de longitud, con una altura de excavación de 0,87 metros y una anchura de la muralla de 1,80 metros. Se apreciaban 2 hiladas de sillares, desmontados en parte, y el arranque de la tercera hilada, que aparecía cubierto por el nivel freático. Las hiladas de sillares tenían una altura de unos 0,45 metros y el aparejo, en parte desmontado, estaba formado por bloques de piedra con longitudes de 0.35, 0.42, 0.50 metros. En la excavación se localizaron también los restos de un suelo de lajas de piedra. Este suelo estaba realizado en el siglo XVII. El nivel del agua impidió poder continuar rebajando en la excavación. No se localizó ningún resto estructural más. La muralla se protegió y cubrió y se continuó con la obra de construcción de vivienda prevista.
En el año 2007 se realizó también la intervención arqueológica[31] que descubrió el lienzo de muralla que recorría la calle Yanguas y Miranda, uniendo la muralla que llegaba desde la calle Herrerías hacia la Plaza Nueva, paralela al río Queiles. En esta excavación se localizó un lienzo de muralla de 34 metros de longitud. Se pudieron apreciar entre una y tres hiladas de alzado de la muralla, que presentaba un grosor de 1,80 metros y estaba realizada con bloques de piedra caliza con anchuras entre 0,70 y 0,30 metros, alturas de 0,50-0,30 centímetros y longitudes de 0,80-0,40 metros. También se pudo observar hasta 1,05 metros de cimentación de la muralla, con mampuestos de caliza de peor calidad.
En relación con el tramo de muralla que discurre paralela a la actual calle Herrerías contamos con varios hallazgos realizados en seguimientos arqueológicos de diversos momentos y realizados por diferentes profesionales.
El primer resto de muralla de la calle Herrerías localizada en excavación arqueológica se efectuó en el seguimiento arqueológico de la calle Herrerías número 28,[32] realizada en el año 2000. En esta excavación se recuperaron 5,5 metros de longitud de la muralla en el centro del solar. Ésta apoyaba directamente en el terreno natural formado por arcilla muy compactada y no tenemos claro si estos restos eran cimentación o si, por el contrario, este fragmento de muralla no tenía cimentación y encontramos directamente el alzado. Se conservaban 0,86 metros de altura con un total de dos hiladas de sillares. El paramento está formado por dos muros exteriores de sillares de piedra caliza y relleno de cascotes de caliza con mortero de cal y arena. Los bloques de piedra del paramento exterior están dispuestos la mayoría a tizón y miden entre 0,30 y 0,55 metros de ancho. El grosor toral de la muralla está entre 2,70 y 2,90 metros. Los restos urbanísticos localizados en este solar se limitan a una pequeña habitación de época medieval que tan sólo sabemos que fue amortizada en el siglo XII y posteriormente semidestruída en el siglo XIX por una carbonera. En la zona que corresponde al exterior de la muralla se localizó una bodega de época moderna ya amortizada y llena de escombros en el siglo XX. Los restos de la muralla fueron desmontados antes de la continuación de la obra.
En la calle Herrerías número 26 se realizó otra excavación en el mismo año que en el caso anterior. Se trataba de un solar muy estrecho. En esta ocasión se pudo localizar tan sólo la parte superior de la muralla, que se conservaba en un extremo del solar con 4,80 metros de longitud. Sólo se pudo observar la parte de muro que daba al exterior de la ciudad y parte de su relleno interior, no la cara que daba al interior de la ciudad, con lo que no pudo medirse su anchura ni ninguna hilada completa. No se localizaron más restos arqueológicos en la intervención. [33]
En el año 2001 fue excavado el solar de la calle Herrerías número 10.[34] En este lugar, que fue excavado por Juan José Bienes, la muralla aparecía cortada en el solar, pero conservada en los muros medianeros con los edificios colindantes. Pudieron localizarse tres hiladas de cimentación de la muralla, un alzado de piedra y tapial, con una altura de alzado de muralla de 5,90 metros.
