
MÁS
Más que a un niño chapotear entre los charcos.
Que un paseo a la orilla del mar.
Que el primer sorbo de cerveza en un tórrido atardecer de primavera.
Que estrenar coche.Más que el olor de los recién nacidos.
Que el repicar de las campanas en un día de fiesta mayor.
Que el turrón cuando no son navidades.
Que andar descalza sobre la arena tibia.Más que bajar una cuesta en bicicleta.
Que los curruscos del pan.
Que ir al cine y que no me toque un cabezón delante.
Que quitarme los zapatos después de un día de boda.Más que las patatas del asado.
Que los fuegos artificiales en Donosti.
Que echarme la siesta en el sofá, en invierno, debajo de la manta.
Que el aroma del café por la mañana.Más que mirar el escaparate de una confitería.
Que saltarme un semáforo cuando no me ve el guardia.
Que chiflar como un cabrero.
Que que me hagan cosquillas en la nuca.Más que salir al campo.
Más que mirar al cielo.
Más que reír.
Que hablar.
Que despeinarme.Más que saltar en una cama elástica.
Más incluso que hacer muecas delante del espejo.
Más que las cocochas de mi madre.
Más que el chocolate.Y hasta más que las canciones de Sabina.
Fíjate tú si llegas a gustarme.
Del poemario «A todos mis amores», Olifante ediciones de poesía, 2016.

Si no hubiera mañana,
si el paso de los siglos
hubiera de dormirse
como se duerme un niño.
Si no existiera el tiempo,
si el martes y el domingo
fueran sólo dos días,
no dos días distintos.
Si pudieran mis ojos
avistar el destino.
Si el futuro no fuera
un enigma infinito.
Si por arte de magia,
si a través de un hechizo,
tuviera la certeza
de que estarás conmigo
hasta exhalar mis labios
el último suspiro.
Si supiera, te juro,
que has de esperarme vivo,
que no voy a perderte
en medio del camino,
que cerrarás mis ojos
cuando ya me haya ido…
Lo dejaría todo
en este instante mismo…
Lo dejaría todo
para morir contigo.
“A todos mis amores”
Olifante Ediciones de Poesía, 2016

LIBÉLULAS
Sé que existen espíritus que nadie puede atrapar. Almas irreductibles que nacieron para surcar el espacio en libertad. Y que nunca se atan. A nada ni a nadie. Corazones rebeldes que están al margen del mundo conocido. Libélulas transparentes y huidizas que acaban por encontrar siempre un resquicio a través del que escapar en busca de la luz.
De tarde en tarde te tropiezas con ellos, así tontamente, por azar, y quedas atrapado en ese aura que desprenden. Y a veces hasta consigues capturar su atención durante unos segundos. Y llegas a pensar que puedes ser como ellos. O ellos como tú. Y que tal vez, sólo tal vez sea posible conseguir que se queden a tu lado para siempre, dejándoles espacio y libertad para que vuelen, eso sí, sin alejarse demasiado. A menudo se intenta incluso crear una familia; diminutos seres híbridos, mitad homínido mitad libélula, con los que se lleguen a identificar hasta el punto de renunciar a su esencia por no perder los lazos afectivos.
Pero nada resulta. Más tarde o más temprano acaban por acusar la ausencia de la luz. Y se transforman en seres grises y tristísimos, apagados como mariposas sin color. Y una noche, mientras todos duermen, parten, descalzos y silenciosos, sin hacer ruido y sin dejar rastro. Y de nada sirve salir en su busca. Porque incluso aunque llegásemos a encontrarlos no sería posible volverlos a enjaular. Ya que han nacido así. Así han sido creados. No hay quien sepa por qué. Ni tan siquiera ellos.
Pero no son de nadie. Nunca fueron de nadie.
Nunca serán de nadie.
“Los Cuentos de Minina”

MI CIUDAD
Camino muy despacio y en la noche: canícula e historia; viejas calles: añejas piedras, bellos edificios. Es mi ciudad, mi vida, mis raíces. Camino y casi puedo adivinarla: escuchar sus graníticas leyendas, aspirar los efluvios que rezuman por sus juntas yesosas y gastadas. Camino y me recreo, me deleito. Me siento afortunada de habitarla; me abruma el peso de un pasado fértil: tres barrios, tres culturas, tres tesoros. Camino y se me llena la cabeza da capas, de embozados, de mazmorras, de rabinos, de cantos, de oraciones, de tañer de campanas y de fiestas. Camino lentamente, me detengo, contemplo sus aleros, sus blasones, sus arcos, sus barrocas balconadas, sus rústicos faroles amarillos. Camino y cada paso me convierte en piedra y en rincón, en banco, en reja… Camino por placer, nadie a mi lado: solas yo y mi ciudad bajo la luna. “Tudela en Cuento” Cierzo Ediciones 2020

