
El matrimonio Francés de Villaespesa y su mujer, Isabel de Uxué, reposa en un mausoleo de la catedral de Tudela. El sepulcro es de alabastro policromado y se encuentra en la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza en la catedral de Tudela. Responde al estilo gótico de comienzos del siglo XV, cuyo antecedente más directo se encuentra en el monumento funerario de Lope Fernández de Luna realizado por Pedro Moragues en la Seo de Zaragoza a finales del siglo XIV.
El sepulcro tudelano es del taller de Jehan de Lome de Tournay, autor también del de Carlos III el Noble de la catedral de Pamplona.
Descripción
Se localiza en el ábside extremo derecha en el lado de la Epístola, cerrada por una espléndida verja de hierro del siglo XV, de estilo gótico flamígero con arco conopial de ingreso y crestería erizada de hojas puntiagudas.
Preside la capilla un monumental retablo de la Virgen de la Esperanza realizado en estilo gótico internacional antes de 1412, encargado por el Canciller Villaespesa. Todas las escenas presentan un acusado carácter lineal con dibujo preciso y profusión de figuras sumadas a elementos paisajísticos en cada una de las composiciones. El color es rico y variado con amplia gama de tonalidades de gran viveza.
El sepulcro es de alabastro policromado y responde al estilo gótico de comienzos del siglo XV, cuyo antecedente más directo se encuentra en el monumento funerario labrado en alabastro del arzobispo de Zaragoza don Lope Fernández de Luna (1378-79) – ascendiente directo del Papa Luna, Benedicto XIII – en la capilla San Miguel (“la Parroquieta”) de la Seo de Zaragoza, de finales del siglo XIV.
En el muro del fondo se suceden diversas escenas que representan el cortejo fúnebre en el cuerpo inferior; en la zona media se desarrolla la misa de San Gregorio a la que asisten los propios difuntos y sus familiares y el remate está ocupado por el tema de la Santísima Trinidad incensada por un par de ángeles arrodillados sobre nubes y rodeados de serafines.
En otro, el situado enfrente, parece contemplarse al canciller, cubierto el cuerpo con su manto (el mismo de la estatua yacente), de rodillas ante un reclinatorio, seguido de su esposa y hasta diez personas más, algunas adolescentes, representando la familia, toda orantes. Suponemos que en estas diez personas se quiere recordar a los siete hijos y algunos nietos del consejero navarro.
Los plorantes
En el frente de la urna sepulcral, zona la más baja del sepulcro, aparecen ocho pequeños arcos ojivales idénticos, ocupados por igual número de personajes, representando miembros de los tres estados del reino: nobleza, clero y milicia, revelando todos, por su actitud doliente, su identificación con la popular tristeza; su atinada ejecución y la disposición de los arcos lobulados en que se hallan inscritos da a esta parte del monumento un aspecto de acabada belleza y gusto refinado, apenas superado en el bellísimo cenotafio de los reyes Don Carlos y Doña Leonor, que existe en la catedral de Pamplona: las fisonomías, adecuadas en su expresión, los pormenores de la indumentaria, las naturales caídas de los mantos y la verdad de los plegados, las proporciones todas, suscitan en el visitante espontánea aprobación y cautivador atractivo. En toda esa imaginería (falta la primera figura en la derecha del observador) se ven religiosos con su ceñidor de cuero, uno que lleva rosario pendiente, otro con espada ceñida al cinto, otros distintos pormenores de indumentaria, y todos los personajes con aspecto lacrimoso y manos juntas como en oración.