La empresa Trama realizó la excavación del edificio de la calle Herrerías número 12 en el año 2010. En dicha intervención arqueológica, además de urbanismo moderno y medieval y otros hallazgos, se localizó un tramo de 18,5 m. de muralla con una torre. “Tiene una anchura media de 2,20 metros. La muralla presenta una doble camisa de sillares de piedra arenisca sin almohadillar, trabados con mortero de cal y un núcleo a base de cal y grandes bloques de arenisca. Las piezas, de módulo irregular, (0,60-0,80 metros de longitud por 0,40-0,60 metros de anchura por 0,40-0,60 metros de altura) y en general mal escuadradas, están colocadas a soga y tizón con mayor presencia de tizones” [35]. La muralla presenta un encamisado de sillarejo de calizas dispuestas a soga, con el que la muralla llega a superar los 2,5 metros de anchura. Las piezas tienen bien trabajada la cara exterior y miden 0,40-0,60 metros de longitud por 0,40 metros de anchura. La torre es de planta cuadrada con 4,5 metros de lado y muestra muy poco desarrollo exterior, adelantándose dos metros del lienzo de muralla. Al exterior la torre presenta también un encamisado de caliza colocado en un momento posterior. La torre conserva un alzado de 2,10 metros. En esta excavación se localizó también un tramo de 4 metros de longitud de la barbacana. Está realizada en sillarejo, con doble camisa de piedra caliza unida con mortero de cal y núcleo interior con relleno de cal y canto. Presenta una anchura de 1,20 metros y sus piezas, dispuestas a soga, tienen 0,30 y 0,40 metros de longitud por 0,30 metros de anchura. La barbacana alcanza un alzado de 2,10-2,15 metros.
2 Actuación arqueológica
La actuación arqueológica realizada en la calle Herrerías número 8 comenzó en octubre de 2018 y aún no está finalizada. Mientras se estaba realizando el derribo del inmueble se pudo apreciar un muro muy potente y de gran altura, que hacía de muro medianero de la vivienda derribada y la separaban de la contigua hacia la calle paralela a la de Herrerías en la parte de atrás de la vivienda. Este potente muro estaba realizado en tapial y mostraba mayor grosor y dureza del que suele encontrarse en el urbanismo privado que aún puede reconocerse en el casco antiguo. La fortaleza de ese muro hizo pensar que podía tratarse de lienzo de la muralla que, en vez de ser realizada con sillares de piedra, podría haber sido construida o reparada en algún momento en tapial.
Tras el derribo de la vivienda y después de ver que el gran muro de tapial que se había observado tras el derrumbe se apoyaba en un muro de piedra, se procedió a la realización de unos sondeos previos, tras recibir el permiso de la administración. En esta primera fase de los trabajos, se planteó la realización de dos sondeos con una ‘bobcat’ con el fin de documentar la existencia y trazado de la muralla medieval que, como se conocía por actuaciones anteriores, atravesaba el inmueble de norte a sur, paralelo al trazado de la calle. El primer sondeo planteado tenía la intención de comprobar el trazado de la muralla en su extremo norte. Este sondeo medía 1,60 x 4 metros. Se pudo confirmar la disposición de la muralla, que aparecía bastante bien conservada, aunque la hilera hacia el exterior de la ciudad se mostraba más desmontada. Al tratar de rebajar hacia el exterior del a muralla con el fin de comprobar el alzado del muro, se constató la existencia de una estructura de piedras unidas con mortero de cal y arena que estaba desmontado en parte. Parecía tratarse de un torreón adosado a la muralla, pero no se podía ver con claridad. El segundo sondeo, planteado más al sur que el anterior, tenía unas dimensiones aproximadas de 2 x 6 metros. Se rebajó la pared de la muralla de piedra hasta una altura de 2,20 metros, aunque se veía que la muralla profundizaba aún más. Se comprobó que el sondeo coincidía con el espacio de una antigua bodega que finalizaba a unos 5 metros de distancia de la muralla y del que se había localizado al menos uno de los muros laterales. El relleno interior de este espacio aparecía lleno de escombros con fragmentos de tejas, ladrillos, tierra con restos de cal y algunos fragmentos cerámicos que nos fechaban su amortización a fines del siglo XIX o principios del XX.
Tras la realización del informe de los sondeos, se procedió a la realización de un vaciado parcial del solar, manteniendo las distancias con los muros medianeros de las edificaciones colindantes y de la calle. Se comenzó tratando de vaciar el escombro contemporáneo en la esquina nordeste del solar, de una bodega que había permanecido en uso hasta el derrumbe del inmueble, dejándose parcialmente lleno de escombros, por la dificultad que suponía su vaciado. Se procedió después a comprobar la continuación de la muralla hacia el extremo sur. Allí la cerca había sufrido el desmontaje de algunos de sus sillares en su hilada superior, pero pudo comprobarse su continuidad en todo el solar. Posteriormente se continuó en la zona del sondeo 1 para tratar de delimitar el torreón por completo en su cara exterior. Se limpió de escombros así toda la línea de la muralla en su cara exterior. Se avanzó un poco más el vaciado hacia el exterior de la calle y se localizaron dos fragmentos de la barbacana, que posiblemente aparezca en todo el solar cuando vaciemos el resto de los escombros que lo ocupan. El escombro de lo que se vació tanto en los sondeos como en la excavación parcial realizada, se acopió dentro del mismo solar, con lo que no pudo avanzarse más. Además, el arquitecto de la obra ya tenía todos los datos que necesitaba para replantear la obra integrando los restos defensivos aparecidos en la misma.