ÍTACA
He preparado, para cuando vuelvas,
una alfombra de lágrimas y besos:
la fui tejiendo mientras que tú estabas
explorando terrenos cenagosos,
enfrentando gigantes y gorgonas,
jugando con caballos de madera.
Tú has sido el gran Ulises y yo, en cambio
he encarnado a Penélope, la astuta,
la fiel y enamorada compañera
que, ducha en el amor y sus intrigas,
supo encerrar los besos que le diste
a buen recaudo para que, más tarde,
cuando partieras lejos, le sirviesen
para guardar las llamas encendidas.
Tú has sido Ulises, bravo y poderoso,
mas imprudente, un hombre al fin y al cabo,
atrapado entre cantos de sirenas
que encallaron tu barco, y estuvieron
a punto de llevarte en tu locura
hacia los largos brazos de Caronte.
Tú has sido Ulises, desafiante y fiero,
peregrino del mundo y de sus mares:
intrépido titán de las galaxias,
amnésico viajero a las estrellas.
Tú has sido Ulises, siempre venerado,
y yo he sido Penélope, repito.
Pegada a la ventana cada noche,
las lágrimas un hilo inacabable
urdiéndose en mis manos con los besos:
lágrima y beso, beso y luego lágrima…
un húmedo tapiz mullido y firme
donde descansarán tus pies de tantas guerras,
de tanta soledad, de tanto frío:
Ítaca al fin se ve en el horizonte:
Ítaca…
Al fin tu hogar…
Al fin tu patria.

DE BEBEDORES
Blas bailaba un vals con Víctor. Bebían vino blanco y se bamboleaban, vacilantes. Vicente, el barman bizco, buscaba la bayeta bajo la vitrina. Varios varones balcánicos boqueaban viendo balancearse a las voluptuosas bailarinas. Vaciaban botellas de vodka vasco y vociferaban, bravucones, brindando de vez en vez. Vivian, la buscona bebedora de bourbon valenciano, vendía billetes de bingo. Benito, el veterinario vizcaíno, vomitaba bocanadas de brandy, blandiendo su bastón violentamente. El virus, voceaba, de las vacas burgalesas vacunadas el viernes… Esas bestias blancas y babosas que le besuquearon la barbilla. Blasfemaba en balde un viejo buscando en los bolsillos la billetera, birlada por algún bribón en la verbena. Venancio, el barrendero barbudo, bromeaba en la barra con Benavides, el vigilante de la bicicleta, un venezolano bravucón versado en velar por el bienestar de la barriada…
El vocerío de veinte vecinos vestidos de vaqueros bañó el vestíbulo del bar. Venían del burdel del barrio, bastante beodos y buscando bronca. Una barahúnda, vaticinó el barman. Y buscó el bate de béisbol en el baño. Bofetadas, bufidos, vapuleos, vuelcos de banquetas… una barbaridad. La batalla de Belchite. La bulla era bárbara y la vecindad vociferaba en los balcones. Basilio el brasileño, un belicoso buscavidas, no vaciló. Veneraba a Vivian. Bajó con el bazooka en bandolera. Bufaba. Vibraban las baldosas bajo el brío de sus botas. Se vislumbraban los brillos de las bombillas tras la ventana del bar.
Las voces bajaron de volumen. Los bebedores, boquiabiertos, veían venir al bujarrón, una bestia de bronceados bíceps. El vigilante balbucía. El barman vigilaba a los balcánicos, barruntando una bestialidad. Vivian barría, la vista baja…
Al ver a la bella buscona, el brasileño bajó el bazooka y bramó con su bronco vozarrón:
-“¡Vamos, banda de borrachos! ¡Vaciad velozmente vuestros vasos y no volváis ni al bar ni al barrio en vuestra vida!”
Cuentos de Minina

LA PRINCESA LEOCADIA
La princesa Leocadia
ha perdido el apetito
y languidece en su lecho
pálida cual blanco lirio
sin que nadie halle la causa
de su inusual extravío“Tal vez esté enamorada
cual la de Rubén Darío”,
apunta el rey,mas la reina
se halla con el alma en vilo…Hasta una noche en que escucha
cierto sospechoso ruido
e intrigada, se levanta,
se interna por el pasillo,
se acuclilla ante la puerta
del juvenil camerino…
y al atisbar por el ojo
de la cerraja del mismo
ve a la cándida princesa
con el cocinero chino,
el cochero del palacio
y un mercader de tejidos
¡¡¡ desnudos !!! … y enmarañados
en un tórrido amasijo
de ambigua morfología
e incomprensible equilibrio …“¡Caray!”, se dice la reina
mientras desanda el camino:
“¡Cómo se nota que es hija
de un trapecista de circo!”

CATÁLOGO DE INTENCIONES
Ni cartas, ni regalos, ni canciones,
ni paseos, ni cenas con velitas,
ni mensajes románticos, ni citas,
ni medias de rejilla, ni tacones.Ni llenarte el watsap de corazones,
ni dejar la cuidad sin margaritas,
ni escribirte las cosas más bonitas,
ni llevarte a París de vacaciones.Ni colarme en tus sueños, voluptuosa,
flotando entre el azul mi pelo largo
y el cuerpo envuelto en tul, como una diosa.Nada sirve… Y de no cambiar la cosa
no descarto sacarte del letargo
con un beso a traición en plan ventosa.