Estructuras defensivas
La muralla
El vaciado parcial del solar ha permitido la limpieza de la cara externa de la muralla. Esta estructura está realizada, al menos en su cimentación y en parte de su alzado, con bloques de piedra bien trabajados. Su aparejo es igual que en los casos anteriores recuperados en la ciudad y consta de dos paños realizados con sillares de piedra caliza al exterior y un núcleo rellenado con cascotes de caliza y mortero de cal y arena. Los sillares están unidos con una fina capa de mortero de cal.
Ha sido localizado un tramo de 12 metros de longitud, con un torreón casi en su extremo norte. El torreón tiene un saliente de 2 metros y presenta un desarrollo de 5 metros. La muralla muestra sillares bastante desiguales, principalmente en la zona de la cata 2, donde se encontraba la bodega, que tiene unos sillares más pequeños de tamaño y con diferente trabajo, mostrando en algunas zonas más bien aparejo de sillarejo. También se ha podido constatar una diferencia en el color y composición del mortero de unión entre las piedras. Los bloques de piedra de mayor tamaño, que se encuentran en la zona más baja del lienzo, y los de la parte norte y central del torreón, se encuentran unidos con un mortero de cal más fino y muy blanco. En el resto del aparejo, además de sillares algo más pequeños y de diferente labra, el mortero de unión es más amarillento y tiene abundantes gravas en la mezcla.
El despiece del paramento muestra hiladas no muy regulares, de 0,44 ̶ 0,45 metros en la esquina norte de la muralla; en el paño hacia el sur presenta hiladas de 0,35, 0,37 o 0,30 metros. El torreón está realizado con bloques de diversos tamaños, con abundantes recalces y engatillados, prácticamente sin respetar las hiladas con cuantiosas reparaciones. Las hiladas más regulares tienen alturas de 0,33 o 0,30 metros y se pueden apreciar algunas sogas entre 0,85 y 0,52 metros y tizones de entre 0,25 y 0,33 metros. La muralla realizada en piedra se ha conservado desde una cota similar a la de la calle, bajo el pavimento de la planta baja del actual edificio, bajándose en la excavación en la esquina norte hasta una cota de -2,10 y en la esquina sur hasta la cota -2,70.
Un caso excepcional supone esta intervención con respecto a las excavaciones realizadas en los años anteriores y que tan sólo había sido documentado en una ocasión con anterioridad en el corte del alzado de la muralla.[36] En casi todos los fragmentos de alzado de muralla localizados gracias a las intervenciones arqueológicas o disimulados en el trazado de muros de bodegas o en algunas calles, e incluso en las descripciones realizadas de las mismas a mitad del siglo XVIII,[37] en ningún caso se ha descrito las defensas de la ciudad como realizadas en tapial. No parece probable que toda la muralla esté realizada con dos muros exteriores de sillares y núcleo interior de piedras y cascotes con mortero, y que el alzado de las murallas de Herrerías, al menos en la p arte baja de la calle, fueran realizados en tapial. El alzado de tapial parece, más bien, obra de alguna de las reparaciones realizadas en la propia muralla, tras alguno de los diversos ataques sufridos a lo largo de su historia. La fabricación de tapial no necesita de expertos canteros, como sí que necesita la de sillería. Aunque en al-Andalus es conocida la técnica del tapial ya en fortificaciones en el siglo IX.[38] En Tudela no había sido documentado en las fortificaciones, siendo todos los hallazgos previos realizados íntegramente con sillares bien trabajados. Desconocemos por ahora el momento de su fabricación. Además, en la zona donde coincidiría más o menos con la cota de pavimento de la vivienda, el alzado de tapial ha sido muy rebajado por los propietarios de las viviendas para ampliar la superficie útil de las habitaciones, dejando su base muy debilitada. El tapial apoya directamente en las piedras del relleno del núcleo de la muralla de piedra. Como ha reducido su anchura en la base, no sabemos si, en su cara hacia el exterior de la ciudad, podría llevar un forro de sillares de piedra que hubiera podido ser desmontado en altura. La cara al interior de la ciudad parece que el alzado conservado era el de tapial. La altura a la que aparece este tapial, así como el desgaste que ha sufrido este paño a lo largo de los años y el deterioro tras el derribo y desescombro de la vivienda, ha desaconsejado su manipulación, sin poder, hasta el momento, poder documentar la existencia del entramado de arriostramientos y refuerzos que requeriría una obra de esta importancia,[39] así como tampoco se han encontrado restos de clavos de madera o anclajes.