LA REINA DEL BAR
Me gusta en solitario,
en grupo y en pareja.
Me gusta bien tirada,
espumosa, traviesa,
cosquilleante, amarga,
estimulante y fresca.
Me gusta la tostada,
me encanta la morena,
me apasiona la rubia
y me pierde la negra.
De fábrica española,
de monasterio belga,
mejicana, argelina,
alemana, francesa…
la pilsen, la trapense,
la fuerte y la ligera…
Por todas me desvivo
y pierdo la cabeza
Me gusta por la tarde
poco antes de la cena…
Me gusta a mediodía
en verano, bien fresca.
Me gusta por la noche
cuando salgo de fiesta.
Me gusta en el MacDonalds
comiendo una hamburguesa,
me gusta en el Arzak
(sí, ya sé que no pega)
me gusta en una tasca
cutre y barriobajera
y me gusta en el pub
más pijo de Tudela.
Me gusta en copa helada,
en cachi, en fiambrera,
en vaso, en jarra, a morro,
en tetrabrik si hubiera,
en lata con pajita,
en cántaro, en probeta,
en taza, en tuperware
en porrón, en botella,
en vaso de chupito,
en litrona fiestera…
Incluso, y si me apuran
me la bebo en pecera..
Amigos, lo confieso
¡Me gusta la cerveza!

¡ATCHÍS!
La infancia de Úrsula estuvo marcada por la alergia. Ésta le provocaba violentos estornudos que formaban remolinos a su alrededor, asustando a sus amiguitas y rodeándola de un aura siniestra, como de niña poltergeist. Tales eran las sacudidas que el alergólogo recomendó colocarle un collarín con el fin de evitar posibles fracturas cervicales. Tan sólo el día de su boda accedieron sus padres a retirarle la prótesis, y eso después de haberle sido administrada una dosis de antihistamínicos capaz de insensibilizar a una manada de hienas. Sin embargo, en el momento del sí, no se sabe si a causa de los nervios o del olor a incienso, Úrsula emitió un sísmico estornudo que hizo que su cabeza saliera despedida hacia el rosetón del crucero, dejando en el altar su cuerpo junto al atónito novio, los padrinos y el pajecillo de las arras. Tardaron más de dos horas en dar con la cabeza, que había perdido un ojo y los pendientes de la abuela (algo azul y algo prestado) y fue tarea de chinos reimplantarle la órbita, puesto que a causa del olor de la anestesia, Úrsula no dejaba de estornudar y el ojo salía despedido de continuo, de modo que el cirujano resolvió pegárselo al párpado con Loctite. Así que a la pobre le ha quedado una cara de carpa que da grima. Y todo por culpa de la alergia. “Los cuentos de Minina”

Aquel
Aquel que me desnude tendrá los dedos finos y llegará en la noche, lo mismo que un bandido: no se abrirán ventanas, no sonarán postigos, no agitará la brisa nocturna los visillos, no se oirán pisadas, no escucharé el sonido del somier acogiendo su cuerpo junto al mío. Me tomará en silencio, sin siquiera un suspiro, sin apenas tocarme, sin moverme del sitio: será como sentirlo sin haberlo sentido, como haber sido amada y como no haberlo sido, un peso inapreciable, un gozar sin gemidos, un hombre entre las sombras… Un amante furtivo. “Planeta piel” Olifante Ediciones de Poesía, 2023

GOZOS Y ABANICOS (LA FE Y LA FIESTA)
El bochorno enturbia la tarde que se va escapando entre las grietas de los adoquines recalentados por el monóxido y el sol. El día ha sido largo y sofocante, mañana de trabajo y sobremesa de piscina. Se hace penoso el recorrido por las calles del centro, hinchadas las piernas a causa del calor de la jornada. Apetece poco ponerse en movimiento, pero hay esfuerzos que, como París, bien valen una misa.
El templo está oscuro y fresco. Huele a incienso y a albahaca, y flota en el aire el aroma de todos los perfumes que se mezclan: jazmines y pachulís, maderas de oriente, fragancias dulzonas, olores infantiles, esencias de vainilla y de lavanda… se agitan y se elevan, revolotean, dulces y afrutados, enredándose entre los brazos de las lámparas, introduciéndose en las grietas de las piedras, impregnando los sólidos sillares con su frescura evanescente, inaudibles sus vaivenes, silenciados por el sonido de los abanicos y el murmullo de las gentes, endomingadas y solemnes, que se amontonan en el templo, expectantes, un año más, soportando con estoicismo toda la retahíla de plegarias, salves y demás jaculatorias que los fieles recitan mecánicamente, como un mantra que no sirve sino de entrenamiento, de prueba de fuego que los asistentes han de superar para alcanzar el premio.
Es el primer día. El altar mayor ha sido cuidadosamente engalanado y la patrona viste un manto de fiesta. Al fin se apagan las voces del deán y de los fieles y el silencio se apodera del templo. Hasta las losas enmudecen, impacientes, cuando las primeras notas del órgano se adueñan de la inmensa nave y nos rompen en dos el corazón. No son violines ni cantos: es el sonido del cierzo, del agua del Ebro deslizándose furiosa bajo el puente, de la lluvia de invierno azotando los montes de Canraso, del rumor de las voces que inunda la plaza en las noches de verano, de las campanas que redoblan en el mediodía del veintiséis de julio, del puro del volatín rasgando la tristeza de la semana santa… No son plegarias ni salves: es la memoria de un pueblo que cada año renueva, más que su fe, su cultura; que utiliza este rito y otros muchos que lo seguirán en días posteriores para afianzar sus raíces, para hundir un poco más bajo la tierra esos lazos invisibles y sagrados que nos unen con el río, que nos atan a esas corrientes que circulan, silenciosas y frescas, bajo el suelo del templo imponente en el que distintas gentes con el mismo corazón se llevan congregando desde hace siglos. No es la fiesta, ni la virgen, ni los músicos. Es nuestra historia. Es la cita anual con nuestro patrimonio, con esas tradiciones que nos hacen únicos. Y sin las cuales no seríamos los mismos.
Cierro los ojos y me dejo llevar, una vez más, por las envolventes notas del órgano, por los dulces compases del violín. Y ya suenan las voces en mi interior incluso antes de haberlas escuchado. Y la cabeza se me va de un lado a otro, siguiendo el ritmo mientras canturreo suavemente. Y el perfume de la albahaca y de los cirios se me mete hasta los tuétanos. Y noto cómo las lágrimas que acuden a mis ojos. Y el vello se me eriza… Y me siento a la vez Ebro y bochorno, cierzo y Bardena, catedral y lluvia.
Y sé que soy de aquí

DESVESTIR A SUPERMÁN
Tengo una amiga que fue novia de Supermán.Sin saberlo, por supuesto. Y desde luego que con el compromiso de no decir una palabra a nadie una vez que se enteró. A mí me lo confesó cuando rompieron, una noche que se pilló un pedo del quince y me lo acabó soltando todo en el váter de un bar, cuando yo le sujetaba la puerta, el bolso y el abrigo mientras ella intentaba atinar en el agujero sin apoyar las nalgas en la loza, que estaba hecha un asquito. Y es que una puede ir muy borracha pero la dignidad es lo último que se pierde. Y todavía no habíamos llegado hasta ese punto.
En fin, que me contó la pobre, el rimmel despintado y la cara ennegrecida por los chorretones de las lágrimas, que el tipo la engañó como a una imbécil. Que se liaron así como que tontamente mientras ella estaba de becaria en los States porque le atrajo ese aire suyo de indefensión y de inocencia, y esas gafas cuadradas tan antiguas, y esa timidez casi enfermiza que lo hacía tan deseable como un osito de peluche en mitad de una noche oscura. Y ese halo de misterio que lo rodeaba, ese no sé qué, ese qué sé yo que a ella le gustaba tanto… Un tesoro miope, me decía. Un enigma encriptado. Una novela apasionante que no podía resistirse a devorar… En fin… que lo de devorar es metafórico, porque el hombre se lo puso complicado, en plan hoy sí y mañana no y mira que no lo tengo claro y que sí que te quiero pero es que hay algo que tú no sabes y yo no sé decirte y mira aléjate y no mejor que te acerques… y en fin… esas cosas que sabes que te van a llevar a la ruina pero que al mismo tiempo van haciendo que pierdas la cabeza…
Porque la perdió. Mi amiga digo. Y él se dejó hacer, como es normal… a ver, si se te pone a tiro y cuanto más intentas alejarte más se acerca ella, y aun encima te gusta y te lo pone a huevo… a quién le amarga un dulce, por muy superhéroe que uno sea.
Y empezaron a salir. Y eso sí que fue un calvario, porque el tipo desaparecía cada dos por tres. Y sin decir ni mu. Estaban en un bar y de repente, en el canal de las noticias salía, qué se yo, cualquier catástrofe, y el chaval se iba al baño y ahí te quedas. Y la pobre con una cara de idiota que alucinas. Y eso una vez. Y otra. Y otra más. Y luego el tío, que tampoco le daba explicaciones. Y a ella que el misterio la ponía, y que le daba por pensar que a lo mejor era, qué se yo, un agente secreto, o un bandido, o un testigo protegido de esos que salen en las pelis… un superhéroe jamás. Porque no existen.
O al menos eso es lo que creía ella. Porque una noche en que salió de repente lo siguió, y lo pilló metamorfoseado en superhombre. Y la pobre se quedó de piedra. Y le dijo que la daba igual. Que ella lo quería. Y que lo aceptaba tal cual, con su capa y su traje de lycra. Pero que por favor dejase de tenerla en vilo. Que si debía de largarse a una misión se lo dijera. Y que no la abandonase en cualquier parte, con las dos consumiciones sin pagar y un montón de mirones al acecho. Que se lo explicase y entonces ella se iría a casita y lo esperaría allí. Y él la besó en la frente y le prometió, antes de levantar el vuelo, que aquella noche la pasarían juntos.
Ella lo esperó en la terraza. Eran las cuatro y media cuando su figura apareció a lo lejos, rasgando la negrura. La abrazó con fuerza y se fundieron en un beso largo y lujurioso. Él la tomó en brazos y la dejó caer sobre la cama. La besó en el cuello y en los hombros. Ella le respondía con pasión, buscando sin hallarla con los dedos la abertura del traje de lycra para poder acariciarlo. Él seguía besándola. Ella ya no podía más. Moría de deseo pero no había forma de despojar al hombre de sus vestiduras. Intentó rasgarlas pero eran demasiado resistentes. Nunca nos enseñan en las pelis cómo se viste Supermán, me decía entre lágrimas, para terminar confesándome que cuando le insinuó la posibilidad de hacer un agujero en el traje con el fin de consumar el acto, él se negó rotundamente, argumentando que le parecía un sacrilegio.
Eso fue hace dos meses.
Ahora está saliendo con un fontanero. Y me consta que son superfelices.
ENGAÑO
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche;
en ira y en piedad se anegó el alma…
¡y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!
(G.A. Bécquer)
Y la intuición se hace certeza. Y la zozobra rabia. Y los sollozos gritos. Y los recuerdos se empañan, y se amotinan en la noche, revolviéndose en ráfagas heladas alrededor del duelo, y no hay almohada que empape tantas lágrimas. Y soñamos con ellos. Con ellos juntos y ya no con nosotros. Y la ira se atrinchera, rebotando entre los tímpanos. Y las sienes palpitan, tórridas y burbujeantes como gotas de agua sobre planchas calientes. Y el amanecer es gris, pesado y silencioso. Sin diferencia entre vigilia y pesadilla. Y el futuro es una amalgama pestilente y farragosa sobre la que los pies se deslizan, vacilantes y absurdos, mientras flaquean las rodillas, incapaces de soportar el peso del dolor que traspasa el corazón de lado a lado, agarrotando músculos y anquilosando huesos. Y el deseo de morir, de reventar, de sentir estallar el cerebro y dispersarse sus viscosas volutas por el aire, se torna en obsesión. Y se atoran las mandíbulas, incapaces de seguir rechinando por más tiempo. Y no hay medicaciones ni consejos. Ni consuelos ni besos ni abrazos que curen la congoja. Y el tiempo se detiene y se licua, indolente clepsidra desgastada. Y la mente se estrecha y se retuerce. Y ya no existe el mundo. Sólo un frágil espacio, un averno infinito en el que el alma se diluye, envejecida y polvorienta, y aúlla, y se desgaja.
Y se entrega al vacío.