Como puede deducirse del estudio del aparejo conservado, el trazado de la muralla y del torreón son los que se mantienen desde su construcción en el siglo IX, así como probablemente algunos de los sillares de las hiladas inferiores, en especial los que se encuentran en el extremo norte de la cerca, junto al torreón. El resto del aparejo presenta abundantes reparaciones y diferentes tamaños, lo que demuestra un prolongado uso en el tiempo.[40]
La barbacana
En esta excavación se ha conseguido documentar la existencia y pervivencia a lo largo del tiempo de otro elemento defensivo que no es muy habitual encontrar en las excavaciones de la ciudad de Tudela y del que, hasta hace pocos años, tan sólo se conocía un resto conservado en las bodegas del Palacio del Marqués de Huarte. Se trata de la barbacana. Esta estructura ya fue localizada en la intervención arqueológica realizada en la calle Herrerías número 12. En esta ocasión se ha documentado en dos zonas diferentes restos de la barbacana, que posiblemente cruce todo el solar en una delineación paralela a la muralla. Esta estructura dista de la muralla 4 metros aproximadamente y 2 metros del torreón. La barbacana o antemuralla es un muro más bajo y estrecho que la propia muralla, que le sirve de defensa añadida, pues impide al asaltante el ataque directo a la muralla principal. La barbacana se ha denominado con diversos nombres, siendo llamada en la España musulmana sitara, que derivó en ‘acitara’. Según Torres Balbás[41] son abundantes los textos españoles de finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII en que ya denominan barbacana al antemuro. Para la historia de las fortificaciones tudelanas tenemos un documento[42] de Teobaldo I en el que se nombra la construcción de la barbacana que se estaba levantando en esos momentos en Tudela. Podría tratarse del lienzo de barbacana vinculado a esta línea de muralla, aunque desconocemos si habían existido barbacanas en otras zonas del cerco de la ciudad, hoy en día desaparecidas.
La barbacana que ha aparecido en esta excavación ha comenzado a aparecer a partir de la cota de -2,00 metros. Está realizada con sillarejo de piedra caliza y presenta 1,20 metro de anchura. Se han delimitado un tramo de 1,75 metros en el lado norte y de 2,65 metros en el lado sur y se ha excavado tan sólo 0,36 metros de altura el primer fragmento y 0,50 metros el segundo. Está formado por dos paños de sillarejo con sogas de entre 0,35 y 0,50 metros y tizones de 0,23 ̶ 0,30 metros y relleno de cal y cascotes. La altura de la hilada es de 0,25 metros.
Conclusiones
En esta intervención arqueológica hemos podido ampliar el conocimiento que teníamos acerca de las defensas que protegieron la ciudad desde los momentos de su fundación como medina islámica. Se ha recuperado un nuevo resto del lienzo de la muralla de origen islámico que protegía la ciudad. Las defensas de la ciudad fueron admiradas por su gran fortaleza. Los diferentes vestigios que ha proporcionado la arqueología presentan una muralla realizada con bloques de piedra caliza, bien escuadrados, en algunas ocasiones con ligero almohadillado. La muralla está formada por dos paños exteriores de sillares a soga y tizón dispuestos de forma esporádica. El interior muestra un relleno de piedras calizas sin trabajar y mortero de cal. Los lienzos recuperados presentan abundantes reparaciones, la mayoría probablemente de época cristiana, y han perdurado entre el urbanismo de la ciudad a lo largo de los siglos.
Todos los restos recuperados han sido realizados con piedra caliza, con excepción del fragmento de lienzo localizado en la excavación de la calle Herrerías número 12, en el que la muralla y el torreón descubiertos estaban realizados en piedra arenisca y presentaban un forro de bloques sillarejo de caliza. No se ha encontrado ningún otro fragmento de lienzo con estas características.
Hasta la actualidad han sido localizados cuatro torreones, todos ellos macizos de planta rectangular, con poco desarrollo al exterior, entre 1 y 2 metros. Dos de los torreones pertenecían a la muralla paralela al curso del río Queiles en la calle Muro, y los otros dos se han localizado en la muralla de la calle Herrerías.
Tan sólo en dos de las excavaciones se ha podido documentar la existencia de alzado de la muralla fabricado con tapial. Ambos se han encontrado en la calle Herrerías y pertenecen al lienzo ubicado en el solar objeto de esta excavación y el alzado cortado conservado en el muro medianil del edificio colindante a éste. No parece que el uso del tapial haya sido la norma general en las defensas de Tudela.