EL RETRATO DE LA NOVIA
Era superpija. No sólo por inclinación sino además por herencia: su madre era superpija, su padre era superpjio, sus dos hermanos eran superpijos y sus amigos y amigas eran superpijos. Y superpijas. De hecho, incluso tenía un perro clavadito al de la Paris Hilton al que hacía traer la ropa de París.
Y por supuesto que su novio también era superpijo.Así que la boda tenía que ser de una superpijez inolvidable. Contrataron los servicios de una agencia que les montó un evento de lo más fashion. Y en el quinto pino, para no mezclarse con la plebe.
Todo era ideal… la ceremonia a bordo de un barco en plan rústico pero superlujoso, el aperitivo en el jardín de un castillo medieval, la música en directo, el personal de servicio escrupulosamente seleccionado y la decoración sobria, elegante y nada empalagosa. Que no en vano mamá superpija tenía varias amigas estilistas.El día amaneció cubierto y no tardó en desatarse, no una tempestad sino un diluvio. Contaban para la ocasión con un fotógrafo de renombre que había sido discípulo de Ouka Lele, y que se presentó en el lugar una semana antes acompañado de un interminable séquito de ayudantes, ordenanzas y lacayos varios. Una vez instalado inspeccionó el terreno y dio con un acantilado la mar de coquetón.
Allí fue donde antes de la ceremonia hizo colocarse a la novia, vestida con un modelito de Dior de lo más escotado, para someterla a la sesión de fotos. De nada sirvieron las súplicas de la niña, rodeada por todas partes de toldos y paraguas y con la mandíbula agarrotada a causa del frío y el rechinar de dientes. El reportaje se realizó según lo previsto y siempre bajo la atenta mirada de mamá. La nena fue desfilando casi en volandas de un lado a otro del jardín para colocarse donde le decían y permanecer inmóvil, divina y sonriente delante del artista hasta que éste decidía que la imagen estaba a la altura de sus expectativas… y de sus honorarios.La fiesta, por lo demás, fue un éxito. Justo antes del inicio de la ceremonia cesó la lluvia y todo el mundo disfrutó de la jornada. Siempre dentro de las posibilidades de disfrute que exige el mundo de los pijos; esto es nada de bailar encima de las mesas, nada de cortar la corbata del novio, nada de comerse el marisco con los dedos, nada de quitarse los zapatos, nada de que se besen y nada de vivan los novios. El súmmum del jolgorio.
Al caer la tarde la novia empezó a sentirse mal. Tenía mucha fiebre y tiritaba sin parar. La familia lo achacó al nerviosismo, pero finalmente la llevaron al hospital y adiós que te vaya bien. Murió en una semana de una pulmonía.
A los pocos días recibieron un paquete. Era el reportaje nupcial. En una de las fotos se podía ver la imagen de la novia recortada en el acantilado, el cabello enmarañado por la brisa, la falda elevándose sobre el fondo azul, los tules al viento… como una ninfa de los mares…. hermosa, etérea, un ángel a punto de levantar el vuelo.
Un retrato divino, en fin….
Divino de la muerte.
EL DESIERTO DE AL LADO
Nunca me canso de mirarlo. No sé durante cuántos años seguirá ahí, impertérrito, contemplando el horizonte desde su cabeza de mastín, oteando nubes, aves y demás objetos. Pero mientras el cierzo, el tiempo y la erosión no arranquen para siempre su majestuosa testa, y puede que su cuerpo incluso, Castilidetierra seguirá siendo uno de los más bellos e inquietantes caprichos de la naturaleza.
Es prácticamente imposible encontrar el paraje desierto. El inmenso monte no sólo es el guardián de la Bardena, el instintivo vigía de lomas y matojos.
Es también su enseña, su motor, su principal atractivo.
La niña de sus ojos.Con Bardenas pasa como con todas las grandes obras de la naturaleza: pueden ser filmadas, descritas, fotografiadas. Pueden ser objeto de análisis, de estudio, de observación. Pero sólo la vista les hace justicia.
Bardenas hay que verlo de frente, llenarse las botas de polvo, agotarse recorriendo sus veredas, asombrarse contemplando sus rincones.Me gusta ir cuando hay poca gente, a primera o última hora, cuando el cielo enrojece y la tierra cambia de color. Cuando los pájaros se escuchan a lo lejos, el único sonido en medio de un terapéutico silencio.
Me gusta, al alba, mirar al sol hasta que los ojos me hacen daño… me gusta verlo emerger entre las lomas y mesetas, cubriéndolo todo con un manto rosáceo, como los escenarios de las novelas de Corín Tellado. Me gusta ver cómo se va elevando lentamente, cómo el halo se extiende e inunda el paisaje desértico, cómo la luz se difunde, dorada, brillante. Si el amanecer es en sí un momento cargado de esperanza, aquí se transforma en todo un sortilegio. Da la impresión de que si cierras los ojos y formulas un deseo, éste puede llegar a cumplirse de inmediato. Tal es la magia del entorno.
Y lo mismo a la caída de la tarde… le tierra, dorada y blanquecina durante las horas centrales, se va ensombreciendo… y el cielo amarillea y se arrebola, y la luz se atenúa poco a poco, y de nuevo las lomas, los picos, los llanos, las matas y las piedras cambian de color. Y la dorada esfera desaparece llevándose con ella el canto de los pájaros, el aleteo de las libélulas, el reseco perfil de los escasos árboles.
Y es que Bardenas no es un desierto: son varios… una infinidad de paisajes que mutan a cada instante. Bardenas es la merecida recompensa al azote del cierzo, a las calamitosas riadas, a lo asfixiantes mediodías estivales. A todo lo que, en suma, nos acompaña, nos atormenta y nos conforta. Bardenas es el resultado de nosotros mismos, de nuestra historia, nuestro clima y nuestra orografía.
Bardenas es luz y sed, viento y paz, polvo y silencio
Bardenas es bello. Es sorprendente. Es inquietante.Es nuestro.

MIS AMIGAS
Mis amigas son faros en mitad del océano;
luminosas y sólidas,
presentes todo del tiempo
aunque la niebla oculte sus figuras,
el viento las azote
o la cruel tempestad intente derribarlas.Mis amigas no escuchan al desánimo
cuando silba insistente en sus oídos
y afrontan el dolor sin una sola queja.Mis amigas son sabias porque han vivido a fondo.
No son mujeres fáciles
y no podrás comprarlasporque a nadie se venden.
Mis amigas, también,
son como mariposascoloridas y aéreas,
de frágil apariencia, mas capacesde cambiar los designios del planeta
con solo un aleteo.Mis amigas son ángeles
que la vida sacó de su chistera.

SI…
Si no hubiera mañana,
si el paso de los siglos
hubiera de dormirse
como se duerme un niño.
Si no existiera el tiempo,
si el martes y el domingo
fueran sólo dos días,
no dos días distintos.
Si pudieran mis ojos
avistar el destino.
Si el futuro no fuera
un enigma infinito.
Si por arte de magia,
si a través de un hechizo,
tuviera la certeza
de que estarás conmigo
hasta exhalar mis labios
el último suspiro.
Si supiera, te juro,
que has de esperarme vivo,
que no voy a perderte
en medio del camino,
que cerrarás mis ojos
cuando ya me haya ido.
Lo dejaría todo
en este instante mismo.
Lo dejaría todo
para morir contigo.