En esta excavación se ha documentado la existencia de una barbacana reforzando las defensas en esta zona de la ciudad. La barbacana es probablemente de época cristiana y es posible que fuera construida en el siglo XIII, como parece indicar el cartulario del rey Teobaldo I.
Para un mejor conocimiento de las fortificaciones que defendían la ciudad hay que valorar el momento en que se construyeron, su finalidad, así como los aspectos sociopolíticos que han provocado su construcción. Los datos documentales suelen ser escasos, con los que la recuperación de elementos constructivos en las diferentes intervenciones arqueológicas va a ser esencial para profundizar en el conocimiento de las propias estructuras, así como de la evolución del urbanismo de la ciudad y de diferentes aspectos de la sociedad.
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[1]. Las intervenciones arqueológicas mencionadas en el artículo son realizadas en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 22.1 de la Ley 16/1985 de 25 de junio, de regulación del Patrimonio Arqueológico de la normativa del Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Casco Antiguo de Tudela (PEPRI), aprobado definitivamente por acuerdo del Pleno Municipal de fecha 7 de julio de 2004. Al proyectarse la obra en terreno situado en el Casco Antiguo de Tudela, declarado Bien de Interés Cultural, se ordena que antes del inicio de las obras se realicen prospecciones y, en su caso, excavaciones arqueológicas.
[2]. El recinto amurallado árabe de Tudela se encuentra incluido en el Inventario de monumentos de arquitectura militar elaborado por el Ministerio de Educación y Ciencia en 1967, constituyendo un Bien de Interés Cultural según la disposición adicional segunda de la Ley 16/1985 de 26 de junio de regulación del Patrimonio Histórico Español y la disposición adicional primera de la Ley Foral 14/2005 del Patrimonio Cultural de Navarra.
[3] José Luis Corral, “El sistema urbano en la Marca Superior de al-Andalus”, Turiaso, 7 (Tarazona, 1987), p. 29, cita entre esas ciudades, además de Tudela, a Barbastro, Fraga y Daroca, cuyo origen provenía de una fortificación o castillo, convirtiéndose después en ciudades importantes de la Marca Superior.
[4] María José Cervera, El reino de ‘Saraqusta’, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón, Zaragoza, 1999, p. 8-11
[5]. José María Lacarra, Historia política del Reino de Navarra, desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla, vol. I, Caja de Ahorros de Navarra, Pamplona,1972, cita en su nota 1 de la p. 39 la obra de: Emilio García Gómez, Évariste Lévi-Provençal, “Textos inéditos del ‘Muqtabis’ de Ibn Hayyan, sobre los orígenes del reino de Pamplona”, Al-Andalus, 19 (1954), p. 295-316; y en la p. 51-52 cita cómo aconteció la fundación de Tudela, con el apresamiento de Yusuf, el hijo de Amrus, por parte de los pamploneses y de su liberación y guarnición en Tudela.
[6]. La obra de al-Udrí ha sido traducida y estudiada por: Francisco de la Granja, “La Marca Superior en la obra de al-Udrí”, Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, 8 (Zaragoza, 1967), p. 446.
[7]. El arqueólogo tudelano Juan José Bienes ha excavado en varias campañas en el cerro de Santa Bárbara, en el que se ubica la atalaya islámica y el después castillo cristiano, encontrando restos de poblamiento ininterrumpido desde el siglo IX-VIII a. C., con horizontes de la I edad del Hierro. Juan José Bienes, “Arqueología: de los orígenes a la Edad Media”, Tudela. Retrospectiva y futuro (802-2002), Ayuntamiento de Tudela, Tudela, 2002, p. 12-14.
[8]. Este aumento poblacional de Tudela supuso para la vecina Tarazona la pérdida de buena parte de su población y de su importancia. Esto ya venía relatado por al–Bakrí y por al-Himyarí en: Évariste Lévi-Provençal, La Péninsula Ibérique au Moyen Age, d´aprés le ´Kitab ar-rawd al-Mictâr´de al-Himyari, Brill, Leiden, 1938, que en sus páginas 80 y 81 habla de la riqueza de los suelos de Tudela, sus jardines al interior y que no cierra las puertas de la ciudad, y en la página 150 habla de Tarazona, aportando la información de que gentes de Tarazona se fueron en gran número a vivir a Tudela, prefiriendo este término por la excelencia de sus tierras y por su asentamiento más espacioso. Esto también ha sido señalado por diversos autores, entre los que se encuentra: José Luis Corral, “Las ciudades de la Marca Superior de al-Andalus”, La ciudad islámica. Ponencias y comunicaciones, Institución Fernando el Católico, Zaragoza 1991, p. 261.