ÉRANSE UNA VEZ LOS DISCOS DE VINILO
Había que arañar dinero de la paga durante meses para poder comprar un disco. Y aunque corrieras el riesgo de que las únicas canciones decentes fueran las dos o tres que pinchaban en la radio, una vez que lo habías comprado, que lo tenías en la bolsa, que lo llevabas a tu casa, nada ni nadie podía arrancar de tu corazón a ese trozo de vinilo. Ya podía ser el peñazo más grande del mundo, que jamás te desprenderías de él.
Porque en los 80 había dos tipos de gilipollas: los que prestaban discos y los que los devolvían…
Y es que comprarse un disco era un ritual comparable, qué se yo, a fumarse un porro o a perder la virginidad: quiero decir que no era como hoy, un aquí te pillo aquí te mato, busco el icono del Spoti, le doy al play y mientras tanto me preparo un bocata calamares.
No.
Comprar un disco era un acto premeditado; era como ligar, que le echabas el ojo al tío, luego lo tanteabas y, por fin, cuando conseguías quedar con él, te tirabas tres horas en el baño con el secador, arreglándote el flequillo… para que luego lloviera y el tío resultase ser un mamarracho impresentable.
Antes de decidirte a comprar el disco tenías que haber escuchado algunas canciones por la radio, por los bares… y que te gustaran. Pero eso no era suficiente; el LP tenía que venir avalado por alguna revista de prestigio, o bien haber caído en manos de un conocido que te dijera que realmente valía la pena la inversión.
Porque los discos, por mucho que a la SGAE le joda reconocerlo, antes de internet valían una pasta.El caso es que, una vez convencida, te presentabas en la tienda; ojeabas bien las estanterías, ibas pasando uno a uno, como las páginas de un libro de magia, todos los álbumes de la sección. Te fijabas en varios; te hubieras llevado hasta los pósters de las paredes. De hecho, si simplemente llevabas dinero y ninguna idea en concreto, una tienda de discos podía ser el equivalente a los actuales parques temáticos: por el precio de la entrada (esto es, del LP que al fin ibas a comprar), podías pasar el día entero mirando, disfrutando, tocando y escuchando.
Porque en algunos sitios hasta te pinchaban pedacitos de canciones.
Al fin, una vez decidido en qué invertías tus ahorros del trimestre, el dependiente te colocaba una pegatina sobre la portada (discos Vellido, en mi caso) y esa denominación de origen acompañaba a la carátula hasta el fin de sus días. De hecho, yo creo que el adhesivo era el mismo que se utiliza para pegar el teflón de las sartenes, porque en más de una ocasión el disco se hallaba absolutamente rayado y la carpeta medio descuartizada y, sin embargo, la pegatina de discos Vellido seguía ahí, dorada, nítida y resplandeciente como el primer día. Y salías de la tienda balanceando tu bolsa, despacio, paseándote por todo para que te vieran. Porque las bolsas de las tiendas de discos dotaban de un halo especial a aquéllos que las portaban. De hecho, con ellas pasaba como con las pegatinas; existía una resistencia natural a deshacerse de las mismas; se atrincheraban en los armarios, y nunca las utilizabas para otra cosa que no fuera transportar discos, como si el hecho de meter en ellas cualquier otro objeto como, por ejemplo, un puñado de melocotones, fuera un sacrilegio que pudiera despojarlas de ese aura mística e intelectual.
Pero como en todas las grandes citas, lo mejor estaba todavía por llegar. Para ello primero tenías que llevar el disco a tu habitación, sacarlo de la bolsa, mirarlo con delectación… Y después esconderlo y esperar al momento oportuno.
Y finalmente, cuando todos se iban, entrabas a tu cuarto, cogías la bolsa y, con sumo cuidado, extraías de su interior la carpeta.
La mirabas con deseo, recorrías con tus ojos cada rincón de la misma; la acariciabas con las yemas de los dedos, sintiendo el tacto del celofán que la envolvía y que rasgabas a continuación para tocar con deleite el cartón satinado, ahuecándolo al tiempo que ladeabas ligeramente el envase a fin de que el disco se deslizara hacia afuera, suaveme, lentamente, envuelto todavía en otra funda, que retirabas con extraordinaria precaución, mientras tus dedos pugar y meñique se disponían en un ángulo de 120 grados, formando la cavidad perfecta para albergar el diámetro del oscuro vinilo, que dejabas caer amorosamente sobre la superficie estriada del plato. Era el momento cumbre; con extrema delicadeza, dirigías la manilla desde su posición inicial hasta justo encima del primero de los surcos del vinilo, la dejabas caer con suavidad….
Y el disco sonaba para ti….
Por vez primera.Del blog «Bridget Jones era anglosajona y, además, de mentira».

NEPTUNO
Hace unos días era apenas un reguero miserable pero anoche se convirtió en un torrente que amenazaba con hacer de mi casa una bañera. No llamé al seguro porque a esas horas fijo que me crucificaban, pero esta mañana ha sido lo primero que he hecho. Les he metido bastante prisa. No sé nadar y el parquet me lo instalaron hace cuatro meses, que aún no lo he pagado del todo. Y luego el gato, que va por ahí haciendo surfing con la alfombrilla del ratón y se me va a romper la crisma el pobre. Me han prometido que me ponían la primera pero no sé yo. Eran las siete y media y a las tres no había venido nadie. Ya no tenía más toallas secas y he empezado a achicar el agua con la poca ropa afelpada que tengo: chándals y algún pijama. Hasta la bata guatiné he extendido por el suelo, con los brazos en cruz, que daba un poco de grima la pobre: parecía el cadáver de la niñera de Poltergeist abducido por los extraterrestres. Hasta he echado en falta no tener un hijo adolescente de esos que llenan los armarios de sudaderas de rapero de la talla XXL, que con dos o tres prendas tengo para absorber el agua del Titanic. La bata empezaba ya a perder la compostura cuando ha sonado el timbre. Era él. Al menos cien kilos de fontanero con una maleta de herramientas de los tiempos de San José. Que allí había más óxido que en un puerto minero. Se ha quedado mirando el charco y ha empezado a rascarse la cabeza, como pensando en de dónde podía venir eso. Yo me he callado lo de que de las tuberías, que es de donde generalmente sale agua en las casas. Y luego que yo no soy del gremio. Y que es mejor hacerse a un lado. Sobre todo si el especialista es una morsa peluda que se agacha y deja al descubierto media hucha. Que yo no sé dónde estarán esos fontaneros que van por ahí haciendo hijos al personal, porque desde luego este era más bien de los que parecen habérselos comido. Y la roña del culo no se la había quitado desde que lo bañó la comadrona. Y eso por no hablar de la peste a faria y Soberano. Que es cosa de hombres. Porque hombre sí que es, de eso no me cabe duda. Lo que empiezo a dudar es que sea fontanero. Lleva más de dos horas arrastrándose por la cocina y se me ha bebido ya siete San Miguel. Así que no para de sudar. Al final ha decidido que no es de la cocina y se ha ido al baño. Está golpeando las paredes a ver si suena algo. Y a mi me empieza a dar miedo. No sé… creo que puede ser Neptuno. Algo fondón pero Neptuno al fin y al cabo. Y que lo que pretende es localizar la tubería madre y reventarla de un martillazo. Y que el agua salga a chorros y convierta mi piso en una balsa en la que atrincherarse e instalar su reino. Yo, por si acaso, le he robado la maleta de herramientas. Que hay mucha metralla. Y me he puesto a esconder los tenedores. Y he sacado del armario el flotador que me regalaron el otro día en el súper con el Sunny.
Que esto no me huele nada bien.

PEDRO
Se niegan a bailar hoy los gigantes
y la Tarasca no tiene consuelo.
Se arrastran las banderas por el suelo
y ensayan un aurresku los danzantes.
Se arrinconan las cosas importantes
pues ahora lo importante es solo el duelo
y diciendo en la Plaza está un abuelo
que no será ya el Barrio como antes.
Se queda el Sánchez Montes desde ahora
huérfano de tu inquieta identidad,
de tu presencia activa y creadora,
de tu infinita generosidad,
del legado que tu alma soñadora
le deja como herencia a la ciudad.
#SafeCreative Mina Cb

MARTILLO Y SERRUCHO
Pin-pón, el martillo.
Ris-ras, el serrucho.
Pilas de listones
que esperan su turno.Suelta el carpintero
volutas de humo.
Descansa, en el banco,
consumido, un puro.Pin-pón, ya es de noche.
Ris-ras, está oscuro
el cielo en la calle…
Pero él a lo suyo.Termina un encargo:
tiene el tiempo justo.
El mueble, mañana,
debe estar a punto.Pin-pón, las virutas.
Ris-ras, los murmullos
del filo cortando
los ásperos nudos.Canciones famosas,
noticias del fútbol:
la radio le cuenta
las penas del mundo.Pin-pón, el martillo…
Ris-ras, el serrucho…
Serrín y tachuelas……Afuera está oscuro.

19 DE MARZO
Te pienso al atardecer,
cuando las sombras me ciegan
y tus palabras me llegan
de dónde, no sé muy bien.Te invoco desde la paz
si es que el sueño me es esquivo
y te acercas, sedativo,
como hiciste años atrás.Te llamo cuando el dolor
se me desboca en el pecho
y vienes hasta mi lecho
a abrazarme el corazón.Te requiero cuando al fin
el destino es generoso
y apareces, jubiloso,
sonriente y cantarín.Te busco en el cielo azul
y en la higuera de tu huerto.Que tú nunca has de estar muerto
papá, porque fuiste luz.