[9]. El cálculo del tamaño de Tudela en la alta Edad Media ya lo indicó: Leopoldo Torres Balbás, Ciudades Hispanomusulmanas, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, Madrid, 1970, vol. 1, p. 59. Esta extensión hace suponer una población para Tudela de unos 8.000 habitantes.
[10]. Esto aparece ya descrito en la obra del geógrafo árabe al-Razi y en la recopilación que hizo de documentos en los siglos XIV y XV al-Himyari, quienes nos hablan de una ciudad con jardines en su interior: Evariste Lévi-Provençal, “La description de l´Espagne d´Ahmad al-Râzî. Essai de reconstitution de l´original arabe et traduction francaise”, Al-Andalus, 18 (Madrid, 1953), p. 76; y Ángel Juan Martín Duque, “Aragón y Navarra en el ´Kitâb ar-rawd al-Mictar´”, Argensola, 7 (Huesca, 1956), p. 253.
[11]. Hecho recogido por Luis María Marín Royo, La Tudela desconocida. Aspectos recónditos en la historia de la ciudad (II). El castillo. Las murallas, Tudela, 2002, p. 171; de la obra de: José María Lacarra, Historia política del Reino de Navarra, desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla, Caja de Ahorros de Navarra, Pamplona, 1972, vol. 1, p. 305.
[12]. Luis María Marín Royo, La Tudela desconocida…, p. 172-175.
[13]. Este documento, recogido también por: Luís María Marín Royo, La Tudela desconocida, p. 172, ha sido copiado por: Margarita Martín González, “Colección diplomática de los reyes de Navarra de la dinastía de Champaña I, Teobaldo I (1234-1253)”, Fuentes documentales medievales del País Vasco, Eusko Ikaskuntza, San Sebastián, 1987, doc. 70, p. 82.
[14]. Archivo Municipal de Tudela, Caja 1, num. 58, según nota 12 de Luis María Marín Royo, La Tudela Desconocida, p. 174.
[15]. Archivo Municipal de Tudela, Libro 20, 1, Catálogo Fuentes, 903, según nota 13 de Luis María Marín Royo, La Tudela desconocida, p. 174.
[16]. José Vicente Díaz Bravo, Memorias históricas de Tudela, Pamplona, 1956, 1ª ed. 1759, p. 82. Describe la muralla detallando las casas por las que pasaba con el nombre de sus propietarios. Cuando él realizó esta descripción, había ya partes importantes de muralla que no estaban a la vista, aunque sí que habían sido incorporadas a las edificaciones que en esos momentos existían. Su descripción y recorrido son como sigue: “Estaba toda la ciudad cercada de una muralla fuertísima, 9 palmos de ancha; toda de piedra de sillería. Daba principio por el rincón que hay en la puerta del mercado, que en nuestros tiempos fue abadejería; seguía por la casa de Agustín Cerreote y haciendo allí medio ángulo, seguía hasta casa de los Virtos, Don Félix de Borja y por todo el Mercadal, hasta la casa de Miguel Sagastibelza. De aquí seguía, sin dejar paso a la ciudad, por casa de los Torrijas, hasta encima de la fuente de las Carnicerías. Sobre ésta había una torre muy fuerte, y aún se ven vestigios, que defendía la puerta de los Albazares, que correspondía a la entrada de la plaza nueva. Seguía la muralla por la casa primera de la plaza nueva dejando fuera el sitio de la casa de Manuel de Sola. Aquí formaba un ángulo y seguía hasta casa de Don Jerónimo del Bayo y unos vagos que eran de Don Miguel de Eza; luego corría por el barrio de San Julian hasta la puerta de Zaragoza, de donde seguía hasta frente el molino del río Queiles, que estaba en el sitio de la casa que hemos conocido, llamada del salitre. Proseguía cercando toda la huerta del Rey, donde había varios torreones a manera de baluartes y una torre muy fuerte que se llamaba torre de Hor. Seguía la muralla por la casa de Martín Ruiz y allí había otra torre muy fuerte y elevada que se llamaba torre Monreal, y seguía la muralla por la calle de Papa Lleca hasta unirse con la exterior del castillo. Otra muralla daba principio an la puerta de la morería: esta era la que hoy llamamos puerta del Mercado; estaba defendida de dos torres muy fuertes y elevadas, en cada lado la suya; desde la que estaba a la izquierda, entrando, corría la muralla por la casa de Rodríguez, Garcés, el Cofrete, y volvía a unirse con la muralla de la Morería, por casa de D. Ignacio Mur. Sobre el río de Mediavilla iba otro trozo por casa de Joaquín Garbayo, y subía en derechura hasta la cárcel vieja, en la puerta de Calahorra, y seguía por toda la cava dando vuelta al castillo; había varios baluartes, castillos y torres, y algunos hemos conocido en nuestros tiempos. De la puerta de Velilla, comenzaba otra, que seguía la huerta de Dominicos, hasta unirse con una fuerte torre, que hoy se ve al embocadero del río Mediavilla en la ciudad. La puerta del Postiguillo estaba al salir de Zurradores al río Queiles y de ella salían dos trozos de muralla. El uno corría por la huerta de Don Francisco Aperregui, Padres Carmelitas descalzos, hasta unirse con la puerta de Velilla. El otro comenzaba de casa de Jose Román, casa y jabonería del convento del Carmen y cruzaba hasta el granero de la ciudad; aquí formaba un ángulo y volvía por casa Góngora hasta unirse a la muralla de la puerta de Albazares. Desde casa de Don José García corría otro trozo de muralla por toda la calle de las Herrerías y subía a unirse con la muralla de la puerta de la Morería, y lo que hoy es calle de Herrerías, entre las 2 murallas, era un foso muy profundo.”
[17]. Luis Navas, Begoña Martínez, “El patrimonio islámico de Tudela”, El patrimonio histórico y medioambiental de Tudela: una perspectiva interdisciplinar, Ayuntamiento de Tudela, Universidad SEK de Segovia, 2000, p. 39-43.
[18]. Pedro Guarriarán, “Una arquitectura para el califato: poder y construcción en al-Andalus durante el siglo X”, Anales de Arqueología Cordobesa, 19 (Córdoba, 2008), p. 263 y siguientes; Pedro Guarriarán, “Las técnicas constructivas en las fortificaciones andalusíes”, Arqueologia Medieval. La Ciutat, Pagès Editors, Lleida, 2014, p. 271-272.
[19] Pedro Guarriarán, “Una arquitectura para el califato…”, p. 266.
[20] Pedro Guarriarán, “Las técnicas constructivas…”, p. 272.
[21] Las cimentaciones de la mezquita que se descubrieron durante la excavación del interior de la Catedral estaban realizadas con bloques de piedra caliza, y los pocos restos de alzado localizados lo estaban con alabastro. Pueden consultarse los resultados de la esta excavación en: Jesús SESMA, María Inés Tabar, Luis Navas, “La mezquita aljama de Tudela y el urbanismo circundante”, Tudela, el legado de una catedral, Fundación para la Conservación del Patrimonio Histórico, Pamplona, 2006, p. 95-99.
[22]. Pedro Guarriarán, “Una arquitectura para el califato…”, p. 268.
[23]. Rafael Azuar, “Las técnicas constructivas en al-Andalus. El origen de la sillería y del tapial”, V Semana de estudios medievales, José Ignacio de la Iglesia Duarte (ed.), Gobierno de La Rioja, Instituto de Estudios Riojanos, Nájera, 1994, p. 129.
[24]. Alejandro Jiménez, “La metrología histórica como herramienta para la Arqueología de la Arquitectura. La experiencia en los Reales Alcázares de Sevilla”, Arqueología de la Arquitectura, 12 (Madrid, 2015), p. 4-5. <http://dx.doi.org/10.3989/arq.arqt.2015.001>. Fecha de acceso: 31 enero 2019.
[25]. Descripción de esta muralla se encuentra en: Luis Navas, Begoña Martínez, “El patrimonio islámico de Tudela…”, p. 35; y en Juan José Bienes, “Arqueología: de los orígenes…”, p. 26, donde se aporta además una fotografía del lienzo.
[26]. Descripción en: Basilio Pavon, “La muralla primitiva árabe de Tudela”, Anuario de Estudios Medievales, 16 (Madrid, 1986), p. 30-31 y dibujo en la p. 34, figura 2. Este autor fecha esta obra a finales del siglo VIII o comienzos del siglo IX, cuando Amrus funda la ciudad.
[27]. Juan José Bienes, “Trabajos arqueológicos en Tudela, 1986-1987”, Trabajos de Arqueología Navarra, 7 (Pamplona, 1988), p. 361-362; y Juan José Bienes, “Arqueología: de los orígenes…”, p. 29. En esta última publica una fotografía del lienzo localizado
[28]. Más información sobre esta excavación puede encontrarse en María Cruz Pérez, “Excavación de urgencia. Fase II de la Plaza de la Judería (Tudela)”, Trabajos de Arqueología Navarra, 16 (Pamplona, 2002-2003), p. 163-173; y en María Cruz Pérez, “El conjunto amurallado de Tudela, algunos datos aportados por la arqueología”, Revista del Centro de Estudios Merindad de Tudela, 13 (Tudela, 2005), p. 148-149.
[29]. Un resumen de los hallazgos de esta excavación puede verse en: María Cruz Pérez, “El conjunto amurallado de Tudela…”, p. 149-150.
[30]. Las excavaciones realizadas en la calle Muro número 25, 1 y 45 han sido realizadas por la arqueóloga Mª Cruz Pérez Omeñaca, autora de este artículo, y sus resultados habían permanecido inéditos hasta la actualidad.
[31]. Esta excavación la realizaron los arqueólogos Oscar Sola y Alicia Sangüesa, y los resultados de la excavación han sido publicados en: Oscar Sola, Alicia Sangüesa, “Nuevo tramo de muralla islámica (s. IX) en la calle Yanguas y Miranda (Tudela)”, Revista del Centro de Estudios Merindad de Tudela, 16 (Tudela, 2008), p. 117 y 118.
[32]. Información de los restos de muralla localizados en esta excavación pueden encontrarse en: María Cruz Pérez, “El conjunto amurallado de Tudela…”, p. 150.
[33]. Intervención arqueológica realizada por María Cruz Pérez Omeñaca
[34]. Juan José Bienes, “Arqueología: de los orígenes…”, p. 31. En esta publicación se presenta una fotografía de la muralla cortada en el muro medianero con la vivienda colindante
[35]. Nicolás Zuazúa, María García-Barberena, Mercedes Unzu, Carlos Zuza, “Memoria de la intervención arqueológica en el número 12 de la calle Herrerías de Tudela”, Trabajos de Arqueología Navarra, 27 (Pamplona, 2015), p. 30.
[36]. Ver: Juan José Bienes, “Arqueología: de los orígenes…”, p. 31. En esta ocasión fue la primera vez que se encontró alzado de la muralla realizado en tapial.
[37]. Ver nota 16.
[38]. Rafael Azuar, “Las técnicas constructivas…”, p. 134. Nos proporciona información de fábricas tempranas del islam, del siglo IX, realizadas en tapial, como son los restos de la fortificación de Calatayud o la del Pla d’Almatà de Balaguer, cuyas murallas están realizadas en tapial, con un forro de sillería dispuesta a tizón, con sillares modulares como los de Huesca o Piracés. Este autor nos relaciona este tipo de fábricas a construcciones de grupos tribales como los Banu Qasi o los Tuyibíes. Para determinar el uso de una fábrica u otra, el autor (p. 135) da mayor importancia a los criterios económicos que a los políticos, pues decidir uno u otro presupone distinta inversión de trabajo, tiempo y recursos fiscales.
[39]. Pedro Guarriarán, “Las técnicas constructivas…”, p. 277-278. Pone de relieve la diferencia que debe darse al tapial, según sea fabricado para la arquitectura doméstica o en su uso en obras de escala monumental, acontecimiento que sucedió de forma masiva en el siglo XI, con la fortificación de varias capitales taifas. Las obras defensivas requerían de masas más resistentes y mezclas más estudiadas con elevado porcentaje de cal, muy diferentes al tapial de tierra conocido en la arquitectura doméstica.
[40]. En su publicación de La historia de Tudela contada por sus calles, (Jesús Martínez Escalada, La historia de Tudela contada por sus calles, Navarro&Navarro Editores, Zaragoza, 1999, p. 43) nos aporta la información de que los fosos de la muralla de Herrerías fueron rellenados y cubiertos en el año 1617, surgiendo con ello la amplia calle que hoy conocemos. A partir del siglo XVIII se construirían las casas palaciegas que ocupan este lado de la calle, entre las que se encontrarían el Palacio del Marqués de Huarte. Hasta entonces, el límite de los inmuebles estaba marcado por la muralla, hasta donde llegaban todas las viviendas de la zona, en la trasera de sus casas y patios, pero con el cubrimiento del barranco que discurría por el centro dela calle, las viviendas se hacen más amplias, avanzando la línea de límite de las casas hacia el centro de la nueva calle. Así la muralla deja de estar a la vista, quedando en algunos casos entre las cimentaciones y otros en las bodegas.
[41]. Leopoldo Torres Balbás, “Barbacanas”, Al-Andalus, 16 (Madrid, 1951), p. 459. En la página 471 cita varios documentos cristianos en los que se citan barbacanas, entre los que se encuentra uno del siglo XIII referido al fuero de la villa navarra de Funes.
[42]. El documento, fechado en el año 1237 y en él el rey exonera al consejo de la ciudad de finalizar la construcción de la barbacana que estaba realizando alrededor de la villa. Este documento ha sido citado en la nota 13.
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